Ya llevaba varios artículos y reseñas escribiendo en este blog sobre lo mucho que mola un garito, un disco, una peli o un documental, y sinceramente me apetecía sentarme delante del teclado para echar la pota como solía hacer antaño. Siempre he dicho que me siento mucho más cómodo hablando o escribiendo sobre lo que no me gusta que no sobre lo que me gusta porque tengo muchos más argumentos para justificar el motivo por el cual odio algo que el motivo por el cual me apasiona. El caso es que llevaba tiempo sin hacerlo y qué mejor manera de retomar aquella vieja práctica que reseñando alguna de las mierdas de éxito más grandes que se han generado en los últimos años. Me refiero a cualquiera de los discos de Manel.
Manel es un grupo catalán cuyo primer trabajo discográfico vio la luz en el año 2008, según el horóscopo chino el año de la Rata y según la FAO el año Internacional de la patata (como no podía ser de otra forma). Su formación; cuatro tipos llamados de forma tan glamourosa como Guillem Gisbert, Martí Maymó, Roger Padilla y Arnau Vallvé; se conocieron en la época del colegio y comenzaron a ser reconocidos como grupo a partir del año 2007, según el horóscopo chino el año del Cerdo, cuando quedaron finalistas del conocido concurso de maquetas “Sona9” y cuando ganaron el “Premi Joventut” que les permitió grabar su primer disco titulado ”Els millors professors europeus”. Desde entonces y hasta ahora han publicado el mencionado “Els millors professors europeus” (2008), “10 milles per veure una bona armadura” (2011) y este “Atletes, baixin de l’escenari” (2013) que nos ocupa. A decir verdad, no sabría decir cuál de ellos es mejor para el insomnio, pero el caso es que ahora mismo voy a centrarme únicamente en “Atletes, baixin de l’escenari”, que por lo que se ve lo está petando que te cagas.
Mirando los títulos de las canciones de “Atletes, baixin de l’escenari” podemos leer cosas como “Imagina’t un nen”, “Vés bruixot”, “Fes-me petons”, “Quin dia feia, amics” o un largo etcétera de combinaciones de palabras que presuntamente pretenden despertar el interés del oyente pero que a mí más bien me recuerdan títulos de episodios de los “Teletubies”, de las “Tres mellizas” o de “Pocoyó”. Pero bueno, si nos olvidamos del envoltorio y nos centramos en el contenido, descubrimos que “Atletes, baixin de l’escenari” es un disco de trece cortes a cuál más monótono, más insulso, más aburrido y con menos chicha, lo mismo que ocurría con cualquiera de sus dos anteriores trabajos. La voz grave, nasal y monotonal de Guillem Gisbert entonando (por llamarlo de alguna formas) esas letras que da hasta pereza ponerse a intentar entender de qué cojones tratan; sumada a las guitarras, tanto eléctricas como acústicas, más simples que el aparato reproductor de una Barbie, no hacen más que generar en mí una enorme cantidad de dudas y preguntas sobre el motivo del éxito de esta gente. Gracias a Dios lo he escuchado en la versión gratuita de Spotify y de vez en cuando iba saliendo algún anuncio publicitario de Mika, Dani Martín o Juan Magán que me hacían desconectar de tanta horripilación musical, porque de lo contrario creo que la integridad de mis venas hubiera peligrado seriamente.
Pero entonces, si las letras son todas ellas una gilipollez supina, la voz del pollomuelas que canta es lo más parecido a la vibración de la turbina de un generador eléctrico y la música no aporta nada sorprendente o maravilloso que jamás antes hayamos escuchado... ¿A qué se debe tanto éxito de esta gente? ¿Son guapos? Pues no, son unos tíos normales y corrientes tirando a vulgarmente feos. ¿Tienen un estilo totalmente nuevo? Pues tampoco, porque Manel son una mezcla impía de Los Planetas, Jaume Sisa, Pau Riba y Antonia Font (que vaya cuatro perlas también). ¿Entonces, cuál es la formula mágica para que una bandita normal y corriente tirando a mala que hacen pseudo-pop facilón como es el caso de Manel tenga tanto éxito? Pues es bien sencillo. Manel cantan en catalán. “Sona9” y el “Premi Joventut” son concursos musicales financiados por la Generalitat de Catalunya que fomentan y premian el uso de la lengua catalana en la música y que de vez en cuando van generando productos musicales catalanohablantes nuevos que, a gastos pagados, se encargan de normalizar el uso del catalán en la música a base de grabar discos y ofrecer conciertos. Es decir, que si eres catalán pero cantas en castellano como por ejemplo fue el caso de Estopa, Loquillo y Trogloditas o Los Rebeldes (por nombrar sólo tres de las más importantes bandas catalanas castellanoparlantes), pues te tienes que buscar las habichuelas por tu cuenta o comerte los cagaos. Sin embargo, si eres un grupo de mierda (por llamar las cosas por su nombre) pero cantas en catalán, para empezar tienes muchas más probabilidades de grabar tu primer disco, de salir de gira junto con otras bandas también promocionadas por el gobierno catalán, de salir en TV3 y de sonar en Catalunya Ràdio. Lo que pasa es que como Manel para el resto del país son rarunos por cantar en catalán, visten antiguo, llevan barba, jerseys de lana, camisas de cuadros, alpargatas de pintor y tocan el ukelele, la flauta y el xilofón, pues han traspasado las fronteras de Catalunya para aterrizar de pleno en el mundo “hipster” nacional y ahora también suenan y venden en el resto de la piel de toro. El puto mundo está loco.
Manel es un grupo catalán cuyo primer trabajo discográfico vio la luz en el año 2008, según el horóscopo chino el año de la Rata y según la FAO el año Internacional de la patata (como no podía ser de otra forma). Su formación; cuatro tipos llamados de forma tan glamourosa como Guillem Gisbert, Martí Maymó, Roger Padilla y Arnau Vallvé; se conocieron en la época del colegio y comenzaron a ser reconocidos como grupo a partir del año 2007, según el horóscopo chino el año del Cerdo, cuando quedaron finalistas del conocido concurso de maquetas “Sona9” y cuando ganaron el “Premi Joventut” que les permitió grabar su primer disco titulado ”Els millors professors europeus”. Desde entonces y hasta ahora han publicado el mencionado “Els millors professors europeus” (2008), “10 milles per veure una bona armadura” (2011) y este “Atletes, baixin de l’escenari” (2013) que nos ocupa. A decir verdad, no sabría decir cuál de ellos es mejor para el insomnio, pero el caso es que ahora mismo voy a centrarme únicamente en “Atletes, baixin de l’escenari”, que por lo que se ve lo está petando que te cagas.
Mirando los títulos de las canciones de “Atletes, baixin de l’escenari” podemos leer cosas como “Imagina’t un nen”, “Vés bruixot”, “Fes-me petons”, “Quin dia feia, amics” o un largo etcétera de combinaciones de palabras que presuntamente pretenden despertar el interés del oyente pero que a mí más bien me recuerdan títulos de episodios de los “Teletubies”, de las “Tres mellizas” o de “Pocoyó”. Pero bueno, si nos olvidamos del envoltorio y nos centramos en el contenido, descubrimos que “Atletes, baixin de l’escenari” es un disco de trece cortes a cuál más monótono, más insulso, más aburrido y con menos chicha, lo mismo que ocurría con cualquiera de sus dos anteriores trabajos. La voz grave, nasal y monotonal de Guillem Gisbert entonando (por llamarlo de alguna formas) esas letras que da hasta pereza ponerse a intentar entender de qué cojones tratan; sumada a las guitarras, tanto eléctricas como acústicas, más simples que el aparato reproductor de una Barbie, no hacen más que generar en mí una enorme cantidad de dudas y preguntas sobre el motivo del éxito de esta gente. Gracias a Dios lo he escuchado en la versión gratuita de Spotify y de vez en cuando iba saliendo algún anuncio publicitario de Mika, Dani Martín o Juan Magán que me hacían desconectar de tanta horripilación musical, porque de lo contrario creo que la integridad de mis venas hubiera peligrado seriamente.
Pero entonces, si las letras son todas ellas una gilipollez supina, la voz del pollomuelas que canta es lo más parecido a la vibración de la turbina de un generador eléctrico y la música no aporta nada sorprendente o maravilloso que jamás antes hayamos escuchado... ¿A qué se debe tanto éxito de esta gente? ¿Son guapos? Pues no, son unos tíos normales y corrientes tirando a vulgarmente feos. ¿Tienen un estilo totalmente nuevo? Pues tampoco, porque Manel son una mezcla impía de Los Planetas, Jaume Sisa, Pau Riba y Antonia Font (que vaya cuatro perlas también). ¿Entonces, cuál es la formula mágica para que una bandita normal y corriente tirando a mala que hacen pseudo-pop facilón como es el caso de Manel tenga tanto éxito? Pues es bien sencillo. Manel cantan en catalán. “Sona9” y el “Premi Joventut” son concursos musicales financiados por la Generalitat de Catalunya que fomentan y premian el uso de la lengua catalana en la música y que de vez en cuando van generando productos musicales catalanohablantes nuevos que, a gastos pagados, se encargan de normalizar el uso del catalán en la música a base de grabar discos y ofrecer conciertos. Es decir, que si eres catalán pero cantas en castellano como por ejemplo fue el caso de Estopa, Loquillo y Trogloditas o Los Rebeldes (por nombrar sólo tres de las más importantes bandas catalanas castellanoparlantes), pues te tienes que buscar las habichuelas por tu cuenta o comerte los cagaos. Sin embargo, si eres un grupo de mierda (por llamar las cosas por su nombre) pero cantas en catalán, para empezar tienes muchas más probabilidades de grabar tu primer disco, de salir de gira junto con otras bandas también promocionadas por el gobierno catalán, de salir en TV3 y de sonar en Catalunya Ràdio. Lo que pasa es que como Manel para el resto del país son rarunos por cantar en catalán, visten antiguo, llevan barba, jerseys de lana, camisas de cuadros, alpargatas de pintor y tocan el ukelele, la flauta y el xilofón, pues han traspasado las fronteras de Catalunya para aterrizar de pleno en el mundo “hipster” nacional y ahora también suenan y venden en el resto de la piel de toro. El puto mundo está loco.