sábado, 13 de julio de 2013

Atletes, baixin de l’escenari (Manel) 2013

Ya llevaba varios artículos y reseñas escribiendo en este blog sobre lo mucho que mola un garito, un disco, una peli o un documental, y sinceramente me apetecía sentarme delante del teclado para echar la pota como solía hacer antaño. Siempre he dicho que me siento mucho más cómodo hablando o escribiendo sobre lo que no me gusta que no sobre lo que me gusta porque tengo muchos más argumentos para justificar el motivo por el cual odio algo que el motivo por el cual me apasiona. El caso es que llevaba tiempo sin hacerlo y qué mejor manera de retomar aquella vieja práctica que reseñando alguna de las mierdas de éxito más grandes que se han generado en los últimos años. Me refiero a cualquiera de los discos de Manel.

Manel es un grupo catalán cuyo primer trabajo discográfico vio la luz en el año 2008, según el horóscopo chino el año de la Rata y según la FAO el año Internacional de la patata (como no podía ser de otra forma). Su formación; cuatro tipos llamados de forma tan glamourosa como Guillem Gisbert, Martí Maymó, Roger Padilla y Arnau Vallvé; se conocieron en la época del colegio y comenzaron a ser reconocidos como grupo a partir del año 2007, según el horóscopo chino el año del Cerdo, cuando quedaron finalistas del conocido concurso de maquetas “Sona9” y cuando ganaron el “Premi Joventut” que les permitió grabar su primer disco titulado ”Els millors professors europeus”. Desde entonces y hasta ahora han publicado el mencionado “Els millors professors europeus” (2008), “10 milles per veure una bona armadura” (2011) y este “Atletes, baixin de l’escenari” (2013) que nos ocupa. A decir verdad, no sabría decir cuál de ellos es mejor para el insomnio, pero el caso es que ahora mismo voy a centrarme únicamente en “Atletes, baixin de l’escenari”, que por lo que se ve lo está petando que te cagas.

Mirando los títulos de las canciones de “Atletes, baixin de l’escenari” podemos leer cosas como “Imagina’t un nen”, “Vés bruixot”, “Fes-me petons”, “Quin dia feia, amics” o un largo etcétera de combinaciones de palabras que presuntamente pretenden despertar el interés del oyente pero que a mí más bien me recuerdan títulos de episodios de los “Teletubies”, de las “Tres mellizas” o de “Pocoyó”. Pero bueno, si nos olvidamos del envoltorio y nos centramos en el contenido, descubrimos que “Atletes, baixin de l’escenari” es un disco de trece cortes a cuál más monótono, más insulso, más aburrido y con menos chicha, lo mismo que ocurría con cualquiera de sus dos anteriores trabajos. La voz grave, nasal y monotonal de Guillem Gisbert entonando (por llamarlo de alguna formas) esas letras que da hasta pereza ponerse a intentar entender de qué cojones tratan; sumada a las guitarras, tanto eléctricas como acústicas, más simples que el aparato reproductor de una Barbie, no hacen más que generar en mí una enorme cantidad de dudas y preguntas sobre el motivo del éxito de esta gente. Gracias a Dios lo he escuchado en la versión gratuita de Spotify y de vez en cuando iba saliendo algún anuncio publicitario de Mika, Dani Martín o Juan Magán que me hacían desconectar de tanta horripilación musical, porque de lo contrario creo que la integridad de mis venas hubiera peligrado seriamente.

Pero entonces, si las letras son todas ellas una gilipollez supina, la voz del pollomuelas que canta es lo más parecido a la vibración de la turbina de un generador eléctrico y la música no aporta nada sorprendente o maravilloso que jamás antes hayamos escuchado... ¿A qué se debe tanto éxito de esta gente? ¿Son guapos? Pues no, son unos tíos normales y corrientes tirando a vulgarmente feos. ¿Tienen un estilo totalmente nuevo? Pues tampoco, porque Manel son una mezcla impía de Los Planetas, Jaume Sisa, Pau Riba y Antonia Font (que vaya cuatro perlas también). ¿Entonces, cuál es la formula mágica para que una bandita normal y corriente tirando a mala que hacen pseudo-pop facilón como es el caso de Manel tenga tanto éxito? Pues es bien sencillo. Manel cantan en catalán. “Sona9” y el “Premi Joventut” son concursos musicales financiados por la Generalitat de Catalunya que fomentan y premian el uso de la lengua catalana en la música y que de vez en cuando van generando productos musicales catalanohablantes nuevos que, a gastos pagados, se encargan de normalizar el uso del catalán en la música a base de grabar discos y ofrecer conciertos. Es decir, que si eres catalán pero cantas en castellano como por ejemplo fue el caso de Estopa, Loquillo y Trogloditas o Los Rebeldes (por nombrar sólo tres de las más importantes bandas catalanas castellanoparlantes), pues te tienes que buscar las habichuelas por tu cuenta o comerte los cagaos. Sin embargo, si eres un grupo de mierda (por llamar las cosas por su nombre) pero cantas en catalán, para empezar tienes muchas más probabilidades de grabar tu primer disco, de salir de gira junto con otras bandas también promocionadas por el gobierno catalán, de salir en TV3 y de sonar en Catalunya Ràdio. Lo que pasa es que como Manel para el resto del país son rarunos por cantar en catalán, visten antiguo, llevan barba, jerseys de lana, camisas de cuadros, alpargatas de pintor y tocan el ukelele, la flauta y el xilofón, pues han traspasado las fronteras de Catalunya para aterrizar de pleno en el mundo “hipster” nacional y ahora también suenan y venden en el resto de la piel de toro. El puto mundo está loco.

domingo, 7 de julio de 2013

Apocalyptic love (Slash featuring Myles Kennedy and The Conspirators) 2012

Sin lugar a dudas, para el que escribe éste fue el mejor disco del año 2012. La verdad es que decir esto no es decir mucho ya que el volumen de mierda musical que salió al mercado durante el año pasado fue bastante importante, y con esa frase puede parecer que lo que quiero decir es que Slash es el rey tuerto en el país de los ciegos. No es esa mi intención sino todo lo contrario. Lo que quiero decir es que “Apocalyptic love” es una bocanada de aire fresco, un rayo de luz de esperanza y calidad musical que destaca con muchísima diferencia entre toda la montonera de estiércol que invade las estanterías de nuestras tiendas de discos habituales. No tuve tiempo de reseñarlo justo después de que viese la luz, pero como nunca es tarde si la dicha es buena, pues lo voy a hacer ahora que no creo que a nadie le importe.

Allá por Septiembre del año pasado ya escribí sobre “Made in Stoke”, el primer DVD en directo de la carrera en solitario de Slash que registró en su pueblo como resumen de la gira de conciertos promocionales de su álbum homónimo. En él, y durante toda la gira, Slash se acompañó sobre el escenario de un par de músicos canadienses llamados Todd Kerns (bajo) y Brent Fitz (batería), de su viejo amigo Bobby Schneck (guitarra rítmica) y de Myles Kennedy, vocalista de la banda Alter Bridge cuya voz ya quedó registrada en los temas “Starlight” y “Back from Cali” del primer álbum de Slash. Viendo el DVD yo nunca tuve la sensación de estar viendo a una mega estrella mundial acompañada de un puñado de músicos de sesión como puede pasar en los conciertos de Mark Knopfler, Steve Vai, Joe Satriani o de cualquier otro “Guitar Hero”. Aquí, de principio a fin el espectador está viendo a una banda de hard-rock totalmente compacta, como si llevaran diez o quince años de carrera juntos. Ese grado de compenetración, esa fuerza como banda y esa presencia encima de un escenario no podía ser desaprovechada así que en cuanto acabó la gira no tardaron el meterse en el estudio (todos salvo Bobby Schneck) para grabar el LP que nos ocupa.

Pese a que el nombre que aparece en la portada del disco con la tipografía más grande sea el de Slash, en esta ocasión el subtítulo “Featuring Myles Kennedy and The Conspirators” ya deja ver que sí, que es un disco de Slash (para que se entere todo el mundo de que el guitarrista de la chistera ha vuelto para quedarse), pero que tanto Myles Kennedy como Todd Kerns y Brent Fitz (The Conspirators) también tienen su peso específico en la composición y grabación de los temas y que ya no se trata de un disco de Slash con sus amigos como artistas invitados como sí ocurría en el anterior disco sino el trabajo de una banda con cara y ojos. Tras un año entero de escucha del álbum y conociendo bastante al dedillo toda su discografía post-Guns N’ Roses, me atrevería a decir sin dudarlo ni un segundo que ésta es la mejor formación con la que ha trabajado Slash desde el año 1995. Ni los Snakepit de Eric Dover, Matt Sorum, Gilby Clarke y Mike Inez; ni los Snakepit de Rod Jackson, Ryan Roxie, John Griparic y Matt Laug; ni los Velvet Revolver de Scott Weiland, Duff McKagan, Matt Sorum y Dave Kushner. Evidentemente con todos hizo grandes temas (con unos mejores que con otros) pero con ninguno de ellos consiguió cuajar un buen LP ni desplegar unos buenos conciertos como sí lo ha conseguido con Myles Kennedy and The Conspirators. Pero no sólo porque de una vez por todas ha conseguido un vocalista a la altura de su talento musical como es Myles Kennedy (impresionante lo que puede llegar a hacer este hombre con su voz), sino porque el disco en sí carece de fisuras ni elementos sobrantes que si pudieras te gustaría cambiar como ocurría con los anteriores trabajos de Slash. Escuchando cualquiera de los discos de los diferentes Snakepit y, sobre todo, los de Velvet Revolver, uno decía siempre eso de: “Sí, vale, no suena mal pero con Guns N’ Roses...”. Escuchando “Apocalyptic love” uno consigue algo hasta ahora inimaginable que es olvidarse de que el tío que toca la guitarra perteneció a Guns N’ Roses. Puede parecer increíble pero es cierto.

Destacar algún tema concreto del disco es una tarea bastante complicada puesto que todo él es una pieza compacta y difícilmente divisible, pero puestos a elegir los “singles” del disco por llamarlos de alguna manera sí que podríamos nombrar algunos temas como “Apocalyptic love”, “One last trill”, “You are a lie”, “Hard & fast” o “Halo” como piezas representantes del estilo hard-rock más contundente de mediados de los 90’s; “Anastasia”, cuya introducción recuerda en parte al “Babe I’m gonna leave you” de los Led Zeppelin pero cuyo cuerpo es un hard-rock metallero denominación de origen con un cierto toque épico; “Not for me”, posiblemente el tema más apoteósico del disco donde Slash se recrea en los solos central y final del tema y donde Myles Kennedy sube desde los niveles más bajos de su garganta hasta unos niveles de agudos imposibles; y la única balada del disco titulada “Far away”, que siendo balada no por ello es pastelosa o mierder como se podría haber esperado. Vamos, que al final he acabado nombrando casi todos los temas del álbum. Al margen de particularidades, el sonido global del disco es fresco y nada anticuado como ocurre cuando músicos de los 90’s reaparecen para intentar hacer lo mismo que hacían cuando estaban en el punto álgido de su carrera pero veinte años después. “Apocalyptic love” es un disco de un hard-rock totalmente adaptado a los tiempos que no suena para nada casposo, rancio o anacrónico.

Evidentemente nadie va a descubrir nada de Slash ni de sus cualidades como guitarrista a estas alturas de la vida, pero el tándem que ha formado con Myles Kennedy, un tío con personalidad propia, con talento vocal, creativo y compositivo tiene una pinta acojonante si éste llegara a tener continuidad. Un tipo como Myles Kennedy era justo lo que venía necesitando Slash desde hacía muchos años para salir un poco de la mediocridad en la que injustificadamente se ha visto envuelto durante años. Evidente e irremediablemente Slash siempre será el ex–guitarrista de Guns N’ Roses y en sus conciertos nunca podrán faltar ni “Sweet child o’ mine”, ni “Paradise City”, pero si éstos pueden ser interpretados por un vocalista a la altura de las circunstancias y además ir acompañados de temazos como los que componen “Apocalyptic love”, pues mejor que mejor. Esperemos que esta hermandad Slash-Kennedy dure por muchos años.

lunes, 1 de julio de 2013

Searching for Sugar man (Malik Bendjelloul) 2012

Yo creo que a estas alturas todo Cristo sabrá qué es eso de “Searching for Sugar man”. Sí, lo sé, ya voy tarde, pero bueno, por si todavía hay alguien que vaya más rezagado que yo (que ya es decir), pues voy a dar unas pequeñas pinceladas sobre la sinopsis de la película para ponernos en situación.

“Searching for Sugar man” es el poligalardonado documental sobre la vida y obra del cantautor underground de origen mexicano afincado en Detroit conocido como Rodríguez. A principios de los años setenta Rodríguez grabó dos álbumes titulados “Cold Fact” (1970) y “Coming from Reality” (1971) pero el poco éxito de sus trabajos en el mercado musical americano, ya sea por la incomprensión del público o por la falta de promoción por parte de la compañía discográfica, provocó que enseguida abandonara el mundo de la música teniendo que volver de nuevo a su profesión de empleado de la construcción. Lo que no se imaginaba de ningún modo es que, mientras él volvía a los andamios para ganarse la vida tras fracasar en el difícil negocio de la música, durante los años setenta y ochenta en Sudáfrica su álbum “Cold Fact” se convertiría en todo un símbolo en la lucha contra el apartheid gracias a sus letras comprometidas y reivindicativas, llegando a convertirse en el ídolo anónimo de toda una generación. Nadie sabía nada del artista conocido como Rodríguez pero todos los jóvenes sudafricanos conocían sus canciones, algunas de ellas incluso prohibidas por la censura. Fueron miles las leyendas urbanas que circularon sobre Rodríguez, sobre su procedencia, sobre su vida e incluso sobre su hipotética trágica muerte, pero nunca jamás nadie llegó a saber la verdad sobre él. Fue a mediados de 1990 cuando un fan del artista (Stephen “Sugar” Segerman) y un escritor y periodista musical (Craig Strydom) decidieron comenzar la búsqueda de Rodríguez siguiendo pistas, atando cabos y entrevistándose con diferentes personajes del hipotético entorno de Rodríguez, hasta que finalmente consiguieron dar con él e incluso hacerle volver a la música. “Searching for Sugar man” trata precisamente sobre todo esto.

Al margen de lo fascinante que pueda resultar la historia, de la forma tan brillante en la que Malik Bendjelloul consigue que el espectador se ponga en contexto, de lo admirable que fue el trabajo de las dos personas que decidieron aunar esfuerzos para ponerse a buscar a Rodríguez y de la sensación de injusticia artística con la que uno se queda al final del documental; la verdad es que no tiene ni punto de comparación el haber visto “Searching for Sugar man” durante la semana del estreno que haberlo visto en DVD varios meses más tarde. ¿Qué por qué? Pues porque no es lo mismo ver un documental sobre la búsqueda de un artista desaparecido de cuya vida no se sabe absolutamente nada desde hace cuarenta años sin tener ni puta idea de cómo va a terminar la historia, que verlo después de que todo el mundo hable de él, de haber escuchado unas cuantas veces la banda sonora de la película en Spotify, de haber visto al mismísimo Rodríguez actuando en decenas de grabaciones de YouTube e incluso de haberlo visto programado en el cartel del festival Primavera Sound celebrado en mi misma ciudad (aunque luego se cayera y no llegara a venir). Supongo que es algo inevitable el enterarse del final de la historia, mucho más incluso que si se tratase de una película normal y corriente puesto que los Spoilers son hasta cierto punto evitables pero a un tío de verdad que va actuando por medio mundo no se le puede esconder para que nadie se entere de que lo han encontrado, pero la cuestión es que este hecho no deja de quitarle como mínimo un 70% de encanto y emoción al metraje.

A pesar de haberlo visto sin la emoción de no saber cómo iba a terminar todo, reconozco que el trabajo que hay detrás del documental es sencillamente genial. Tanto por lo que respecta a la investigación llevada a cabo por Stephen “Sugar” Segerman y Craig Strydom, como por el trabajo de recreación de los ambientes de las calles y los antros de mala muerte del Detroit de los años sesenta. Además, la banda sonora (que fue el principal motivo por el que me interesé por este documental y no tanto por las buenas críticas que pudiera tener o por la infinidad de recomendaciones que he recibido sobre él durante los últimos meses) ya de por sí vale muchísimo la pena te guste el género documental o no.

La pregunta que uno se hace al final de “Searching for Sugar man” es la siguiente: ¿Cuántos casos de talentos incomprendidos y desaprovechados habrá habido a lo largo de la historia (aunque no hayan sido iconos contraculturales de ninguna generación) y cuántos grandes artistas nos habremos perdido por el simple hecho de no haber pasado el siempre discutible filtro del criterio de los empresarios de la industria musical? No tengo ningún dato que lo confirme ni me pienso poner a investigarlo como hicieron Segerman y Strydom porque ahora mismo he quedado, pero me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que el caso de Sixto Rodríguez no es ningún caso aislado ni ninguna excepción que confirma la regla.