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domingo, 18 de agosto de 2013

Concierto de Mark Knopfler (Poble Espanyol, Barcelona 25/07/2013)

El ex–líder de Dire Straits aburre a las piedras en la Ciudad Condal

Como ya comenté en Diciembre del año pasado cuando reseñé la edición especial de “Alchemy Live”, estaba ultrailusionado con poder asistir a un concierto del que fue mi primer ídolo musical. Contaba yo con diez años y ya hablaba de Dire Straits y de su líder Mark Knopfler como el que con esa edad habla del delantero centro de su equipo de fútbol preferido, de un personaje de su serie de dibujos favorita o del protagonista de la película de acción de moda en ese momento. No es que me las quiera dar de joven yo aquí ahora, pero la verdad es que nunca tuve la oportunidad de ver en vivo a Dire Straits. Además, por unas cosas o por otras, ninguna de las últimas veces que Mark Knopfler ha pasado por Barcelona he podido ir a verlo. El caso es que cuando vi anunciado que en verano de 2013 el ex-líder de los Dire Straits arrancaba la gira española de promoción de su último disco en solitario en el Poble Espanyol de Barcelona, no dudé ni un segundo en ponerme en contacto con mi hermano (personaje imprescindible en la historia de mi pasión por Dire Straits) para comunicárselo y comprar las dos entradas. No he seguido casi nada de la carrera en solitario de Mark Knopfler, de hecho me quedé en el primer disco titulado “Golden heart” (1996) que no me desagradó ni mucho menos pero que, al no ser mi estilo preferido, hizo que me desconectase por completo del giro country-celta que había adquirido la nueva etapa musical del escocés a pesar de publicar éste un disco prácticamente casi cada dos años. Pero claro, uno siempre piensa que cuando una leyenda de la música realiza una gira de conciertos para promocionar su nuevo trabajo, sí, interpreta alguno de sus nuevos temas y tal, pero que la base fundamental de los conciertos va a consistir en la interpretación de aquellos temas que hacen a la gente pagar 62 Euros para ir a verlo en directo, los de toda la vida, los que le han llevado a la fama y por los cuales ahora mismo tiene el nombre, la reputación y la fama que tiene. Con Aerosmith, The Cult, Sebastian Bach, Lenny Kravitz, Muse, Jamiroquai, Bon Jovi, Metallica y un largo etcétera de artistas a los que he ido a ver en los últimos años así ha sido. Pues bien, Mark Knopfler ha resultado ser la excepción que ha confirmado la regla.

Eran aproximadamente las 21:45h. cuando, tras un cuarto de hora de cola, conseguí entrar en el recinto del Poble Espanyol de Barcelona. La última vez que estuve allí para presenciar un concierto fue dos años y seis días atrás exactamente para ver a Jamiroquai. La calidad del sonido y del espectáculo en aquella ocasión no fueron los mejores precisamente, así que tampoco esperaba un gran sonido en esta ocasión. Para el que no lo conozca, el Poble Espanyol de Barcelona es un recinto abierto donde se recrean distintas calles, lugares, edificios y monumentos arquitectónicos de la geografía española. Durante los meses de verano, en la plaza central del recinto se celebran conciertos y espectáculos de grandes artistas del panorama musical internacional. Es un entorno muy agradable para disfrutar de una velada musical veraniega al aire libre pero tiene el problema de que, al tratarse de una plaza como podría ser la de un pueblo cualquiera, ésta está rodeada de edificios, arcos, calles y recovecos que no son del todo apropiados para gozar de unas buenas condiciones acústicas. El caso es que mientras esperaba el inicio del concierto algo me hizo augurar que lo que íbamos a presenciar no iba a ser una fiesta “remember” de grandes éxitos de Dire Stratis. Junto a la batería, teclados y guitarras colocadas en el escenario, también podía verse un contrabajo, varias mandolinas, ukeleles, bouzoukis, flautas, gaitas y violines esperando en sus respectivos soportes. No hace falta ser demasiado inteligente para ver esto y darse cuenta de que el “set-list” del concierto iba a estar más próximo a la última etapa de Mark Knopfler que a la primera. Una lástima no haberme jugado el precio de la entrada con alguien a que así sería.

Pasaban seis minutos de las 22:00h. cuando los músicos que acompañan a Mark Knopfler en esta gira salían al escenario para colocarse paulatinamente en sus respectivas posiciones. Segundos después, un personaje ataviado con una gabardina confeccionada con los colores de la “Union Jack” aparecía por el flanco izquierdo del escenario para darnos la bienvenida a todos los allí presentes y presentar al legendario Mark Knopfler. Vestido completamente de azul y con su ya clásica Fender Stratocaster roja al hombro, Mark Knopfler iniciaba el concierto con los primeros acordes de uno de los principales éxitos de su carrera en solitario, el tema “What it is” publicado en su segundo álbum titulado “Sailing to Philadelphia” (2000). Sin duda fue una gran elección para iniciar el show de forma enérgica consiguiendo con ella que el público se entregase por completo, entrega que tuvo su continuidad con el pseudo-rockabilly “Corned Beef City” extraído de su nuevo disco “Privateering” pero que no supo aprovechar al encadenarlas con “Privateering”, el country que da título al nuevo trabajo, y “Hill farmer’s Blues”, una canción publicada en “The Ragpicker's Dream” (2002). En general estos dos temas dejaron al público barcelonés algo indiferente por no decir sumido en el mayor de los planchazos. No es que sean malos temas y en absoluto estuvieron mal ejecutados, pero el bajón anímico que provocaron en una audiencia entrada ya en años pero con ganas de marcha fue considerable.

Dicha actitud del público cambió por completo cuando Knopfler comenzó el inconfundible arpegio inicial de “Romeo and Juliet” en su mítica guitarra National Style-O que todo el mundo conoce por aparecer en la portada del clásico de Dire Straits “Brothers in arms”. Éste fue uno de los momentos álgidos de la noche (de los pocos que hubo) que no duró demasiado porque el “set-list” prosiguió con esa especie de milonga latina titulada “Postcards from Paraguay” que fuera publicada en el álbum “Shangri-La” (2004), el country “Marbletown” extraído del disco “The Ragpicker's Dream” (2002), un tema poco interpretado durante la gira de Mark Knopfler como es “Song for Sonny Liston”, también de “Shangri-La”, y otro tema de corte country como “Speedaway at Nazareth” del álbum “Sailing to Philadelphia”. Vuelvo a repetir que todas ellas son buenas piezas musicales y que los músicos que acompañan a Knopfler son excepcionales; pero considero que un repertorio como este, compuesto por temas tranquilos, la mayoría de ellos de más de cinco minutos de duración y en los que lo que prima es la calidad interpretativa más que la fuerza o la pasión expuesta en su interpretación, es mucho más apropiado para otro tipo de entorno como puede ser un teatro o una sala con sus localidades de asiento que para un concierto al aire libre. A pesar de todo, la calidad del sonido era magnífica quedando de esta forma patente que para disfrutar de un buen sonido quizás no sea tan importante el entorno en sí como el técnico que lo controla.

Durante toda la actuación pudimos asistir a momentos de virtuosismo musical por parte de los integrantes de la banda, alguno de ellos ya viejos conocidos del entorno de Mark Knopfler. En las guitarras de apoyo y ukelele le acompaña Richard Bennett, un discreto señor de sesenta y un años que más que un guitarrista parece el conserje de una finca o un profesor de ciencias naturales, pero que lleva con Knopfler desde 1994 y que ha trabajado como músico de estudio con grandes artistas como puedan ser Neil Young, Billy Joel, Barbara Streisand y un largo etcétera. En el bajo y contrabajo le acompaña Glen Wolf, otro grandísimo músico que lleva con él desde 1996 y que también ha trabajado con Bryan Adams, Kenny Rogers o Bob Seger entre otros. Es una auténtica maravilla ver tocar a Glen Wolf porque lo mismo le da tocar el bajo eléctrico con púa que con los cuatro dedos, que tocar el contrabajo con la mano o hacerlo con arco de violoncelo. Por lo que respecta a la batería, Ian Thomas, otro reputado músico de sesión que ha trabajado con artistas como Eric Clapton o Steve Winwood fue el encargado de marcar el ritmo de la banda. Otro viejo conocido de los estudios de grabación como Jimi Cox fue el encargado del piano, el órgano y el acordeón. Jim Cox ha grabado con gente tan dispar como Elton John, Barbara Steisand, Aerosmith, Pink, Henry Mancini, Neil Diamond, Ringo Star o B.B. King y su labor con el órgano “Rhodes” y el acordeón fue fundamental a la hora de recrear los sonidos más cincuenteros y de aires más celtas respectivamente. En el sintetizador y en las guitarras acústicas Mark Knopfler vuelve a contar con Guy Fletcher, el ex–teclista de Dire Straits. Desde la grabación de “Brothers in arms” en 1985 hasta la actualidad, Mark Knopfler y Guy Fletcher han sido prácticamente inseparables, tanto durante los años con Dire Straits como durante toda su carrera en solitario, habiendo pasado también por los Notting Hillbillies, y no sólo como músico de sesión y de directos sino también como arreglista y productor de alguno de sus discos. Pero además, la trayectoria de Guy Fletcher no se ha limitado a ser únicamente la mano derecha de Knopfler sino que también ha colaborado con otros grupos y artistas de renombre como Roxy Music, Mick Jagger, Tina Turner, Willy DeVille, Bryan Ferry o Cliff Richard entre otros. Y para acabar con el repaso de la banda, mención especial merecen dos músicos cuya aportación en el concierto fue verdaderamente imprescindible. Me refiero a Michael McGoldrick y a John McCusker, dos reputados músicos de estudio que con esos apellidos cualquiera puede imaginarse de dónde son sus orígenes y a qué se dedican. En efecto, ellos son los que le dan el toque irlandés al sonido (pese a ser ambos británicos de nacimiento), siendo Michael McGoldrick el encargado de la flauta, la gaita y en ocasiones algún instrumento de cuerda, y John McCusker el encargado del violín y del cistro. Ambos tuvieron momentos brillantes durante toda la actuación haciendo saltar los aplausos espontáneos del público en diversos momentos de la noche como el que iba a venir a continuación.

Llevábamos ya una hora y media de concierto cuando la gaita de Michael McGoldrick comenzó a sonar con las primeras notas del tema instrumental “Father and son” que Mark Knopfler compusiera y grabara en 1984 para la banda sonora de la película “Cal”. Fue un momento de despliegue sonoro y musical de la mejor calidad que dio paso a la recta final del concierto compuesta por el tema “Gator Blood” perteneciente a “Privateering”, la aclamadísima “Telegraph Road” de Dire Straits y “I used to could” también de “Privateering”. Las emociones que despertó y los rostros de felicidad que arrancó entre el público la interpretación de “Telegraph Road” fueron incomparables con la actitud provocada por cualquiera del resto de las canciones del “set-list”. Pero parece que Mark Knopfler es totalmente ajeno a este hecho o directamente le es indiferente porque de lo contrario no desplegaría un repertorio de trece canciones incluyendo únicamente dos de Dire Straits: “Brothers in arms” y “Telegraph Road”. En cualquier caso, tras “I used to could” la banda se retiraba para volver a aparecer sobre las tablas al cabo de pocos minutos para complacer a un público que durante todo el concierto llegó a solicitar a gritos temas como “Sultans of swing”. Lamentablemente no fue ni “Sultans of swing”, ni “Tunnel of love”, ni “Money for nothing”, ni ninguno de los temas más enérgicos y esperados de Dire Straits el que sonó a continuación. Muy al contrario, la canción elegida para cerrar la noche fue uno de los más sosos y aburridos que recuerdo de la discografía del grupo escocés: “So far away”. Tras él, la banda dudó entre si retirarse definitivamente o continuar hasta que, quién sabe si de forma natural o ficticia (+1 a la opción 2), el mismo Mark Knopfler convencía a sus músicos para volver a sus puestos y finalizar el concierto con “Going home”, el tema principal de la banda sonora de la película “Local hero”, escrita y registrada por Mark Knopfler allá por el año 1983.

De esta forma, y tras dos horas de reloj clavadas, llegaba a su fin un concierto que llevaba esperando muchísimos años pero tras el cual me sentí tremendamente decepcionado. Jamás he asistido a un concierto de una gran estrella internacional del que no me hubiera importando salir antes de su finalización. Quizás alguien pueda decirme: “Chaval, fuiste a ver a Mark Knopfler, no a Dire Straits” y no le faltará razón, pero a juzgar por los comentarios generales de la gente al salir del Poble Espanyol, tanto yo como la mayoría de los allí presentes nos sentimos realmente defraudados con la actuación de aquella noche. Desde mi humilde opinión, quizás Mark Knopfler debería escuchar un poco más lo que la gente que le paga le pide si con el paso de los años no quiere pasar de ser uno de los guitarristas y compositores más respetados del panorama musical internacional a uno de los músicos más coñazos del siglo XXI. Está muy bien grabar discos haciendo la música que a uno le gusta, pero los conciertos también son para que la gente que te admira se lo pase bien, no para que se aburran como putas ostras viéndote tocar.

martes, 7 de agosto de 2012

Concierto de The Cult (Sala Razzmatazz, Barcelona 17/07/2012)

The Cult: Hard Rock en piloto automático

Una vez más me encontré en la tesitura de tener que elegir entre gastarme la pasta para ver a unos clásicos de la historia del rock, actualmente de capa caída pero que en sus días de gloria no pude llegar a ver por pillarme demasiado joven; o ahorrármela, dejar que me lo contasen al día siguiente y quizás no volver a verlos jamás. En este caso se trataba de The Cult, la camaleónica banda británica liderada por Ian Astbury y Billy Duffy que acaban de publicar un nuevo disco titulado “Choose your weapon” y que se encuentran promocionándolo por los escenarios de medio mundo. Ni qué decir tiene que finalmente decidí asistir a mi cita con el rock and roll porque de lo contrario no estaría escribiendo esto, así que pasé por caja y me planté un martes por la tarde en la sala Razzmatazz para ver a los míticos The Cult y revivir así tiempos mejores

Como en todos los conciertos que tienen lugar en Barcelona en días laborables (que últimamente suelen ser la mayoría), la sala Razzmatazz abrió sus puertas muy temprano, sobre las 19:30h. para ser exactos, dando así tiempo suficiente al que quisiera entrar a presenciar la actuación de los teloneros de la noche, esa clase de bandas que supuestamente se encargan de calentar el ambiente antes de las actuaciones principales pero que a mí y a muchos de los asistentes a conciertos más nos molestan que otra cosa. Primero porque habitualmente a nadie le importa un carajo la banda telonera de turno, sea quien sea, y segundo porque lo único que consiguen estos grupos es retrasar el concierto que todo el mundo ha ido a ver. En esta ocasión los artistas invitados fueron la nueva reencarnación del grupo escocés G.U.N., la que fuera una banda de éxito a principios de la década de los noventa (y digo de éxito porque únicamente tuvieron uno, aquel “Better days” que pegó tanto la brasa en las cadenas musicales y en los programas de videoclips de aquella época) pero que tantas veces cambió de formación y de estilo a lo largo de su carrera. A decir verdad, no puedo opinar sobre la actuación de G.U.N. porque, entre meterme una hora antes a la sala Razzmatazz a cocerme de calor mientras toca un grupo que no me interesa ni lo más mínimo, y quedarme una hora más sentado en una terraza comiéndome un bocadillo y tomándome un par de cervezas hasta que se hiciera la hora del concierto de The Cult, opté por la segunda opción. Así que de G.U.N. no diré absolutamente nada.

El inicio de la actuación de The Cult estaba programado para las 21:00h. Sobre las 20:30h. la sala ya estaba llena hasta los topes de una legión de seguidores que no destacaban por su juventud precisamente. Visto lo visto, podríamos decir que The Cult no es una de esas bandas que hoy en día capten a las nuevas generaciones de seguidores a sus conciertos. Nada de eso. Los que hoy en día siguen a The Cult son aquellos que lo llevan haciendo durante toda la vida y muchos no sólo lo demostraron con sus canas, su alopecia galopante u otros signos inequívocos de la acumulación de años en el ser humano, sino también con sus camisetas (antiguamente negras, hoy ya grises) compradas en conciertos de las giras promocionales de discos como “Electric”, “Sonic Temple” o “Ceremony”. Estudios sociológicos y antropológicos al margen, como viene siendo habitual en los conciertos celebrados en la sala Razzmatazz durante los meses de verano, a medida que iba pasando el tiempo el calor, la humedad y la carga del ambiente hacían que la espera fuera realmente insoportable. Tanto es así, que antes de comenzar el concierto yo ya estaba pensando en la hora de salir. Para más inri, a las 21:15h. los técnicos aún andaban pululando por encima del escenario probando los instrumentos y los equipos de voces mientras una música de fondo absolutamente lamentable torturaba a los presentes.

Ya empezaban a oírse los primeros pitos entre el público y yo ya empezaba a derramar mi sexto o séptimo litro de sudor en lo que llevábamos de noche cuando, a las 21:30h., las luces de la sala se apagaron para dejar que el escenario se tiñera de un color verde selvático y que la música infame dejara paso a unos cánticos infantiles acompañados por una contundente percusión. Fue un claro anuncio de que, con más de media hora de retraso, en breves instantes The Cult iban a saltar a escena. Y así fue. Ian Astbury con pandereta en mano, gafas de sol, el pelo recogido en un moño y ataviado con una chaqueta con pelliza en el cuello (muy apropiada para le temperatura que teníamos en Barcelona, sí señor), y Billy Duffy con su mítica Gretsch blanca colgada del hombro y vestido con una camiseta negra sin mangas (se confirma que Billy Duffy es el listo del grupo), salían de los camerinos en la oscuridad y ocupaban sus lugares del escenario acompañados de la enésima formación de The Cult compuesta esta vez por Chris Wyse en el bajo, John Tempesta en la batería y Mike Dimkich en la guitarra rítmica. Sin mediar palabra, The Cult arrancaron el show con los temas “Lil' Devil”, “Honey from a knife”, “Rain” y “Fire woman” interpretados uno detrás del otro, con una brevísima pausa entre uno y otro, sin saludar, sin dar la bienvenida a la gente, ni nada de nada.

Y así, sin adornos, sin mucha parafernalia escénica, pero metiéndose en el bolsillo al acalorado público únicamente con sus canciones, The Cult completaron la cuarta parte del que iba a ser el “set-list” del concierto de Barcelona. Aunque pueda parecer extraño lo que voy a decir, el sonido era magnífico. Y digo que puede parecer extraño porque lo normal en Razzmatazz es que los conciertos se escuchen como si el que los presencia tuviera la cabeza metida en un water. No fue el caso del show de The Cult. Desde mi posición, justo delante de la mesa de control, el sonido era fenomenal y en particular la guitarra de Billy Duffy sonaba impecable aunque éste le echara bronca al técnico al poco de empezar el concierto por ese tipo de cosas de las que sólo el que está encima del escenario se percata. A Ian Astbury, por su parte, en ocasiones le costaba bastante llegar a las notas más agudas, y es que el paso de los años no le ha hecho demasiada justicia tanto física como vocalmente hablando. Pero en general, todo estaba sonando bastante mejor de lo que yo esperaba.

Fue después del aclamado “Fire woman” cuando Ian Astbury se dignó a dirigirse al público con un “¡Muchachos, muchachas, mucho caliente!” (no te jode, pues quítate la pelliza si tanto calor tienes) y anunciar que The Cult estaban de gira presentando un disco muy bonito llamado “Choose your weapon” al cual pertenecía la siguiente canción que iba a sonar: “Lucifer”. Este tema, que sirvió en su día como adelanto del nuevo LP de los británicos, antecedió a dos temas del álbum “Love”, concretamente “Nirvana” y “The Phoenix”, los cuales darían paso a “Embers”, aquella semi-balada incluida en uno de esos discos digitales bautizados como “Cápsulas” que hace unos años publicaron a través de Internet y que aportaron más bien poco a la discografía del grupo.

Y entonces llegó el momento surrealista de la noche. Viendo la entrega del público y consciente de haber sido bastante soso con ellos hasta el momento, Ian Astbury se vino arriba en banderillas y empezó a cantar el clásico cántico futbolero de “¡¡¡Campeones, campeones, oeoeoé!!!”. Al no recibir respuesta por parte de la audiencia, el tipo se extrañó y preguntó (en su idioma, claro): “España campeona de Europa de fútbol, ¿no?” a lo que parte del público le respondió con una sonora pitada y con los puños en alto apuntando con el dedo pulgar hacia abajo. No entendiendo nada, Ian Astbury contestó con un “Bueno, que le den por el culo al fútbol, vamos a hacer rock and roll”. Y es que eso sólo pasa en Barcelona. Muchos artistas extranjeros vienen a Barcelona y desconocen todos los líos de nacionalismos, independentismos, separatismos y catalanismos. Entonces, con la intención de ganarse al público, tan pronto pegan un berrido a los cuatro vientos con un “¡Viva España!” como yo he llegado a oír a los Symphony X o a Sebastian Bach, como te sacan una mega bandera española proyectada en las pantallas como yo he llegado a ver en el concierto de Aerosmith, como te sueltan cánticos de celebración de victorias de la Selección Española de fútbol como fue el caso de los The Cult. Independientemente de lo que piense cada uno sobre estos asuntos, la gente debería ser consciente de que los músicos no tienen ni puta idea de este tipo de movidas políticas, así que creo que se debería ser más comprensivo cuando pasan cosas de estas ya que a nadie le gusta recibir una pitada de forma gratuita y no es bueno para el buen transcurso de un concierto poner a los músicos en situaciones incómodas o embarazosas. Por su parte, los músicos deberían centrarse más en hacer música y en ser buenos artistas encima del escenario que en meterse en berenjenales de este tipo, o al menos deberían informarse o ser informados un poco mejor de la cultura del lugar que visitan antes de meter la gamba. Ejemplo de ello son Bruce Springsteen, Bon Jovi o los Rolling Stones por poner algunos ejemplos, que incluso llegaron a dirigirse al público de Barcelona en catalán.

Pasado este momento absurdo, The Cult encarrilaron la recta final del concierto con una colección de canciones compuesta por “The wolf”, “Wild flower”, “Rise” y “For the animals”, todas ellas bastante más oscuras que las que habían sonado hasta el momento. Como en el resto del concierto, cada uno de los miembros del grupo iba a lo suyo, sin muchos aspavientos, sin apenas intercambios de miradas entre los dos líderes Ian Astbury y Billy Duffy, únicamente con algún que otro intento de malabarismo de Asbury con su pandereta y algún molinete con el brazo derecho sobre la guitarra por parte de Duffy, pero poco más. Vamos, más o menos como el que está trabajando en una línea de montaje y ya está esperando a que llegue la hora del bocadillo. Y más o menos fue esto lo que pasó a continuación, lo del bocadillo digo, porque tras este bloque de temas pesados y, en mi opinión, bastante “corta-rollos”, le llegó el turno al clásico “She sells the Sanctuary” con el que la banda se retiraría a los camerinos (quién sabe si a por el bocadillo) antes de dar inicio al primer y único “bis” de la noche.

A esas alturas del concierto (ya eran las 22:30h. pasadas), con todos los clásicos de The Cult ya interpretados y con el tremendo calor que estábamos soportando en la sala, el que escribe lo que menos deseaba era un “bis” largo que le hiciera permanecer allí una hora más. Sí, había pagado mi entrada y no barata precisamente, pero mi cuerpo necesitaba oxígeno y mi piel aire fresco. Al parecer el grupo debió escuchar mis deseos. Pasados unos minutos, The Cult volvieron a aparecer en el escenario con Ian Astbury hojeando un ejemplar del diario El País. Por lo visto alguno de los redactores del rotativo había escrito algo sobre él y no le debió gustar demasiado porque empezó a despotricar contra la prensa, soltó el sonido de un cuesco contra el micrófono, hizo como si se limpiara el culo con el periódico y lo tiró al suelo bajo los aplausos de la gente que, me apostaría el cuello, la mayoría no entendió nada. Tras este acto de rebeldía y transgresión (nunca jamás otro músico de rock ha rajado contra la prensa, qué va) iniciaron la fase final del concierto, una fase final que comenzó con la tristona “Life \ Death” extraída del último LP del grupo y que acabó de forma apoteósica con “Spiritwalker” y “Love removal machine” durante las cuales Ian Astbury decidió soltarse el pelo y quitarse la gafas de sol para que todos viéramos que realmente era él y no el hijo secreto de Jack Nicholson.

Y de esta forma, a las 23:00h. clavadas, The Cult completaron su concierto de algo menos de una horita y media, un concierto que podríamos decir que fue magnífico en lo musical. Tocaron los principales temas de su nuevo álbum, los grandes éxitos de la historia de la banda, sonaron bien en una sala poco propensa a sonar bien y, en resumen, aprobaron con nota alta la asignatura de la elección y despliegue de un repertorio encima de un escenario. En lo que se refiere a la magia, a la química, y a la conexión entre músicos y público y entre los mismos músicos, la banda de Asbury y Duffy suspendió con un muy deficiente. The Cult vinieron a Barcelona a cumplir y eso fue sin duda lo que hicieron. Ni más ni menos.

domingo, 8 de julio de 2012

Concierto de Sebastian Bach (Sala Bikini, Barcelona 20/06/2012)

Cómo alcanzar la madurez sin perder ni un ápice de dignidad

No tenía ni pajolera idea de que Sebastian Bach, ex-líder y vocalista de la mítica banda de hard-rock de los 90's Skid Row, se encontrase de gira por Europa promocionando su último álbum en solitario titulado “Kicking and Screaming”. De hecho es que ni siquiera sabía de la existencia de este disco porque, la verdad sea dicha, ando bastante desconectado de todo lo que tiene que ver con el heavy-metal, género que en su día me interesó pero que hoy por hoy y a mi edad, encuentro un tanto caduco y pasado de rosca. Lo último que sabía de Sebastian Bach era que estuvo teloneano a los nuevos Guns N' Roses de Axl “Botijo” Rose (lo cual le trajo a Barcelona hace un par de años) y poco más. El caso es que cuando me dijeron que Bach volvía a Barcelona y me animaron a asistir al concierto, tuve mis dudas. Por un lado, gastarme 31 Euros en el concierto de un cantante venido a menos, un miércoles laborable, no me apetecía demasiado. Pero por otro lado, por ser en la sala Bikini (sala en la que por sus dimensiones y sus propiedades acústicas se disfruta de la música mucho más que en cualquier otra) y pensando con la misma mentalidad que me hizo ir a ver a Bon Jovi y que me ha hecho comprar una entrada para ver en Octubre a Extremoduro, al final decidí ir a ver a Sebastian Bach porque, a pesar de no estar dentro de mis artistas preferidos, quién sabe si voy a volver a tener la oportunidad de verlo alguna otra vez. La verdad es que no pude tomar mejor decisión.

Las puertas de Bikini se abrieron sobre las 20:00h. aunque no fue hasta las 21:00h. cuando dio comienzo la actuación de los teloneros, una joven banda de Madrid llamada Ángeles que cumplían a rajatabla todos los patrones estilísticos del hard-rock californiano de principios de los 90’s pero que demostraron tener mucha más actitud y pose rockera que talento musical. Seamos justos, no tocaban del todo mal, pero la verdad es que transmitieron más bien poca cosa. De su actuación destacaría momentos puntuales como cuando su cantante y guitarrista (el tal Alone) olvidó la letra de su propia canción o como cuando él mismo se colgó del hombro una guitarra Gibson Flying V blanca con la que a cualquier guitarrista se le caería la baba, pero que cuando se dispuso a tocarla ésta no funcionaba. En general, Ángeles no aportaron demasiado en una noche en la que todo el mundo venía a ver a un mito del hard-rock mundial como es Sebastian Bach y sólo con su versión del tema “Sin City” de AC/DC cantado por el guitarrista principal (el tal Bastard que, por cierto, demostró cantar bastante mejor que el tal Alone) consiguieron enganchar al aforo de la sala Bikini poco antes de abandonar las tablas. Finalizada la actuación de Ángeles, su bajista (el tal Wild) y su batería (el tal Jota “El Choclo”) se volvieron locos regalando entre el público asistente copias del primer EP de la banda y baquetas de batería como si no hubiera mañana.

Antes del inicio de la actuación de Ángeles y durante el descanso previo al concierto de Sebastian Bach aproveché para observar al público que paulatinamente iba poblando la sala Bikini. Si alguien hubiera grabado imágenes de los asistentes y más tarde me las hubiera pasado diciéndome que habían sido registradas en el año 1986 ó 1987, yo me lo hubiera creído sin dudarlo ni un segundo. Y es que siempre que se celebra un concierto de alguna leyenda del heavy de los 80’s ó 90’s, los recintos se acaban llenando de gente que parece que de pequeños se cayeron dentro de una marmita llena de heavy-metal o de gente que parece haber quedado atrapada en el tiempo y que pasen los años que pasen seguirá conservando su aspecto basado en pelo largo, color negro y cuero. Existen pocos géneros musicales en los que tenga lugar un fenómeno de fidelidad tan absoluta a una forma de entender, vivir, vestir y peinar la música por parte de sus seguidores independientemente de la edad que se tenga, y uno de ellos es el heavy-metal.

A eso de las 22:00h., los músicos que acompañan a Sebastian Bach en esta gira, es decir, el veterano Bobby Jarzombeck en la batería, el insultantemente joven Nick Sterling en la guitarra principal y Johny Chromatic y Jason Christopher en la guitarra y el bajo respectivamente, ocupaban sus posiciones en el escenario para arrancar con el apabullante tema de Skid Row “Slave to the grind”, al cual se incorporó, saliendo lanzado desde el “backstage” como alma que lleva el diablo, un Sebastian Bach ataviado con un chaleco de ante amarillo y unos pantalones brillantes de rayas rojas y azules. Los Wattios de potencia de las guitarras, el doble bombo de la batería y el más de metro noventa de Sebastian Bach agitando su larguísima melena, emitiendo alaridos con su desgarradora voz y dándole vueltas al micrófono como si del lazo de un “cowboy” se tratase, provocaron una sensación entre los asistentes al concierto similar a la que se debe de sentir cuando te sueltan seis toros bravos por la calle Estafeta de Pamplona durante cualquier encierro de las fiestas de San Fermín. Hacía tiempo que no veía empezar un concierto con semejante catarata de energía en un recinto tan pequeño.

Tras dar la bienvenida al público barcelonés y manifestar su amor por la Ciudad Condal, por su gente y por la obra de Gaudí (llegando incluso a comparar el diseño de sus pantalones con el estilo modernista del arquitecto catalán), la banda interpretó dos temas de su nuevo álbum, el homónimo “Kickinng & Screaming” y “Dirty power”, para acto seguido continuar con un par de temas más de Skid Row: “Here I am” y “Big guns”. Fueron pocos los temas de “Kickinng & Screaming” que sonaron durante todo el concierto, pero es que, no nos engañemos, dudo mucho que una mayoría de los allí presentes comprásemos nuestra entrada para escuchar en directo temas de Sebastian Bach en solitario y no para disfrutar de los clásicos de Skid Row de toda la vida.

Durante toda la actuación pudimos ver a un Sebastian Bach bastante en forma y disfrutando, con cuarenta y cuatro años de edad, de una segunda juventud. Para un tipo que ha llenado estadios, que ha tocado en Wembley, en el Rock in Rio, en Tokio y en grandes festivales compartiendo cartel con gente como Guns N’ Roses (en sus buenos tiempos), Metallica o Bon Jovi, verse de repente girando por pequeñas salas con un aforo máximo de quinientas personas y en días entre semana, sin lugar a dudas es como para un equipo de fútbol pasar de jugar la Champions League a jugar en Segunda División B. Aún así, Sebastian Bach se entregó al máximo, disfrutó e hizo disfrutar a la gente que fuimos a verlo con humildad, simpatía, buen rollo y ningún síntoma de estrellitis. Sin ir más lejos, bromeó con el hecho de que la última vez que vino a Barcelona tuvo el placer de compartir escenario con Guns N’ Roses y que, por esa razón, aquella noche quería invitar a subir al escenario a… ¡Axl Rose!... Evidentemente era broma, pero el joven Nick, siguiéndole el rollo, lanzó un “You know where you are????” imitando la voz de Axl en el tema “Welcome to the jungle” que pilló por sorpresa e hizo reír al propio Sebastian Bach.

Después del primero de los “gags” cómicos de la noche (que no sería el último), el show continuó con dos temas de relleno del anterior álbum de Bach “Angel down”, concretamente “(Love is) a bitchslap” y “Stuck inside” para, con buen criterio, continuar con otros dos éxitos de Skid Row como son “Piece of me” y “18 and life”, este último uno de los momentos estelares de la noche al que le siguió el segundo número cómico, esta vez a cargo de Nick Sterling. Si en cualquier concierto que se precie el público tira camisetas al cantante y éste y sus músicos obsequian al público con botellas de agua para paliar el calor y púas de guitarra, en esta ocasión Nick Sterling dio un giro de tuerca a la interacción músico-público e hizo algo que nunca he visto en todos mis años de espectador: Repartir plátanos entre el público. Sí, por lo visto el chaval se saca al escenario agua y fruta para ir reponiendo fuerzas durante los conciertos, y ante las muestras de entusiasmo y satisfacción de la gente pues quiso compartir su fruta con ellos. Francamente quedé bastante perplejo con este asunto porque jamás he visto ni creo que vuelva a ver a un guitarrista de rock lanzar plátanos al público, la verdad.

Y llegados a este punto dio comienzo la recta final del concierto la cual tuvo cierta irregularidad en la calidad de los temas elegidos. Este último bloque comenzó con una versión del tema “American metalhead” del grupo PainmuseuM que Sebastian Bach rebautizó como “Spanish metalhead”, y continuó con “As long as I got the music” (otro tema del último álbum de Bach) y una versión improvisada del tema “I want you to want me” de Cheap Trick de la cual ni los músicos se sabían las notas y el tono. De hecho, pareció más una broma interna de la banda que un tema del repertorio propiamente dicho. Tanto buen rollo y tanto cachondeíto provocó que, sin venir a cuento, desde las filas delanteras alguien le entregara a Sebastian Bach una “cheeseburger” de McDonals a lo que éste respondió con un “What the hell is this?”. Evidentemente Sebastian Bach ni la probó, pero Nick Sterling no tuvo ningún reparo en zampársela ante una gran ovación del público barcelonés. Después de este interludio cómico-gastronómico, el concierto prosiguió con el mítico “Monkey Business” de Skid Row y con los tres últimos temas de “Kicking and Screaming” que sonaron en toda la noche: “My own worst enemy”, “I’m alive” y “Tunnelvision”.

Quizás tanto tema seguido del último disco apagó un poco el entusiasmo de la gente, no por ser estos malos temas ni muchísimo menos, sino porque evidentemente no transmiten lo mismo que los temas clásicos de Skid Row, y más cuando aún quedaba alguno de los más importantes por sonar. Dos de ellos fueron los que Sebastian Bach se guardó sabiamente para el final del concierto. Creo que fueron pocos los asistentes que al ver a Nick Sterling colgarse la guitarra acústica no se imaginaron el tema que iba a sonar a continuación. Efectivamente se trataba de “I remember you”, posiblemente una de las baladas heavy más famosas de finales de los 80’s y principios de los 90’s que puso la piel de gallina a muchos de los allí presentes entre los cuales me incluyo. Tras él le llegó el turno otro himno imprescindible de Skid Row, “Youth gone wild”, con el que Sebastian Bach y los suyos acabaron el concierto y con el que se despidieron de la Ciudad Condal, no sin antes lanzar al público a modo de “frisbee” unos parches de batería firmados por todos los músicos.

A pesar de que Sebastian Bach físicamente ya no es lo que era, de que en ocasiones dio muestras de no llegar vocalmente hasta donde hace unos cuantos años llegaba con creces y de abusar bastante del “reverb”, en general el de la sala Bikini fue un magnífico concierto, cargado de fuerza, de nostalgia para aquellos que en su día conocimos a Sebastian Bach como cantante de Skid Row, y de buen rollo y buena química entre músicos y público. Además, durante todo el concierto el cantante canadiense nos dio a todos una lección de profesionalidad dejando claro que los músicos han ganarse al público día a día manteniendo la dignidad a través del trabajo bien hecho, en lugar de vivir eternamente del pasado y de los días de gloria que se fueron y nunca volverán como hacen muchas de las viejas estrellas que todavía siguen en activo arrastrándose por los escenarios de medio mundo. Un diez para el señor Bach.

jueves, 11 de agosto de 2011

Concierto de Jamiroquai (Poble Espanyol, Barcelona 31/07/2011)

Cinco mil entusiasmados seguidores asisten a una correcta jornada laboral de Jay Kay y los suyos

No es fácil para los seguidores españoles de Jamiroquai poder asistir a uno de sus conciertos. A juzgar por los destinos escogidos para actuar durante sus anteriores giras, parece que la banda británica sólo se anime a venir a España para pasar unos días de vacaciones o para tomar el sol en la playa puesto que, al margen del festival Rock in Rio celebrado en Madrid en Julio del año 2008, las últimas veces que Jamiroquai ha pisado España ha sido para tocar en lugares como Roses (un bonito pueblo costero de Gerona) o Gran Canaria. Para la actual gira de presentación de su nuevo disco “Rock dust light star” no parece haber cambiado mucho su criterio de selección de lugares ya que Barcelona, Málaga e Ibiza han sido los únicos puntos de la piel de toro en los que se ha tenido el privilegio de presenciar uno de los directos del grupo.

Dado lo difíciles que son de ver en directo, no tardaron en agotarse las cinco mil entradas que salieron a la venta para su concierto del pasado 31 de Agosto en Barcelona. El lugar elegido fue el singular Poble Espanyol, una especie de museo de arquitectura al aire libre ubicado en la montaña de Montjuic, por cuyas calles pueden encontrarse fieles reproducciones de algunos de los edificios más característicos de la geografía española, y cuya plaza central alberga durante las noches de verano conciertos de grandes estrellas del panorama musical internacional. Al público, que ya se agolpaba en la plaza una hora antes de comenzar el show, se le notaba entusiasmado y expectante, como emocionado por poder ver finalmente a una gran banda que ya lleva veinte años de carrera a sus espaldas. Lamentablemente este entusiasmo no fue del todo correspondido por el grupo.

Con la luz del sol todavía ocultándose en el horizonte, la banda formada esta vez por Paul Turner en el bajo, Rob Harris en la guitarra, Matt Johnson en los teclados, Derrick McKenzie en la batería y Sola Akingbola en las percusiones, subían al escenario acompañados por un trío de coristas negras y un trío de metales. Al cabo de unos instantes era Jay Kay, líder, vocalista y único componente de la banda original que queda en la formación, el que subía al escenario vestido con un sombrero de ala ancha y un chaquetón de flecos de estilo andino, bebiendo algo en un típico tazón de cerámica de desayuno. Entre que el escenario era relativamente pequeño para los doce músicos que componían la formación y la calma con la que estos ocuparon sus posiciones, cualquiera ya pudo intuir desde el primer momento que aquella noche no se iba a poder presenciar un espectáculo de Jamiroquai como el que podemos ver registrado en el DVD “Live in Verona”. Pero todo hay que decirlo; a Jay Kay se le ha diagnosticado recientemente una hernia discal de la que deberá operarse a finales de verano y la cual le ha obligado a cancelar tres conciertos de su gira, el último de ellos el que iba a tener lugar cuatro días antes en Bayona. Así pues, es más que probable que este contratiempo le condicionara a él, y por consiguiente a todo el grupo, a la hora de afrontar el concierto de Barcelona con mayor o menor entrega. El caso es que, tras un lapso de tiempo de preparación sobre las tablas y un breve “Buenas noches”, el grupo inició su actuación con el tema homónimo que abre su último disco de estudio titulado “Rock dust light star”.

A decir verdad, la calidad del sonido no era nada buena que digamos. Si bien es cierto que un escenario pequeño en medio de una plaza rodeada de edificios no es el entorno ideal para celebrar un concierto en unas buenas condiciones acústicas, los técnicos de sonido tampoco tuvieron su día. Desde el primer momento y hasta prácticamente el final del concierto, Jay Kay no dejó de dirigirse a la mesa de control indicando con gestos y señales poco amistosas que le subieran el volumen de la batería, de los teclados, de la guitarra, de las coristas y de todo en general, produciéndose en varias ocasiones incluso acoples de sonidos, algo verdaderamente imperdonable en un concierto de un artista de talla internacional. Aún así, parecía como si al único que le importasen estos problemas técnicos fuese al propio Jay Kay porque el público no dejó de botar, cantar y bailar desde el principio con temas como “Main vein”, “Canned heat”, “Little L”, “Cosmic girl”, “Alright”, “Hey Floyd” o “Feels just like it should” por nombrar sólo unos cuantos.

A medida que iba avanzando el concierto los problemas de sonido se fueron solucionando, pero el grupo siguió sin conectar demasiado con el público aunque el público sí con el grupo. En toda la noche no se produjo ni una sola vez la típica interacción entre “frontman” y público, la típica presentación de las canciones, ni ese tipo de cosas típicas que ocurren en todos los conciertos. El grupo se limitaba a tocar los temas, Jay Kay se limitaba a cantarlos sin moverse demasiado para lo que es él con algún que otro esporádico “Thank you” o “Gracias”, y el público se limitaba a cantar y a bailar todo lo que le echasen mientras en la pantalla trasera (único elemento visual del escenario además de la chaqueta de Jay Kay) se proyectaban imágenes de robots, bólidos, sistemas planetarios, helicópteros y hasta las pirámides de Egipto. Los momentos más especiales del concierto tuvieron lugar con la puesta en escena de una versión de diez minutos de “Love foolosophy” que comenzó con aires de “bossa nova”, con la versión más guitarrera de “Travelin’ without moving” en la que pudimos disfrutar de una flauta travesera y unas trompetas espectaculares, y con el mítico “Deeper underground” perteneciente a la banda sonora de la película Godzilla y con el cual se tiñó de humo y luces verdes el escenario y la plaza del Poble Espanyol.

Tras este tema el grupo se retiraba a los camerinos para aparecer al cabo de unos instantes nuevamente en el escenario y llevar a cabo el “bis” obligatorio. En este caso fue “White knuckle ride”, un tema perteneciente al último disco de Jamiroquai y en cuya puesta en escena Jay Kay pareció más animado de lo que había estado durante el resto del concierto, como celebrando que éste se terminaba. Tanto es así que incluso llego a pedir a ciertos seguidores de las primeras filas que le lanzasen discos y rotuladores que ellos mismos traían para devolvérselos convenientemente autografiados. Finalizado este “bis” de un único tema, el grupo se despedía de Barcelona y las luces de los focos de la plaza del Poble Espanyol se encendían dando por finalizada la actuación de Jamiroquai apenas dos horas después de su inicio.

La sensación que me quedó una vez terminado el concierto es que Jamiroquai habían venido a tocar a Barcelona sin muchas ganas de hacerlo, obligados por un contrato. Como tal, vinieron, hicieron su trabajo y se fueron sin más. Pese a ser todos unos grandísimos músicos, haber desplegado un “set-list” repleto de grandes éxitos de su carrera y haberlo hecho de una forma fantástica musicalmente hablando, en ningún momento me llegaron a transmitir emoción ni ninguna sensación especial porque en ningún momento me pareció que estuvieran sintiendo ellos mismos lo que hacían, simplemente estaban trabajando delante de cinco mil personas y eso se notó.

martes, 2 de agosto de 2011

Concierto de Bon Jovi (Estadi Olímpic Lluís Companys, Barcelona 27/07/2011)

La legendaria banda de New Jersey obsequia a Barcelona con tres horas de “rock de estadio” a la antigua usanza

Durante los meses previos al inicio de la gira europea de Bon Jovi hubo momentos de nerviosismo entre todos los que habíamos adquirido nuestra localidad para alguno de sus conciertos. Las alarmas saltaron cuando el guitarrista Richie Sambora decidía abandonar la gira americana tras el concierto celebrado el día 26 de Marzo en la ciudad canadiense de Vancouver para someterse a un tratamiento de desintoxicación por sus problemas con el alcohol. A pesar de dicho contratiempo, el grupo prosiguió con la gira sin él, contando con la colaboración del guitarrista Phil “X” Xenidis (que ha trabajado con Triumph, Alice Cooper, Rob Zombie o Daughty) desde el día 30 de Abril en New Orleans hasta el final de ésta. La idea de asistir a un concierto de Bon Jovi y no poder ver a Richi Sambora en la guitarra principal resultaba cuanto menos decepcionante, así que muchos anduvimos pendientes de Internet para seguir el transcurso de los acontecimientos. Por suerte, y para tranquilidad de sus fans del viejo mundo, Richie Sambora salió a tiempo de la clínica para iniciar el día 8 de Junio en Zagreb la gira europea del grupo, así que íbamos a poder verlo también en Barcelona.

Las puertas del Estadi Olímpic Lluís Companys se abrieron sobre las 18:00 h. pero no fue hasta las 20:00 h. aproximadamente que empezaron a actuar los teloneros, un par de bandas totalmente anónimas llamadas The Monomes y The Rebels que pasaron más que desapercibidas para las casi 45.000 personas que paulatinamente iban llegando al estadio para presenciar la actuación de Bon Jovi, los cuales no actuaban en la capital catalana desde el año 2008. Pese a ser la última semana del mes de Julio, la temperatura ambiente era agradable en la cima de la montaña de Montjuic y la espera no se hizo demasiado pesada teniendo en cuenta que el concierto estaba previsto que diese comienzo a las 21:45 h.

Para lo que son las estrellas del rock, Bon Jovi fueron realmente puntuales. Marcaban las 22:00 h. cuando las luces se apagaron y, mientras los músicos iban ocupando sus lugares, en la pantalla gigante de forma semicircular ubicada en el fondo del escenario comenzaron a proyectarse imágenes de planetas, constelaciones y esferas doradas en movimiento que acabarían conformando el que se ha convertido en el símbolo del grupo: un puñal alado atravesando un corazón. En ese mismo instante Jon Bon Jovi, ataviado con una casaca militar roja y pantalones de cuero al más puro estilo Policía Montada del Canadá, hacía su aparición en el escenario para entonar las primeras notas del clásico de los 80’s “Raise your hands”. Sin apenas interrupción, el grupo atacó “You give love a bad name”, otro tema publicado en “Slippery when wet”, el tercer álbum de la carrera de Bon Jovi editado en 1986 y que ha sido considerado en múltiples ocasiones como uno de los mejores discos de la década de los 80’s. Después de este momento de catarsis, con todo el público catalán en el bolsillo (catalán y no catalán, porque la verdad es que entre toda la audiencia había una gran cantidad de fans procedentes de toda Europa como suele ocurrir cuando en Barcelona se celebra un macroconcierto en los meses de verano), el grupo acometía otro éxito de finales de los 80’s, el tema “Born to be my baby” perteneciente al álbum “New Jersey”. Tras él, el grupo respiraría un poco dando las buenas noches a Barcelona por su asistencia.

Fue una sensacional forma de comenzar un concierto de una gira de promoción de un disco de grandes éxitos de la banda. Semejantes tres himnos no dejaron indiferente a nadie y la respuesta del público fue de entrega total desde el principio, pero cualquiera con un punto de vista mínimamente objetivo vería enseguida que el escenario era espectacular; que la banda, complementada con Bobby Bandiera en la guitarra rítmica y Hugh John McDonald en el bajo, sonaba increíble; que Richie Sambora estaba musicalmente en plena forma; y que Tico Torres y David Bryan siguen en su línea de profesionalidad y excelencia a la que nos tienen acostumbrados; pero también que Jon Bon Jovi es una sombra de lo que en su día fue. Hubo momentos, sobre todo en “You give love a bad name”, en los que, a través de las pantallas, se le podía ver pasándolo realmente mal para cantar el estribillo, hasta el punto de que se le desfiguraba la cara completamente del esfuerzo cuando intentaba llegar a las notas más agudas. Pero hay que entender que estos temas se compusieron y grabaron cuando el bueno de Jon tenía veinticinco o veintiséis años y que ahora tiene cincuenta, por lo que es lógico y normal que le cueste llegar. A pesar de todo, con su actitud, su entrega, su presencia y su esfuerzo consiguió salvar con creces estas limitaciones vocales, no llegando a desafinar ni a cometer ningún error en todo el concierto. Sólo por eso ya es digno de alabanza.

A continuación Jon Bon Jovi empuñaba su guitarra acústica negra de la marca Takamine para iniciar junto al resto de la banda la interpretación de “We were born to follow”, un tema publicado en el último disco de estudio de la discografía grupo titulado “The circle”. Durante ella, y al más puro estilo U2 o Roger Waters, a través de las pantallas del escenario se fueron alternando mensajes y slogans pacifistas con imágenes de personajes históricos tan dispares como el presidente Barack Obama, el pintor Pablo Picasso, los músicos Jimi Hendrix, Bob Dylan y John Lennon, o los líderes políticos asesinados Martin Luther King y John Fritgerald Kennedy, todo ello bajo el clásico filtro de trazado tricolor en rojo, blanco y azul que el propio Obama puso de moda durante su campaña electoral. Tras este momento moralista y americanista, los siguientes temas en sonar dentro del repertorio fueron “I believe”, “It’s my life”, “In these arms” y “Just older”, alternando de esta forma dos temas del álbum “Keep the faith” editado en 1993 con dos temas del álbum “Crush” editado en el año 2003.

Antes de llegar al ecuador del concierto fueron “We got it goin' on” y “Captain Crash & The beauty Queen from Mars” las canciones que interpretó el grupo, dos canciones relativamente recientes pero no por ello menos coreadas por el público. Tras ellas se dio paso a otro clásico de finales de los 80’s como es “Bad medicine” que se convirtió en una “suite” larguísima durante la cual Jon Bon Jovi presentó a cada uno de los miembros de la banda intercalando durante las presentaciones fragmentos de clásicos del rock de ayer y hoy como el “Not fade away” de Buddy Holly, el “Bad case of loving you” de Robert Palmer o el “Vertigo” de U2.

Y como en todo macroconcierto de una gran banda del rock internacional que se precie, en esta ocasión tampoco pudo faltar el mini escenario ubicado al otro extremo de una larga pasarela que salía de la parte frontal del escenario. En ella fueron interpretadas de una forma más próxima al público algunas de las canciones más íntimas del repertorio como “Bed of roses”, cuyo estribillo fue cantado en castellano por el propio Jon Bon Jovi; una rareza como “Santa Fe”, extraída del álbum en solitario de Jon Bon Jovi titulado “Blaze of Glory” publicado en 1990 y en la que le acompañaron Bobby Bandiera en la guitarra acústica y David Bryan en el acordeón; “Diamond ring”, con un Richie Sambora empuñando una guitarra acústica de doble mástil preciosa a la vez que hacía unos coros sobrecogedores; y la siempre emocionante “I’ll be there for you”.

Después de este momento tierno y romanticón tan característico de las dos últimas décadas de la carrera musical de Bon Jovi y que tanto han criticado los ex-seguidores más intransigentes del grupo, el concierto prosiguió en el escenario principal con algunos temas pertenecientes a diferentes épocas de la banda. “Who says you can't go home”, “I'll sleep when I'm dead”, “Someday I'll be Saturday night”, “Have a nice day” y el recordado himno de los 90’s “Keep the faith”, con Jon Bon Jovi agitando las marcas, Richie Sambora espectacular en la Gibson Les Paul y unos efectos pirotécnicos creados por ordenador a través de las pantallas, hicieron saltar de nuevo a todos los asistentes al evento y pusieron fin de forma apoteósica a la primera parte de éste.

Pero a pesar de que el grupo se despidiera del público y se retirara a los camerinos, todos sabíamos que aún quedaba mucha tela que cortar, aunque alguno seguro que no se imaginaba que iba a quedar tanta. La recta final del concierto inició de forma bastante tranquila con “Something to believe in” y continuó con “Hey God”, dos temas del álbum “These days” publicado en 1995 que, mi entender, fueron un poco de relleno. Tras ellos llegó uno de los momentos más esperados de la noche, la puesta en escena de “Wanted dead or alive”, durante la cual Richie Sambora hizo alarde de su magnífica voz cantando en solitario algunos fragmentos del tema; y el aclamadísimo “Livin’ on a prayer” iniciado “a cappella” por Jon Bon Jovi y cuyos estribillos fueron cantados por el público asistente por motivos obvios. Con estas dos canciones del álbum “Slippery when wet”, posiblemente dos de los temas principales de la carrera de Bon Jovi, el grupo decía adiós a Barcelona de forma aparentemente definitiva. Finalmente o fue así. Debido a la insistencia del público coreando los clásicos cánticos futboleros de “Oé, oé, oé” que a las grandes estrellas (sobre todo las americanas) tanto les gusta, los miembros del grupo, situados ya en la parte frontal del escenario para hacer la típica reverencia con la que todos los artistas dicen adiós, se miraron de forma cómplice y conversaron unos instantes para acabar decidiendo volver a sus posiciones para interpretar uno de los temas más solicitados de la noche y, por qué no decirlo, uno de mis preferidos de los de New Jersey: “Always”.

Nuevamente parecía que la noche había terminado pero los incombustibles cánticos del público hicieron replantearse otra vez la despedida al grupo y, con evidentes muestras de entusiasmo por parte de Tico Torres, Bobby Bandiera y del propio Jon Bon Jovi, los músicos volvieron otra vez a sus correspondientes lugares para poner un brillante colofón interpretando “I love this town”, un bonito guiño de la banda hacia una Barcelona que les mostró su cariño y su admiración durante las tres horas que duró el show.

Pasados ya algunos días y habiendo ya asimilado por completo el concierto, todavía me meo más en la cara de todos aquellos imbéciles que se me mofaron de mí cuando se enteraron de que iba a ir a ver a Bon Jovi en directo. Creo que la profesionalidad, el buen hacer encima de un escenario y la calidad musical del grupo está muy por encima de toda la fama de ñoños y grupo de quinceañeras que se han labrado a lo largo de los años. Evidentemente, y no diré que no, el público mayoritario de Bon Jovi es un público femenino, pero creo que cualquiera que se considere un amante del rock y de los grandes conciertos que se hacían a mediados de los 80’s y principios de los 90’s, debería haber asistido porque ya no hay ni creo que haya jamás grupos como los de aquella generación. O si no que alguien me diga qué grupillo de los que ahora van de estrellas son capaces de pegarse tres horas de concierto seguidas y de meter a 45.000 personas en todo un Estado Olímpico de Barcelona.

miércoles, 5 de enero de 2011

Concierto de Enrique Bunbury (Gran Teatre del Liceu, Barcelona) 08/12/2010

Enrique Bunbury roza la excelencia ante su público catalán y un montón de gilipollas

Estaba convencido de que ya no iba a ver a Enrique Bunbury en su gira “Las Consecuencias Tour” a su paso por Barcelona. La verdad es que su concierto no despertó en mí demasiado interés cuando, meses atrás, fue anunciada su celebración para el día 10 de Diciembre en el Gran Teatre del Liceu como despedida y cierre de su gira internacional. “Las consecuencias”, el álbum que Bunbury venía a presentar en esta gira, no me acabó de convencer cuando fue publicado, pero como Bunbury es de esos artistas que nunca defraudan en directo y que siempre dan lo mejor de sí cuando se suben a un escenario, no sabía si animarme a comprar una entrada o no. Cuando los medios de comunicación publicaron la noticia de que las entradas se habían agotado en pocas horas, automáticamente me olvidé por completo del concierto dando por hecho que ya no iba a asistir a “Las Consecuancias Tour”. Fue durante el mes de Septiembre cuando recibí la llamada de mi prima Marta para decirme que, al agotarse las entradas del día 10 de Diciembre, se había anunciado un segundo concierto de Bunbury en Barcelona para el día 8 de Diciembre, también en el Liceu, así que si me hacía gracia ir a verlo ella me invitaba. Como no podía ser de otra forma, acepté gustosamente la invitación, así que sin comerlo ni beberlo el pasado día 8 de Diciembre me planté en el Gran Teatre del Liceu para presenciar el penúltimo concierto de la gira “Las Consecuencias Tour” del incombustible Enrique Bunbury.

Debido a mis problemas de movilidad comentados en artículos anteriores, llegué al Gran Teatre del Liceu con bastante antelación y, todavía con las luces principales encendidas, desde mi posición pude divisar la presencia de Pep Blay, autor de la biografía autorizada de Bunbury “Enrique Bunbury. Lo demás es silencio”, así como una importante cantidad de lo que ha dado en denominarse “Gilibunburys”, esa variedad de homo sapiens similar al homo sapiens común que padece una extraña y severa alteración en sus facultades mentales. Los “Gilibunburys” son seres que se encuentran tan mimetizados con Enrique Bunbury y tan imbuidos por la forma de vestir, gesticular y comportarse de su gurú, que definitivamente han acabado viviendo en un plano diferente y totalmente alejado de lo que comúnmente se conoce como realidad, dentro del cual ellos mismos creen ser Enrique Bunbury y, lo más asombroso, que ellos mismos son los que se encuentran actuando en el escenario y no el propio Enrique Bunbury en persona. Este comportamiento enseguida se pondría de manifiesto el pasado día 8 de Diciembre cuando, tras dos anuncios de prohibición del uso de cámaras fotográficas y de vídeo, las luces del Gran Teatre del Liceu se apagaron para dar comienzo al show.

Como viene siendo habitual en todas las actuaciones que tienen lugar en el Liceu, el inicio del concierto fue estrictamente puntual. Sobre las 21:00 horas, Álvaro Suite, Jordi Mena, Robert Castellanos, Ramón Gacías y Jorge Rebenaque, los denominados “Santos Inocentes”, ocupaban sus posiciones para que, segundos más tarde, con sombrero de ala y traje negro con adornos pokerísticos en rojo, apareciera Enrique Bunbury de detrás de un haz de luces blancas subido encima de una plataforma situada en la parte central del escenario como si del Espíritu Santo se tratase. Con el público totalmente enloquecido, incluso yo diría que en exceso para el ambiente tranquilo y de exquisitez sonora del que se podía disfrutar en semejante entorno, Bunbury y los suyos interpretaron un primer set de temas compuesto por “Las consecuencias”, “Ella me dijo que no”, “De todo el mundo”, “Frente a frente” y “Los habitantes”, todos ellos extraídos de su último trabajo discográfico “Las consecuencias”.

Transcurrido este primer bloque de temas íntimos de su último disco, el concierto dio un giro para pasar a convertirse a partir de ese momento en una recopilación de grandes éxitos de ayer y hoy de Enrique Bunbury. Y es que los trece años de carrera en solitario que ya lleva a sus espaldas Enrique Bunbury han dado para que su repertorio esté plagado de temas que ya podrían considerarse clásicos del pop-rock español. Así pues, los siguientes temas en sonar fueron prácticamente uno de cada una de sus etapas: “Enganchado a ti”, la nueva versión de “El extranjero” con Jordi Mena tocando el banjo, el tema compuesto para Raphael que posteriormente fuera grabado por Bunbury “Desmejorado”, la versión pseudo-funky de “Alicia expulsada al País de las Maravillas” y el tema en cuyo videoclip hinchan a hostias a Enrique Bunbury “Hay muy poca gente”.

Llegados a este punto, Enrique quiso hacer un guiño a sus orígenes interpretando el tema “Senda” de Héroes del Silencio, tema que sería de los más aclamados de toda la noche y que serviría como homenaje al mítico álbum “Senderos de traición” que cumple veintiún años desde su publicación. Después de la catarsis generada en el Liceu tras la canción de los definitivamente extintos Héroes del Silencio, el ritmo del concierto fue decreciendo paulatinamente con temas como “Que tengas suertecita” (uno de los pocos de “El viaje a ninguna parte” en sonar en este concierto), “Sólo si me perdonas” y “Sácame” de aquí”. Tras este momento de relajación, el ambiente volvería a caldearse de nuevo con “Sí” que vendría seguido de la nueva adaptación de “Infinito”, más rockera y con mucho más peso de las guitarras eléctricas en su sonido que la versión original. Ambas canciones fueron interpretadas sin apenas separación entre la una y la otra, prácticamente a modo de “medley”.

Enrique agradeció al Gran Teatre del Liceu la cesión de sus instalaciones para la celebración de un concierto de rock and roll por tercera vez en su carrera, y para ello interpretó su versión de “Apuesta por el rock and roll”, tema compuesto por los músicos aragoneses Mauricio Aznar y Gabriel Sopeña. Tras este clásico de la banda Más birras, Bunbury y los Santos Inocentes abandonarían el escenario para regresar al cabo de pocos minutos a realizar un mini “bis” compuesto por “El rescate”, la pesadísima “El hombre delgado que no flaqueará jamás” y la versión hard-rockera de “Lady Blue”. Tras ellas, los músicos volverían a retirarse. A decir verdad no entendí muy bien este “bis” tan corto ya que estos tres temas bien podrían haberse repartido en dos bloques de canciones algo más extensos y así no tener que interrumpir la actuación en dos ocasiones.

Tras un breve descanso el concierto inició su recta final con toda la banda subida en la plataforma central del escenario interpretando la siempre emotiva “Canto… el mismo dolor” con un magnífico Jordi Mena en la guitarra española. Tras ella vendría “Porque las cosas cambian” y, como brillante colofón, el tema que viene siendo habitual en los cierres de los conciertos de Enrique Bunbury: “Al final”

Una vez más, Enrique Bunbury alcanzó la perfección en su actuación de Barcelona del pasado día 8 de Diciembre. Su profesionalidad, su talento interpretativo y su cada vez mejor voz se multiplicaron por diez en un entorno de la calidad del Gran Teatre del Liceu. Si bien es cierto que Enrique Bunbury en directo siempre roza la excelencia, toque en el Liceu, en el Palau Sant Jordi, en La Romareda o en el párking del circuito Ricardo Tormo de Cheste, el Gran Teatre del Liceu es un lugar en el que la música en directo se disfruta de una forma muy especial debido, tanto a las propiedades acústicas del lugar como a la majestuosidad del recinto en sí. Eso siempre y cuando una manada de gilipollas sin vacunar como lo son muchos de los seguidores de Bunbury no estropee la magia que allí se crea a base de gritos estúpidos interrumpiendo al propio artista en sus presentaciones, cantos desafinados y movimientos espasmódicos en la butaca de delante. Parece ser que hay gente que no entiende el concepto “teatro” y el concepto “butaca”, y es que hay gente a la que lo mismo le da estar en el Liceu, que en Bikini, que en Razzmatazz o que en la discomóvil de La Puebla de Híjar, porque definitivamente la gilipollez no entiende de música.

sábado, 6 de noviembre de 2010

IV Edición del Zafán Rock (La Puebla de Híjar, Teruel 02/10/2010)

Miércoles bien regresa a los escenarios en tierras aragonesas

La Puebla de Híjar es una localidad turolense de aproximadamente mil habitantes situada a unos 78 kilómetros de la ciudad de Zaragoza, capital de la comunidad autónoma de Aragón. Pese a ser una población relativamente pequeña, son diversos los eventos ocio-culturales que tienen lugar en ella a lo largo del año. Además de pertenecer a la Ruta del Tambor y Bombo y de tener una de las Semanas Santas más importantes tanto de Aragón como de España, en La Puebla de Híjar también son de gran importancia otros acontecimientos como por ejemplo las fiestas patronales de Agosto, la celebración del día del Pilar, la semana cultural que tiene lugar durante el puente de la Constitución, la romería de San Isidro y en los últimos años el “Zafán Rock”.

El “Zafán Rock” es un festival de rock promovido y organizado por la Asociación Cultural “La Damiana”, un colectivo juvenil de la localidad responsable de la organización de esta y otras actividades culturales, musicales y deportivas. En él, una noche al año se celebra toda una exaltación del rock con la actuación en directo de grupos venidos de diferentes puntos de Aragón. El pasado día 2 de Octubre tuvo lugar la cuarta edición del “Zafán Rock” y en ella intervinieron el grupo de Belchite 20 de Kopas, el grupo de Alcañiz Skandalo Públiko y los propios Miércoles bien que, pese a ser de Barcelona, fueron invitados a participar en el evento debido a la estrecha relación que su guitarrista Rubén mantiene con La Puebla de Híjar.

Que el grupo estuviera disuelto desde su último concierto del día de Sant Joan en Barcelona y que Jose, guitarrista principal y compositor del grupo, se encontrase residiendo definitivamente en Bélgica, no fueron motivos suficientes para impedir que Miércoles bien al completo y una decena de incondicionales seguidores que ya acompañaron al grupo cuando actuaron en Málaga el pasado mes de Febrero, se desplazasen a La Puebla de Híjar para estar presentes en el “Zafán Rock”, produciéndose así el reencuentro de la banda y su regreso a los escenarios después de tres meses y medio. Así pues, tras ensayar una única vez con Jose el día antes del concierto, Miércoles bien llegaron a La Puebla de Híjar el mismo 2 de Octubre sobre las 19:00 horas de la tarde, y allí encontraron a Marcos, Natxo, Adrián y a toda la gente de la Asociación Cultural “La Damiana” acabando de montar en la Casa de Cultura “El Granero” el espectacular equipo de luz y sonido que iba a ser utilizado por todos los grupos participantes en el festival.

Después de las pruebas de sonido y de unos breves ensayos generales, todos los grupos fueron invitados a cenar por parte de la organización del evento y sobre las 00:15 horas se dio inicio a la cuarta edición del “Zafán Rock” con la actuación de Miércoles bien. En esta ocasión el grupo no tuvo tiempo de preparar ningún tema especial como sí ocurrió en el concierto de Málaga, ni ninguna “performance” como ya hicieran en la sala Distrito Cinco de Barcelona; de manera que Miércoles bien repitió el mismo repertorio que ya desplegaran en su último concierto de la sala Alfa de Barcelona con el tema “So lonely” de The Police incluido. Durante toda la actuación el grupo sonó bien y se sintió cómodo encima del escenario. No podía ser de otra forma debido a la enorme calidad del equipo y a la gran labor de los dos técnicos de sonido venidos de Alcañiz para la ocasión.

Fue una lástima que al principio del concierto no hubiera tanta gente entre el público como sí la hubo a partir de la segunda mitad de éste, pero al tocar en primer lugar era algo previsible puesto que en un festival de estas características el público no es puntual como pueda serlo en cualquier concierto de un grupo consagrado. Aún así, a medida que el grupo iba interpretando los diferentes temas clásicos que componen su repertorio, la frialdad inicial del público asistente se fue convirtiendo en entrega, y al final de la actuación todo fueron felicitaciones para Miércoles bien, tanto por la puesta en escena como por la propia elección de cada uno de los temas.

El siguiente grupo en subir al escenario fueron los belchitanos 20 de kopas, una banda que el mes anterior había celebrado el vigésimo aniversario de su fundación. A lo largo de sus veinte años de carrera, 20 de kopas ha ido renovando sus componentes en diferentes ocasiones, manteniéndose fijos en la formación los dos guitarristas Donato Ordovás y Alberto Serrano. Las dos décadas de andadura musical de Donato y Alberto sumadas a la frescura y desparpajo sobre el escenario de su joven vocalista Gloria Morella y a la contundencia en las bases rítmicas de Óscar Gutiérrez en la batería y Fernando “Lolo” Artigas en el bajo, hicieron que la actuación que 20 de kopas ofreció en el “Zafán Rock”, una actuación en la que el grupo llevó a escena un repertorio de puro hard rock basado en los temas de su último disco “La vida no me da”, estuviera cargada de energía y resultara musicalmente impecable.

El último grupo en intervenir fue Skandalo Públiko, un grupo de ska venido desde Alcañiz en cuya formación, además del quinteto clásico de voz, dos guitarras, bajo y batería, destaca la presencia de una sección de vientos compuesta por trombón de varas y trompeta. A pesar de la juventud de todos los miembros de la banda, Skandalo Públiko es un grupo con muchas tablas encima del escenario y su actuación fue un claro reflejo de que se trata de una banda con un amplísimo historial de conciertos a sus espaldas. En su actuación del “Zafán Rock”, Skandalo Públiko alternaron temas propios de su maqueta “Sentimientos alcoholizados” con otros temas clásicos del punk-rock estatal. Como broche final del festival, Adrián Pina, vocalista del grupo local Spinaes, y Marcos Repullés, organizador principal del “Zafán Rock” y guitarrista de los grupos El enchufado del carcelero, Itxuquera y Spinaes, se subieron al escenario para interpretar un par de temas con los propios Skandalo Públiko.

Tras finalizar los conciertos, la fiesta en la Casa de Cultura “El Granero” se prolongó hasta altas horas de la madrugada con una sesión de temas clásicos del punk y del rock internacional seleccionados y mezclados por DJ Roberto y DJ Pedro.

La noche del “Zafán Rock” y el fin de semana en general fue toda una experiencia para los miembros de Miércoles bien y otra muesca musical más a recordar y de la que aprender para Archi, Rubén, Jose, Carlos y Octavi. ¿Cuál será la próxima?

lunes, 28 de junio de 2010

Concierto de Miércoles bien (Sala Alfa, Barcelona 24/06/2010)

Miércoles bien se despide de los escenarios en un día de Sant Joan inolvidable

Si existe un día realmente malo para celebrar un concierto en Barcelona, ese es el día de Sant Joan. La mayor parte del público potencial de un concierto, la noche previa ha estado celebrando la verbena hasta altas horas de la madrugada (muchos incluso se han acercado a la playa para ver amanecer) y ese día, festivo en tierras catalanas, lo aprovechan para recuperarse de la noche anterior y descansar de cara a la jornada laboral del día siguiente. Si además da la casualidad de que Sant Joan cae en jueves, es más que probable que mucha gente haya decidido guardar fiesta el viernes para alargar dos días el fin de semana y salir de puente fuera de la ciudad. Pero si a todo este cúmulo de circunstancias le sumamos que, casualmente, ese mismo día actúan Kiss en el Palau Sant Jordi y Bob Dylan en el Poble Espanyol, la pregunta es: ¿Qué grupo modesto querría actuar un día así?

La respuesta a la pregunta anterior es bien sencilla: Miércoles bien. Un grupo que se atrevió a debutar en directo con un bajista substituto, a viajar a Málaga para participar en un festival de rock alternativo celebrado en una finca privada de la localidad de Almayate, y a tocar en un bar musical sin escenario ni equipo de sonido apropiado, ¿por qué no iba a querer tocar un jueves día de Sant Joan en la ciudad de Barcelona sólo tres semanas después de su último concierto? Y es que hay que decir que la ocasión merecía la pena. Jose, guitarrista principal de Miércoles bien, uno de los miembros fundadores de la banda y pieza fundamental en el grupo por sus labores de composición y por su formación musical; ya hacía días que había comunicado a sus compañeros su inminente marcha a Bélgica por un tiempo indefinido. Con la salida de Jose de la formación, el resto de los integrantes habían tomado la decisión de no continuar como Miércoles bien, así que cuando el grupo recibió la propuesta de actuar en la Sala Alfa de Barcelona por segunda vez, lo de menos fue que la fecha fuese un jueves 24 de Junio y que hiciera muy poco desde su último concierto porque, ¿qué mejor manera de despedirse de Jose y de toda la gente que ha seguido a Miércoles bien a lo largo de su corta trayectoria que hacerlo sobre de un escenario?

Como era de esperar por todo lo comentado anteriormente, la afluencia de público no fue ni mucho menos la misma que en su anterior concierto celebrado en el bar musical Distrito Cinco. Si en aquella ocasión fueron más de cien personas las que se acercaron a ver a Miércoles bien en directo, esta vez fueron exactamente treinta y seis, y la verdad es que fue una lástima porque, ya en las pruebas de sonido, el grupo sonó de una forma extraordinaria debido a las propiedades acústicas de la Sala Alfa y a las labores técnicas de Juan Carlos, el técnico de sonido del local. Así que en esta ocasión el concierto fue menos multitudinario pero mucho más íntimo y de mucha mejor calidad musical.

A pesar de estar anunciado para las 22:45 h., fue a las 23:30 h. cuando Miércoles bien se subieron al escenario para dar comienzo a su actuación. El perfecto sonido, la magnífica respuesta de los asistentes y el saber que aquel iba a ser su último concierto, hizo que el grupo se sintiera muy cómodo sobre el escenario y que todos sus integrantes disfrutasen al máximo de su actuación. Tanto es así que las típicas equivocaciones propias del directo fueron tratadas con absoluta tranquilidad y sentido del humor.

El concierto se fue desarrollando con total normalidad, esta vez sin ninguna sorpresa, performance ni sorteo, hasta que llegó la parte final. Después del medley compuesto por “Funkytown”, “Sweet dreams are made of this” y “99 red balloons”, el grupo se despedía de los asistentes y, antes del bis y sin previo aviso a sus compañeros, Rubén, encargado en esta ocasión de las presentaciones, se dirigía al público para anunciar que Miércoles bien decía adiós aquella noche, agradeciendo a Jose su dedicación y entrega durante los algo más de dos años de trayectoria del grupo. Como despedida, Miércoles bien interpretaron una última canción, que no fue otra que “So lonely” de The Police, el primer tema que el grupo ensayó aquel día 16 de Abril de 2008 cuando de forma más o menos casual decidieron juntarse por primera vez en un local de ensayo.

Fue un día cargado de emociones y, sin lugar a dudas, el concierto de Miércoles bien del día de Sant Joan del 2010 siempre será recordado como una de las mejores actuaciones del grupo en directo y el mejor final posible para un grupo al que, ¿quién sabe?, quizás todavía le queden cosas por decir.

martes, 15 de junio de 2010

Concierto de Miércoles bien (Distrito Cinco, Barcelona 28/05/2010)

Espectacular llenazo en el segundo concierto de Miércoles bien en Barcelona

Eran las 23:30 h. del día 28 de Mayo cuando en Distrito Cinco, un local abierto recientemente en el barrio de Gracia de Barcelona con el objetivo de ofrecer cada semana actuaciones en directo, ya no cabía ni un alma. Más de cien personas entre amigos y curiosos se habían congregado allí para presenciar el que iba a ser el segundo concierto de Miércoles bien en Barcelona. Sobre las 23:45 h., y con la efigie de Frank Sinatra a la espalda, el grupo salía a escena dando inicio a su repertorio clásico encabezado por “Boys don’t cry” de The Cure, “Perdido en mi cerebro” y “Hey” de Pixies. Durante estos primeros temas se produjeron algunos problemas técnicos que no permitieron que el propio grupo se escuchase a sí mismo con total claridad, pero esto no impidió que todos los asistentes respondieran de una forma magnífica en cada uno de los temas, llegando algún sector del público incluso a cantar la letra de “Perdido en mi cerebro”, el primer tema propio de Miércoles bien en sonar durante la noche.

Solventados parcialmente los problemas de sonido, el grupo prosiguió su actuación con dos temas propios más: “The last things” y la versión definitiva de “Sin letras”, una canción que con el paso del tiempo ha ido evolucionando a la vez que la banda y que en cada uno de los tres conciertos ha sido interpretada de una forma diferente. Llegados a este punto, Miércoles bien se dispuso a afrontar la parte más enérgica de su repertorio con la puesta en escena de dos clásicos de la historia del rock: “Roxanne” de The Police y su particular adaptación de “All along the watchtower”, el tema de Bob Dylan que en 1968 versionara Jimi Hendrix, el cual Miércoles bien estrenaban en directo en este concierto.

Debido a la gran afluencia de público que se esperaba tras la convocatoria masiva llevada a cabo a través de Internet, el grupo había preparado dos sorpresas que fueron reservadas para la parte final del concierto. La primera de ellas tuvo lugar justo en medio de la interpretación del medley compuesto por “Funkytown” y “99 red balloons”. Como ya hicieran en su concierto de Málaga del pasado mes de Febrero con “Hay que venir al sur” de Rafaella Carrá, en esta ocasión Miércoles bien encadenaron entre ambas canciones un fragmento de “Sweet dreams are made of this”, el tema que resultó más votado en la encuesta organizada meses atrás en esta misma página web, y en la cual se ofreció a sus seguidores la posibilidad de elegir la canción que les gustaría que el grupo versionara en su siguiente concierto. Con este guiño a toda la gente que sigue al grupo a través de Internet, Miércoles bien cumplía su compromiso. En cuanto a la segunda sorpresa, al inicio del mismo medley Archi pidió al público que hinchara los cien globos rojos que instantes antes del concierto el grupo había repartido entre los asistentes. Justo en mitad de “99 red balloons”, Archi volvió a dirigirse a la audiencia pidiendo una explosión colectiva de los globos para poder extraer el papel numerado que contenía cada uno de ellos y proceder al sorteo del megáfono utilizado por ella misma para la reproducción de determinados efectos en “Funkytown”.

Después de la locura general provocada por la “performance” de los globos rojos, de la cual minutos después todavía había gente que no se había acabado de recuperar y que continuaba explosionándolos y lanzándolos en todas las direcciones, Miércoles bien se despidió del público dándoles a todos las gracias por su asistencia y ofreciéndoles la interpretación de su siempre aclamada adaptación del tema de Tequila! “Quiero besarte”.

A pesar de que las condiciones acústicas del local no eran las idóneas para la celebración de un concierto de música en directo al no disponer de escenario ni de un equipo de sonido con los watios suficientes, Miércoles bien consiguieron realizar una notable actuación, provocando que su entregado público se lo pasara en grande durante la que fue una noche irrepetible.

domingo, 21 de marzo de 2010

Concierto de Supersubmarina (Sala Apolo 2, Barcelona 19/03/2010)

Invitados de excepción

Para ser fiel a carteles, tickets y anuncios del concierto, quizás debería haber titulado esta crónica como “Concierto de Miss Caffeina” porque Supersubmarina aquella noche no fueron el grupo principal sino los teloneros. El motivo por el cual a Miss Caffeina ni los voy a nombrar es porque ni siquiera me quedé a comprobar cómo suenan. Es la primera vez que compro la entrada de un concierto para ver al grupo invitado, pero en esta ocasión así fue. El caso es que no era yo un gran conocedor ni seguidor de la banda de Baeza hasta que mi amiga Archi me propuso la idea de ir con ella al concierto. Fue a raíz de saber que tendría la ocasión de verlos en directo cuando empecé a escucharlos detenidamente y he de decir que llevo un mes completamente enganchado a su primer larga duración titulado “Electroviral”, el cual actualmente se encuentran presentando por todo el país.

Las puertas de la Sala Apolo 2 de Barcelona, lugar mítico de la capital catalana por la celebración de la fiesta bizarra semanal Antikaraoke y por haber albergado conciertos de estrellas nacionales e internacionales dirigidos a públicos minoritarios y selectos, se abrieron a las 20:00 horas, y enseguida las primeras filas fueron ocupadas por jóvenes fans de edades comprendidas entre los 18 y los 20 años aproximadamente. Cumpliendo a la perfección con los horarios marcados, sobre las 21:00 horas y al son de “Magia electroviral”, la melodía que abre el disco, saltaban a escena Jose “El Chino” (voz y guitarra rítmica), Jay (guitarra principal y coros), Pope (bajo) y Juancho (batería) para acabar de configurar sus instrumentos y empezar la descarga de energía con la que obsequiaron esa noche a todos los asistentes al concierto interpretando su tema “Eléctrico”. Fue tanta la entrega de los jienenses en este primer tema que incluso “El Chino” rompió a mitad de la canción la correa de su Gibson Les Paul Custom y acabó el tema tocando en cuclillas. Toda una demostración de profesionalidad por parte de “El Chino”, un tipo que lo tiene todo para convertirse en uno de los frontman más importantes del panorama musical español a corto-medio plazo.

He de decir que nada más empezar me impresionó muy gratamente, no sólo la garra de la banda en general, sino muy particularmente el talento y la precisión de Jay, un joven discreto y de rostro angelical que permanecía en un rincón del escenario escondido bajo su flequillo pero que hacía saltar chispas a su Fender Telecaster en cada uno de los temas, dando además un color especial a todas las canciones con sus coros. Es posible que a la mayoría de los asistentes al concierto les pasase inadvertido este detalle pero a mí personalmente me pareció un elemento clave dentro del sonido del grupo en directo.

En la hora que duró el concierto, Supersubmarina tuvieron tiempo de interpretar la práctica totalidad de los temas que componen su recién estrenado disco “Electroviral” (a excepción de su versión del tema de Alex y Cristina “¡Chas! y aparezco a tu lado”), además de alguna canción publicada en sus anteriores EP's como el titulado “OCB”. Verdaderamente fue un tiempo corto pero intenso, y estoy convencido de que sólo fue una pequeña muestra de lo que esta banda salida de Baeza en el año 2005 nos ha de mostrar en un futuro, una banda que tiene todos los ingredientes necesarios para llegar a lo más alto: Talento, ganas y estilo.

sábado, 13 de marzo de 2010

Almayate Rock & Roll Circus (Almayate, Málaga 13/02/2010)

El mal tiempo no consiguió aguar la fiesta del año

Eran las doce del medio día del sábado 13 de Febrero cuando la expedición catalana formada por Miércoles bien y un grupo de diecisiete amigos e incondicionales de la banda partía de la estación central de autobuses de Málaga hacia el término municipal de Almayate, lugar donde iba a celebrarse la tan esperada primera edición del festival alternativo “Almayate Rock & Roll Circus”. La noche anterior, Rubén de Miércoles bien y Saúl Miranda (guitarrista y líder de Perro Chico y los Perros Calientes) se habían reunido en la legendaria bodega “El Pimpi” de la capital malagueña para acabar de concretar los últimos detalles y horarios del evento del día siguiente. Con un frío helador y una lluvia suave pero incesante, a la una del medio día el autobús de la delegación de Barcelona llegaba al lugar de encuentro acordado, y a los pocos minutos pasaban a recogerles el propio Saúl y Juan Ramón, segundo guitarrista de Perro Chico y los Perros Calientes y propietario del lugar donde iba a desarrollarse el festival: El mítico Raymond's Palace.

En el Raymond's Palace esperaban el resto de Perro Chico y los Perros Calientes con la sala donde iban a llevarse a cabo las actuaciones ya preparada; una sala completamente insonorizada y perfectamente decorada con las paredes en terciopelo rosa y banderolas de grupos míticos de la historia del rock, a la cual no le faltaba ningún detalle: Dos baterías, dos columnas de voces, un bajo, dos teclados, una amplia variedad de guitarras e incluso dos cámaras de vídeo, una mesa de mezclas y un equipo de grabación con el que iba a ser registrado todo el “Almayate Rock & Roll Circus”. Fue una verdadera lástima que las cerca de setenta personas invitadas a la fiesta no pudieran aprovechar plenamente todo el espacio disponible en el Raymond's Palace debido a las condiciones meteorológicas adversas que afectaron al sur de la península durante toda la semana, pero gracias a la buena voluntad y a la impecable organización de Saúl y Juan Ramón, todos los planes siguieron su curso con total normalidad y los asistentes, procedentes de todos los rincones de la provincia de Málaga, de Barcelona, de Madrid e incluso de Santander, difrutaron de un agradable y abundante almuerzo.

Sobre las cuatro y media de la tarde, Rubén de Miércoles bien subía al escenario para dar la bienvenida a todos los asistentes al “Almayate Rock & Roll Circus” y presentar la actuación de Las Luciérnagas, un grupo compuesto por Cristina Gallego (guitarra principal y voz), Jimena Vera (trompeta), Elena Florido (guitarra rítmica), Paloma Muñoz (bajo) y Carmen Ríos y Alejandra Albarracín (baterías), todas ellas disfrazadas para la ocasión aprovechando la celebración del Carnaval. Las Luciérnagas debutaban en directo en el “Almayate Rock & Roll Circus” y en su primer concierto desplegaron un original repertorio envuelto en aires rock de la década de los sesenta. Con temas como “Paint it black” de The Rolling Stones o la versión de “Miserlou” de Dick Dale and his Del Tones perteneciente a la banda sonora de “Pulp Fiction” entre otros, combinados con una adaptación rock preciosa del tema clásico mexicano “Malagueña salerosa” o una performance de malabarismo, luz y sonido llevado a cabo por Jimena Vera, Las Luciérnagas realizaron una magnífica y original actuación, dejando claro que es un grupo muy a tener en cuenta a corto-medio plazo.

Tras unos instantes de decanso, cambio de instrumentos y pruebas y sonido, fueron Miércoles bien los que ocuparon el escenario. El del “Almayate Rock & Roll Circus” fue el segundo concierto de la carrera del grupo pero el primero de su bajista Carlos Núñez, el cual no pudo estar presente en el debut de la banda en Barcelona. Para esta ocasión, Miércoles bien habían preparado todos los temas de su repertorio clásico con dos nuevas y prácticamente improvisadas incorporaciones: un fragmento de “Hay que venir al sur” de Rafaella Carrá que hizo de puente en el medley compuesto por “Funkytown” y “99 red balloons”, y el tema “Quiero besarte” del grupo hispanoargentino Tequila! con el cual cerraron su actuación; una actuación que fue especialmente dedicada a Saúl y Juan Ramón de Perro Chico y los Perros Calientes por la organización del festival, y a Cristina Membrado, amiga de Miércoles bien y gran responsable del nacimiento del grupo.

Eran las seis y media de la tarde cuando Rafa (Perro Chiguagua) y Adri (Perro Peluca) se sentaban en los taburetes de sus respectivas baterías y comenzaban a marcar un ritmo vertiginoso y perfectamente compenetrado, al cual se le iban añadiendo de forma paulatina los efectos de sintetizador de Agu (Perro Toy) y las guitarras eléctricas de Juan Ramón (Perro Viejo) y Saúl (Perro Chico). Es complicado redactar el desarrollo de un concierto de Perro Chico y los Perros Calientes puesto que su repertorio se compone de unas suites instrumentales larguísimas ejecutadas de forma espectacular, y con una variación constante de ritmos, melodías y estilos musicales. Entre las piezas que se pueden disfrtuar en el set-list de Perro Chico y los Perros Calientes destacan algunos fragmentos arreglados y hechos propios de “Concierto de Aranjuez” del Maestro Rodrigo, bandas sonoras de “El bueno, el feo y el malo” y “El último Mohicano” (donde Perro Chico toca el bajo eléctrico y Perro Chiguagua la viola), “I'm the slime” de Frank Zappa, “Johnny B. Goode” de Chuck Berry o “Billy Jean” de Michael Jackson; todo ello interpretado en clave de rock sinfónico, funky, jazz y psicodelia pura.

Pero Perro Chico y los Perros Calientes no sólo son un grupo de música y un ejemplo de precisión instrumental, también son un claro exponente del humor andaluz. Entre los temas propios del grupo figuran una ficticia salida del armario narrada en la letra de “El niño mariquita” y una lección de sexología básica impartida a través de “Ale-manita”. Además, entre canción y canción, Saúl y Juan Ramón emulan conversaciones telefónicas de lo más ingeniosas que les sirven para presentar los siguientes temas, que perfectamente pueden ser versiones de bandas sonoras de dibujos animados como “Oliver y Benji”, “Los Diminutos” o “Don Quijote de la Mancha”.

Con la brillante actuación de Perro Chico y los Perros Calientes se llegó al final del “Almayate Rock & Roll Circus”, un evento que surgió de la nada pero que dejó a todos los asistentes y músicos participantes un agradable sabor de boca. Tanto es así que nada más finalizar la fiesta ya se llegó al compromiso de intentar hacer lo posible para que éste se convierta en un acontecimiento anual como ocurre con los principales festivales musicales que tienen lugar en nuestro país. Esperemos que así sea.

jueves, 16 de julio de 2009

Concierto de Metallica (Sonisphere Festival - Parc del Fòrum, Barcelona 11/07/2009)

Fin de fiesta histórico en la edición catalana del Sonisphere

Hacía seis años que Metallica no pisaban la capital catalana. Las últimas veces que habían actuado en España lo habían hecho en ciudades como Zaragoza, Bilbao o Getafe, y próximamente lo iban a hacer en Madrid, así que cuando me enteré del regreso de los de San Francisco a Barcelona no quise perderme la oportunidad de verlos en directo. Daba igual que su actuación estuviese enmarcada dentro del festival itinerante Sonisphere compartiendo cartel con grupos como Gojira, The Eyes, Soziedad Alkoholika, Lamb of God, Mastodon, Down, Machine Head o Slipknot y que la entrada costase ochenta euros del ala, Metallica venían a mi ciudad y yo debía estar ahí.

El recinto del Fòrum abría sus puertas a las 15:00 horas aproximadamente y la actuación de Metallica estaba previsto que comenzase sobre las 00:00 horas. Como poco seguidor que soy del heavy metal, trash metal, death metal y todos esos géneros, subgéneros y subsubgéneros que llevan la palabra “metal” en su nombre, me importaban un carajo todos los grupos que formaban el cartel del Sonisphere, así que llegué sobre las 20:00 horas al Parc del Fòrum coincidiendo con el inicio de la actuación de Machine Head. Ruido, berridos, voces guturales, ganancia a punta de pala en los amplificadores y muy poco más que comentar. Tras pasear por los chiringuitos de merchandising metalero, hacer cola en un puesto de bocadillos durante más de media hora (he visto gente más rápida en algunos hospitales) y tomar alguna cerveza, hice el tiempo suficiente para presenciar el concierto de Slipknot, banda que no conozco pero a la cual tenía curiosidad por ver.

Más que de música, hablar de Slipknot es hablar de espectáculo circense. Además de que todos los componentes del grupo llevan sus características máscaras, siendo con esto la banda totalmente susceptible de cambiar de formación sin que sus fans se den ni cuenta, todo el juego de plataformas elevadizas, proyección de imágenes confusas e inquietantes en las pantallas colocadas en el escenario y las percusiones sobre barriles de cerveza, hacen que en las actuaciones de Slipknot lo de menos sean las canciones. En la recta final del show, siendo guiado por un auténtico profesional en el arte de colarse hasta las primeras filas de los conciertos independientemente de la hora de llegada, fui penetrando entre las masas de seguidores de la banda enmascarada para poder conseguir una buena ubicación y presenciar el concierto de Metallica lo más cerca posible del grupo. A unos cincuenta o sesenta metros del escenario tuve la oportunidad de disfrutar del clásico momento de catarsis de todos los conciertos de Slipknot, el momento del solo de batería en el que la plataforma que la soporta se eleva hasta lo más alto para posteriormente inclinarse por completo, ponerse totalmente en posición vertical y comenzar a girar. Todo un espectáculo, más propio de una atracción de Port Aventura que de un concierto de rock, que hizo las delicias de los miles de fans del grupo congregados esa noche en la explanada del Fòrum.

En el descanso, y aprovechando el movimiento del personal, fui avanzando posiciones hasta colocarme a menos de veinte metros del escenario, un escenario que poco a poco iba configurándose de la forma que últimamente se viene haciendo en los conciertos de Metallica: telón rasgado de color negro al fondo y pasarela plateada con dos rampas en los laterales bajo la cual los técnicos de “backline” guardan los instrumentos y donde el grupo se refugia durante los descansos. Sobre las 00:20 horas se apagaron las luces del escenario y por las pantallas gigantes comenzó la proyección de las imágenes del film de Sergio Leone “El bueno, el feo y el malo” en las que Elli Wallace (encarnando a Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez) recorre el cementerio en busca de la tumba Bill Carson donde se esconde un suculento botín mientras suena el tema “The ecstasi of gold” de Ennio Morricone. Coincidiendo con el final de estas imágenes, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo invadían el escenario dando las buenas noches a Barcelona e invitando a las 70.000 personas allí presentes a sentirse bien. Por mi parte nada más lejos de la realidad. En cuanto sonó la primera nota de “Fight fire with fire”, tema con el que se abrió el concierto, en las primeras filas se desató una auténtica batalla de empujones, codazos y apretujones, normal para el público auténticamente heavy pero demasiado peligroso para el que escribe. He ido a muchos conciertos en mi vida pero he de reconocer que jamás he pasado tanto miedo. La situación de violencia incontrolada y el pánico a caer al suelo entre semejante muchedumbre fuera de sí, hicieron que, mientras sonaba “Creeping death”, segundo tema del “set-list”, decidiera retirarme a una posición más cómoda y segura.

Un poco más lejos, tanto de Metallica como de la muerte, pude disfrutar mucho más de todo el resto del concierto, un concierto que estuvo cerca de la suspensión debido a unos problemas de espalda que James Hetfield arrastraba desde antes del concierto anterior celebrado en Lisboa. Según el propio James, gracias a los médicos, a los curanderos y a la fuerza que le da el público, Metallica pudo estar esa noche allí para darlo todo, y no cabe duda de que así lo hicieron. Dicho esto, el concierto prosiguió con una serie de temas clásicos de la banda como “No remorse”, “Of wolf and man” y la siempre emocionante “Fade to black”, para a continuación dar paso a “Broken, beat and scarred” y “My apocalypse”, dos de los pocos temas que interpretarían esa noche de “Death magnetic”, último disco de la banda que supuestamente están presentando durante esta gira.

Me encantaría saber qué médicos y qué curanderos visitan al bueno de Hetfield porque si estaba lesionado de la espalda y, según él, veinticuatro horas antes estaba sentado en una silla de ruedas, no se le notaba ni lo más mínimo. Con sus paseos de lado a lado y de arriba abajo del escenario recorriendo los ocho micrófonos dispuestos estratégicamente para poderse dirigir al público desde todos los lugares, verdaderamente disimulaba perfectamente su lesión. En cuanto al resto de la banda, todos muy en su línea. Lars Ulrich y Kirk Hammett todo un ejemplo de profesionalidad y precisión, y Robert Trujillo un espectáculo él solo. A pesar de ser el último miembro de Metallica en aterrizar en la formación, Trujillo se ha sabido ganar un lugar en la banda con su talento en las cuatro (o cinco o seis) cuerdas, y verlo en el escenario con su traje de baloncesto, agitando las melenas y martilleando con sus dedazos el bajo prácticamente en posición vertical, es un auténtico placer para la vista y los oídos.

Con el ambiente ya caldeado y con el público completamente en el bolsillo, Metallica se dispusieron a afrontar la parte central del concierto que comenzó con el tema “Sad but true” iniciado “a capella” por un James Hetfield únicamente acompañado por un ritmo de guitarra marcado por él mismo con las cuerdas de la guitarra muteadas. Tras una brillante puesta en escena coreada por el público, el grupo se retiraba y el escenario era víctima de una simulación de bombardeo con explosiones, llamaradas y juegos pirotécnicos que precedían al sobrecogedor “One”. A este par de clásicos le siguieron los dos últimos temas de “Death magnetic” en sonar en toda la noche, “All nightmare long” y “The day that never comes”.

Entre algunas canciones el grupo se retiraba hacia el “backstage”, momento durante el cual sonaba la introducción del siguiente tema extraída del propio LP y que inmediatamente era interrumpida por los propios Metallica tocando el resto del tema en riguroso directo. Un detalle curioso que jamás había visto en un concierto y que no acabó de gustarme demasiado puesto que puede hacer dudar a los menos atentos sobre la existencia o no de “playback”. Fue el caso, entre otros, de “Master of puppets”, tema que supuso otro de los momentos álgidos de la noche y con el que se encarriló la recta final del concierto compuesta por ésta y tres canciones más: “Blackened”, “Nothing else matters” y “Enter sandman”. La ejecución de las tres fue impecable y la entrega del público inmejorable.

Pese a que el grupo se despidió de la audiencia, todos sabemos que no hay concierto sin al menos un bis. Dicho y hecho. Mientras el público entonaba el clásico cántico futbolero de “Oé, oeoeoé... oé, oé”, Hetfield aparecía de nuevo en escena puntenado esa misma melodía en su guitarra ESP Explorer blanca. Después de agradecer el ambiente, la energía, las sensacones positivas transmitidas al grupo por parte del público y de llamarnos a todos en numerosas ocasiones “gran familia”, Metallica rindieron su particular homenaje a los míticos Queen con el tema “Stone cold crazy” publicado en su álbum “Garage Inc.” y que el propio James Hetfield ya cantó con los mismos Queen durante el concierto homenaje a Freddy Mercury celebrado en Wembley en el año 1992.

Casi a las dos y media de la madrugada llegó la hora del final de la actuación de Metallica y del Festival Sonisphere. “Phantom Lord” y “Seek and destroy”, dos temas de su primer álbum “Kill ‘em all”, fueron las canciones elegidas, la última dedicada especialmente por Hetfield a todas las bandas que habían pasado por el festival. Fue un brillante colofón adornado con fuegos artificiales, fogonazos y por las vueltas sobre sí mismo de Robert Trujillo. Metallica y todos los allí presentes quedamos plenamente satisfechos con esta madrugada histórica, tanto que incluso los propios miembros del grupo (a excepción de Robert Trujillo que simplemente se limitó a gritar “Força Barça”) nos prometieron volver más a menudo a Barcelona. Tomaremos nota.