Cinco mil entusiasmados seguidores asisten a una correcta jornada laboral de Jay Kay y los suyos
No es fácil para los seguidores españoles de Jamiroquai poder asistir a uno de sus conciertos. A juzgar por los destinos escogidos para actuar durante sus anteriores giras, parece que la banda británica sólo se anime a venir a España para pasar unos días de vacaciones o para tomar el sol en la playa puesto que, al margen del festival Rock in Rio celebrado en Madrid en Julio del año 2008, las últimas veces que Jamiroquai ha pisado España ha sido para tocar en lugares como Roses (un bonito pueblo costero de Gerona) o Gran Canaria. Para la actual gira de presentación de su nuevo disco “Rock dust light star” no parece haber cambiado mucho su criterio de selección de lugares ya que Barcelona, Málaga e Ibiza han sido los únicos puntos de la piel de toro en los que se ha tenido el privilegio de presenciar uno de los directos del grupo.
Dado lo difíciles que son de ver en directo, no tardaron en agotarse las cinco mil entradas que salieron a la venta para su concierto del pasado 31 de Agosto en Barcelona. El lugar elegido fue el singular Poble Espanyol, una especie de museo de arquitectura al aire libre ubicado en la montaña de Montjuic, por cuyas calles pueden encontrarse fieles reproducciones de algunos de los edificios más característicos de la geografía española, y cuya plaza central alberga durante las noches de verano conciertos de grandes estrellas del panorama musical internacional. Al público, que ya se agolpaba en la plaza una hora antes de comenzar el show, se le notaba entusiasmado y expectante, como emocionado por poder ver finalmente a una gran banda que ya lleva veinte años de carrera a sus espaldas. Lamentablemente este entusiasmo no fue del todo correspondido por el grupo.
Con la luz del sol todavía ocultándose en el horizonte, la banda formada esta vez por Paul Turner en el bajo, Rob Harris en la guitarra, Matt Johnson en los teclados, Derrick McKenzie en la batería y Sola Akingbola en las percusiones, subían al escenario acompañados por un trío de coristas negras y un trío de metales. Al cabo de unos instantes era Jay Kay, líder, vocalista y único componente de la banda original que queda en la formación, el que subía al escenario vestido con un sombrero de ala ancha y un chaquetón de flecos de estilo andino, bebiendo algo en un típico tazón de cerámica de desayuno. Entre que el escenario era relativamente pequeño para los doce músicos que componían la formación y la calma con la que estos ocuparon sus posiciones, cualquiera ya pudo intuir desde el primer momento que aquella noche no se iba a poder presenciar un espectáculo de Jamiroquai como el que podemos ver registrado en el DVD “Live in Verona”. Pero todo hay que decirlo; a Jay Kay se le ha diagnosticado recientemente una hernia discal de la que deberá operarse a finales de verano y la cual le ha obligado a cancelar tres conciertos de su gira, el último de ellos el que iba a tener lugar cuatro días antes en Bayona. Así pues, es más que probable que este contratiempo le condicionara a él, y por consiguiente a todo el grupo, a la hora de afrontar el concierto de Barcelona con mayor o menor entrega. El caso es que, tras un lapso de tiempo de preparación sobre las tablas y un breve “Buenas noches”, el grupo inició su actuación con el tema homónimo que abre su último disco de estudio titulado “Rock dust light star”.
A decir verdad, la calidad del sonido no era nada buena que digamos. Si bien es cierto que un escenario pequeño en medio de una plaza rodeada de edificios no es el entorno ideal para celebrar un concierto en unas buenas condiciones acústicas, los técnicos de sonido tampoco tuvieron su día. Desde el primer momento y hasta prácticamente el final del concierto, Jay Kay no dejó de dirigirse a la mesa de control indicando con gestos y señales poco amistosas que le subieran el volumen de la batería, de los teclados, de la guitarra, de las coristas y de todo en general, produciéndose en varias ocasiones incluso acoples de sonidos, algo verdaderamente imperdonable en un concierto de un artista de talla internacional. Aún así, parecía como si al único que le importasen estos problemas técnicos fuese al propio Jay Kay porque el público no dejó de botar, cantar y bailar desde el principio con temas como “Main vein”, “Canned heat”, “Little L”, “Cosmic girl”, “Alright”, “Hey Floyd” o “Feels just like it should” por nombrar sólo unos cuantos.
A medida que iba avanzando el concierto los problemas de sonido se fueron solucionando, pero el grupo siguió sin conectar demasiado con el público aunque el público sí con el grupo. En toda la noche no se produjo ni una sola vez la típica interacción entre “frontman” y público, la típica presentación de las canciones, ni ese tipo de cosas típicas que ocurren en todos los conciertos. El grupo se limitaba a tocar los temas, Jay Kay se limitaba a cantarlos sin moverse demasiado para lo que es él con algún que otro esporádico “Thank you” o “Gracias”, y el público se limitaba a cantar y a bailar todo lo que le echasen mientras en la pantalla trasera (único elemento visual del escenario además de la chaqueta de Jay Kay) se proyectaban imágenes de robots, bólidos, sistemas planetarios, helicópteros y hasta las pirámides de Egipto. Los momentos más especiales del concierto tuvieron lugar con la puesta en escena de una versión de diez minutos de “Love foolosophy” que comenzó con aires de “bossa nova”, con la versión más guitarrera de “Travelin’ without moving” en la que pudimos disfrutar de una flauta travesera y unas trompetas espectaculares, y con el mítico “Deeper underground” perteneciente a la banda sonora de la película Godzilla y con el cual se tiñó de humo y luces verdes el escenario y la plaza del Poble Espanyol.
Tras este tema el grupo se retiraba a los camerinos para aparecer al cabo de unos instantes nuevamente en el escenario y llevar a cabo el “bis” obligatorio. En este caso fue “White knuckle ride”, un tema perteneciente al último disco de Jamiroquai y en cuya puesta en escena Jay Kay pareció más animado de lo que había estado durante el resto del concierto, como celebrando que éste se terminaba. Tanto es así que incluso llego a pedir a ciertos seguidores de las primeras filas que le lanzasen discos y rotuladores que ellos mismos traían para devolvérselos convenientemente autografiados. Finalizado este “bis” de un único tema, el grupo se despedía de Barcelona y las luces de los focos de la plaza del Poble Espanyol se encendían dando por finalizada la actuación de Jamiroquai apenas dos horas después de su inicio.
La sensación que me quedó una vez terminado el concierto es que Jamiroquai habían venido a tocar a Barcelona sin muchas ganas de hacerlo, obligados por un contrato. Como tal, vinieron, hicieron su trabajo y se fueron sin más. Pese a ser todos unos grandísimos músicos, haber desplegado un “set-list” repleto de grandes éxitos de su carrera y haberlo hecho de una forma fantástica musicalmente hablando, en ningún momento me llegaron a transmitir emoción ni ninguna sensación especial porque en ningún momento me pareció que estuvieran sintiendo ellos mismos lo que hacían, simplemente estaban trabajando delante de cinco mil personas y eso se notó.
No es fácil para los seguidores españoles de Jamiroquai poder asistir a uno de sus conciertos. A juzgar por los destinos escogidos para actuar durante sus anteriores giras, parece que la banda británica sólo se anime a venir a España para pasar unos días de vacaciones o para tomar el sol en la playa puesto que, al margen del festival Rock in Rio celebrado en Madrid en Julio del año 2008, las últimas veces que Jamiroquai ha pisado España ha sido para tocar en lugares como Roses (un bonito pueblo costero de Gerona) o Gran Canaria. Para la actual gira de presentación de su nuevo disco “Rock dust light star” no parece haber cambiado mucho su criterio de selección de lugares ya que Barcelona, Málaga e Ibiza han sido los únicos puntos de la piel de toro en los que se ha tenido el privilegio de presenciar uno de los directos del grupo.
Dado lo difíciles que son de ver en directo, no tardaron en agotarse las cinco mil entradas que salieron a la venta para su concierto del pasado 31 de Agosto en Barcelona. El lugar elegido fue el singular Poble Espanyol, una especie de museo de arquitectura al aire libre ubicado en la montaña de Montjuic, por cuyas calles pueden encontrarse fieles reproducciones de algunos de los edificios más característicos de la geografía española, y cuya plaza central alberga durante las noches de verano conciertos de grandes estrellas del panorama musical internacional. Al público, que ya se agolpaba en la plaza una hora antes de comenzar el show, se le notaba entusiasmado y expectante, como emocionado por poder ver finalmente a una gran banda que ya lleva veinte años de carrera a sus espaldas. Lamentablemente este entusiasmo no fue del todo correspondido por el grupo.
Con la luz del sol todavía ocultándose en el horizonte, la banda formada esta vez por Paul Turner en el bajo, Rob Harris en la guitarra, Matt Johnson en los teclados, Derrick McKenzie en la batería y Sola Akingbola en las percusiones, subían al escenario acompañados por un trío de coristas negras y un trío de metales. Al cabo de unos instantes era Jay Kay, líder, vocalista y único componente de la banda original que queda en la formación, el que subía al escenario vestido con un sombrero de ala ancha y un chaquetón de flecos de estilo andino, bebiendo algo en un típico tazón de cerámica de desayuno. Entre que el escenario era relativamente pequeño para los doce músicos que componían la formación y la calma con la que estos ocuparon sus posiciones, cualquiera ya pudo intuir desde el primer momento que aquella noche no se iba a poder presenciar un espectáculo de Jamiroquai como el que podemos ver registrado en el DVD “Live in Verona”. Pero todo hay que decirlo; a Jay Kay se le ha diagnosticado recientemente una hernia discal de la que deberá operarse a finales de verano y la cual le ha obligado a cancelar tres conciertos de su gira, el último de ellos el que iba a tener lugar cuatro días antes en Bayona. Así pues, es más que probable que este contratiempo le condicionara a él, y por consiguiente a todo el grupo, a la hora de afrontar el concierto de Barcelona con mayor o menor entrega. El caso es que, tras un lapso de tiempo de preparación sobre las tablas y un breve “Buenas noches”, el grupo inició su actuación con el tema homónimo que abre su último disco de estudio titulado “Rock dust light star”.
A decir verdad, la calidad del sonido no era nada buena que digamos. Si bien es cierto que un escenario pequeño en medio de una plaza rodeada de edificios no es el entorno ideal para celebrar un concierto en unas buenas condiciones acústicas, los técnicos de sonido tampoco tuvieron su día. Desde el primer momento y hasta prácticamente el final del concierto, Jay Kay no dejó de dirigirse a la mesa de control indicando con gestos y señales poco amistosas que le subieran el volumen de la batería, de los teclados, de la guitarra, de las coristas y de todo en general, produciéndose en varias ocasiones incluso acoples de sonidos, algo verdaderamente imperdonable en un concierto de un artista de talla internacional. Aún así, parecía como si al único que le importasen estos problemas técnicos fuese al propio Jay Kay porque el público no dejó de botar, cantar y bailar desde el principio con temas como “Main vein”, “Canned heat”, “Little L”, “Cosmic girl”, “Alright”, “Hey Floyd” o “Feels just like it should” por nombrar sólo unos cuantos.
A medida que iba avanzando el concierto los problemas de sonido se fueron solucionando, pero el grupo siguió sin conectar demasiado con el público aunque el público sí con el grupo. En toda la noche no se produjo ni una sola vez la típica interacción entre “frontman” y público, la típica presentación de las canciones, ni ese tipo de cosas típicas que ocurren en todos los conciertos. El grupo se limitaba a tocar los temas, Jay Kay se limitaba a cantarlos sin moverse demasiado para lo que es él con algún que otro esporádico “Thank you” o “Gracias”, y el público se limitaba a cantar y a bailar todo lo que le echasen mientras en la pantalla trasera (único elemento visual del escenario además de la chaqueta de Jay Kay) se proyectaban imágenes de robots, bólidos, sistemas planetarios, helicópteros y hasta las pirámides de Egipto. Los momentos más especiales del concierto tuvieron lugar con la puesta en escena de una versión de diez minutos de “Love foolosophy” que comenzó con aires de “bossa nova”, con la versión más guitarrera de “Travelin’ without moving” en la que pudimos disfrutar de una flauta travesera y unas trompetas espectaculares, y con el mítico “Deeper underground” perteneciente a la banda sonora de la película Godzilla y con el cual se tiñó de humo y luces verdes el escenario y la plaza del Poble Espanyol.
Tras este tema el grupo se retiraba a los camerinos para aparecer al cabo de unos instantes nuevamente en el escenario y llevar a cabo el “bis” obligatorio. En este caso fue “White knuckle ride”, un tema perteneciente al último disco de Jamiroquai y en cuya puesta en escena Jay Kay pareció más animado de lo que había estado durante el resto del concierto, como celebrando que éste se terminaba. Tanto es así que incluso llego a pedir a ciertos seguidores de las primeras filas que le lanzasen discos y rotuladores que ellos mismos traían para devolvérselos convenientemente autografiados. Finalizado este “bis” de un único tema, el grupo se despedía de Barcelona y las luces de los focos de la plaza del Poble Espanyol se encendían dando por finalizada la actuación de Jamiroquai apenas dos horas después de su inicio.
La sensación que me quedó una vez terminado el concierto es que Jamiroquai habían venido a tocar a Barcelona sin muchas ganas de hacerlo, obligados por un contrato. Como tal, vinieron, hicieron su trabajo y se fueron sin más. Pese a ser todos unos grandísimos músicos, haber desplegado un “set-list” repleto de grandes éxitos de su carrera y haberlo hecho de una forma fantástica musicalmente hablando, en ningún momento me llegaron a transmitir emoción ni ninguna sensación especial porque en ningún momento me pareció que estuvieran sintiendo ellos mismos lo que hacían, simplemente estaban trabajando delante de cinco mil personas y eso se notó.
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