Yo creo que a estas alturas todo Cristo sabrá qué es eso de “Searching for Sugar man”. Sí, lo sé, ya voy tarde, pero bueno, por si todavía hay alguien que vaya más rezagado que yo (que ya es decir), pues voy a dar unas pequeñas pinceladas sobre la sinopsis de la película para ponernos en situación.
“Searching for Sugar man” es el poligalardonado documental sobre la vida y obra del cantautor underground de origen mexicano afincado en Detroit conocido como Rodríguez. A principios de los años setenta Rodríguez grabó dos álbumes titulados “Cold Fact” (1970) y “Coming from Reality” (1971) pero el poco éxito de sus trabajos en el mercado musical americano, ya sea por la incomprensión del público o por la falta de promoción por parte de la compañía discográfica, provocó que enseguida abandonara el mundo de la música teniendo que volver de nuevo a su profesión de empleado de la construcción. Lo que no se imaginaba de ningún modo es que, mientras él volvía a los andamios para ganarse la vida tras fracasar en el difícil negocio de la música, durante los años setenta y ochenta en Sudáfrica su álbum “Cold Fact” se convertiría en todo un símbolo en la lucha contra el apartheid gracias a sus letras comprometidas y reivindicativas, llegando a convertirse en el ídolo anónimo de toda una generación. Nadie sabía nada del artista conocido como Rodríguez pero todos los jóvenes sudafricanos conocían sus canciones, algunas de ellas incluso prohibidas por la censura. Fueron miles las leyendas urbanas que circularon sobre Rodríguez, sobre su procedencia, sobre su vida e incluso sobre su hipotética trágica muerte, pero nunca jamás nadie llegó a saber la verdad sobre él. Fue a mediados de 1990 cuando un fan del artista (Stephen “Sugar” Segerman) y un escritor y periodista musical (Craig Strydom) decidieron comenzar la búsqueda de Rodríguez siguiendo pistas, atando cabos y entrevistándose con diferentes personajes del hipotético entorno de Rodríguez, hasta que finalmente consiguieron dar con él e incluso hacerle volver a la música. “Searching for Sugar man” trata precisamente sobre todo esto.
Al margen de lo fascinante que pueda resultar la historia, de la forma tan brillante en la que Malik Bendjelloul consigue que el espectador se ponga en contexto, de lo admirable que fue el trabajo de las dos personas que decidieron aunar esfuerzos para ponerse a buscar a Rodríguez y de la sensación de injusticia artística con la que uno se queda al final del documental; la verdad es que no tiene ni punto de comparación el haber visto “Searching for Sugar man” durante la semana del estreno que haberlo visto en DVD varios meses más tarde. ¿Qué por qué? Pues porque no es lo mismo ver un documental sobre la búsqueda de un artista desaparecido de cuya vida no se sabe absolutamente nada desde hace cuarenta años sin tener ni puta idea de cómo va a terminar la historia, que verlo después de que todo el mundo hable de él, de haber escuchado unas cuantas veces la banda sonora de la película en Spotify, de haber visto al mismísimo Rodríguez actuando en decenas de grabaciones de YouTube e incluso de haberlo visto programado en el cartel del festival Primavera Sound celebrado en mi misma ciudad (aunque luego se cayera y no llegara a venir). Supongo que es algo inevitable el enterarse del final de la historia, mucho más incluso que si se tratase de una película normal y corriente puesto que los Spoilers son hasta cierto punto evitables pero a un tío de verdad que va actuando por medio mundo no se le puede esconder para que nadie se entere de que lo han encontrado, pero la cuestión es que este hecho no deja de quitarle como mínimo un 70% de encanto y emoción al metraje.
A pesar de haberlo visto sin la emoción de no saber cómo iba a terminar todo, reconozco que el trabajo que hay detrás del documental es sencillamente genial. Tanto por lo que respecta a la investigación llevada a cabo por Stephen “Sugar” Segerman y Craig Strydom, como por el trabajo de recreación de los ambientes de las calles y los antros de mala muerte del Detroit de los años sesenta. Además, la banda sonora (que fue el principal motivo por el que me interesé por este documental y no tanto por las buenas críticas que pudiera tener o por la infinidad de recomendaciones que he recibido sobre él durante los últimos meses) ya de por sí vale muchísimo la pena te guste el género documental o no.
La pregunta que uno se hace al final de “Searching for Sugar man” es la siguiente: ¿Cuántos casos de talentos incomprendidos y desaprovechados habrá habido a lo largo de la historia (aunque no hayan sido iconos contraculturales de ninguna generación) y cuántos grandes artistas nos habremos perdido por el simple hecho de no haber pasado el siempre discutible filtro del criterio de los empresarios de la industria musical? No tengo ningún dato que lo confirme ni me pienso poner a investigarlo como hicieron Segerman y Strydom porque ahora mismo he quedado, pero me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que el caso de Sixto Rodríguez no es ningún caso aislado ni ninguna excepción que confirma la regla.
“Searching for Sugar man” es el poligalardonado documental sobre la vida y obra del cantautor underground de origen mexicano afincado en Detroit conocido como Rodríguez. A principios de los años setenta Rodríguez grabó dos álbumes titulados “Cold Fact” (1970) y “Coming from Reality” (1971) pero el poco éxito de sus trabajos en el mercado musical americano, ya sea por la incomprensión del público o por la falta de promoción por parte de la compañía discográfica, provocó que enseguida abandonara el mundo de la música teniendo que volver de nuevo a su profesión de empleado de la construcción. Lo que no se imaginaba de ningún modo es que, mientras él volvía a los andamios para ganarse la vida tras fracasar en el difícil negocio de la música, durante los años setenta y ochenta en Sudáfrica su álbum “Cold Fact” se convertiría en todo un símbolo en la lucha contra el apartheid gracias a sus letras comprometidas y reivindicativas, llegando a convertirse en el ídolo anónimo de toda una generación. Nadie sabía nada del artista conocido como Rodríguez pero todos los jóvenes sudafricanos conocían sus canciones, algunas de ellas incluso prohibidas por la censura. Fueron miles las leyendas urbanas que circularon sobre Rodríguez, sobre su procedencia, sobre su vida e incluso sobre su hipotética trágica muerte, pero nunca jamás nadie llegó a saber la verdad sobre él. Fue a mediados de 1990 cuando un fan del artista (Stephen “Sugar” Segerman) y un escritor y periodista musical (Craig Strydom) decidieron comenzar la búsqueda de Rodríguez siguiendo pistas, atando cabos y entrevistándose con diferentes personajes del hipotético entorno de Rodríguez, hasta que finalmente consiguieron dar con él e incluso hacerle volver a la música. “Searching for Sugar man” trata precisamente sobre todo esto.
Al margen de lo fascinante que pueda resultar la historia, de la forma tan brillante en la que Malik Bendjelloul consigue que el espectador se ponga en contexto, de lo admirable que fue el trabajo de las dos personas que decidieron aunar esfuerzos para ponerse a buscar a Rodríguez y de la sensación de injusticia artística con la que uno se queda al final del documental; la verdad es que no tiene ni punto de comparación el haber visto “Searching for Sugar man” durante la semana del estreno que haberlo visto en DVD varios meses más tarde. ¿Qué por qué? Pues porque no es lo mismo ver un documental sobre la búsqueda de un artista desaparecido de cuya vida no se sabe absolutamente nada desde hace cuarenta años sin tener ni puta idea de cómo va a terminar la historia, que verlo después de que todo el mundo hable de él, de haber escuchado unas cuantas veces la banda sonora de la película en Spotify, de haber visto al mismísimo Rodríguez actuando en decenas de grabaciones de YouTube e incluso de haberlo visto programado en el cartel del festival Primavera Sound celebrado en mi misma ciudad (aunque luego se cayera y no llegara a venir). Supongo que es algo inevitable el enterarse del final de la historia, mucho más incluso que si se tratase de una película normal y corriente puesto que los Spoilers son hasta cierto punto evitables pero a un tío de verdad que va actuando por medio mundo no se le puede esconder para que nadie se entere de que lo han encontrado, pero la cuestión es que este hecho no deja de quitarle como mínimo un 70% de encanto y emoción al metraje.
A pesar de haberlo visto sin la emoción de no saber cómo iba a terminar todo, reconozco que el trabajo que hay detrás del documental es sencillamente genial. Tanto por lo que respecta a la investigación llevada a cabo por Stephen “Sugar” Segerman y Craig Strydom, como por el trabajo de recreación de los ambientes de las calles y los antros de mala muerte del Detroit de los años sesenta. Además, la banda sonora (que fue el principal motivo por el que me interesé por este documental y no tanto por las buenas críticas que pudiera tener o por la infinidad de recomendaciones que he recibido sobre él durante los últimos meses) ya de por sí vale muchísimo la pena te guste el género documental o no.
La pregunta que uno se hace al final de “Searching for Sugar man” es la siguiente: ¿Cuántos casos de talentos incomprendidos y desaprovechados habrá habido a lo largo de la historia (aunque no hayan sido iconos contraculturales de ninguna generación) y cuántos grandes artistas nos habremos perdido por el simple hecho de no haber pasado el siempre discutible filtro del criterio de los empresarios de la industria musical? No tengo ningún dato que lo confirme ni me pienso poner a investigarlo como hicieron Segerman y Strydom porque ahora mismo he quedado, pero me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que el caso de Sixto Rodríguez no es ningún caso aislado ni ninguna excepción que confirma la regla.
1 comentario:
Yo lo vi sin saber el final. ¡¡No veas qué gozada!!
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