Ahora que están tan de moda las “biopics” sobre estrellas del rock y que cada dos por tres leemos la noticia del próximo rodaje de una de ellas (las más nombradas últimamente son las de Kurt Cobain, Blondie o Freddy Mercury), he querido echar la vista atrás y recuperar una de las primeras y más conocidas: “The Doors”
Aunque la película lleve el mismo nombre que el grupo, perfectamente podría llamarse “Jim Morrison” porque lo que narra es la vida y la muerte del cantante. Interpretado por Val Kilmer, posiblemente lo mejor del film sea la poquísima caracterización que fue necesaria para conseguir un parecido físico entre actor y personaje, a pesar del poco presupuesto que se gastaron en esas pelucas de esparto que lucen los protagonistas. No sé si habrá en todo Hollywood algún actor más apropiado para encarnar al Rey Lagarto que Val Kilmer, pero no me quiero ni imaginar cómo hubiera quedado Tom Cruise como inicialmente había sido propuesto.
Oliver Stone nos presenta a Jim Morrison como un personaje obsesionado con el chamán de una tribu de indios Navajos al que de niño vio morir en un accidente de tráfico en una carretera de Nuevo México; como un ser de otro mundo que vive permanentemente colgado, que no para de decir sandeces las veinticuatro horas del día y cuyo único objetivo en la vida parece que sea ponerse hasta el culo de todo en busca de la muerte. Prácticamente no conozco la carrera de The Doors y mucho menos la biografía de Jim Morrison, pero resulta bastante poco creíble que alguien con ese ritmo de vida llegara alguna vez a grabar seis discos de estudio y a embarcarse en giras de conciertos por Estados Unidos con toda la responsabilidad que ello conlleva. Que Jim Morrison era un megalómano, un fantasioso y que consumía de todo menos caramelos Sugus todos los sabemos, de hecho por algo murió a los veintisiete años, pero la recreación de esa realidad creo que es demasiado exagerada como para ser creíble.
Hablar de argumento en esta película es tontería porque es justo lo que se espera de una película sobre una estrella de rock: sus inicios en el mundo de la música, el encuentro con sus compañeros de banda, los primeros conciertos, las grabaciones de sus primeros discos, la llegada del éxito y la posterior decadencia. Por lo demás, “The Doors” es básicamente un derroche de escenas de sexo, drogas y rock & roll protagonizadas por Jim Morrison. Lo más curioso de la historia es ver como Ray Manzarek, John Densmore y Robbie Krieger, los otros miembros de The Doors, dan muestras de no tragar a Jim Morrison pero tenerlo que soportar por los beneficios económicos que les reportan sus canciones y su caótica personalidad. La parte final, con un Jimbo gordo y barbudo, también tiene su atractivo por ver a Val Kilmer hecho un ceporro.
Supongo que para los que les guste The Doors esta película será el recopetín, pero a mí que ni me gustan musicalmente, ni conocía su biografía, ni me importan un carajo sus letras y su significado, la verdad es que me parece un tremendo aburrimiento.
Aunque la película lleve el mismo nombre que el grupo, perfectamente podría llamarse “Jim Morrison” porque lo que narra es la vida y la muerte del cantante. Interpretado por Val Kilmer, posiblemente lo mejor del film sea la poquísima caracterización que fue necesaria para conseguir un parecido físico entre actor y personaje, a pesar del poco presupuesto que se gastaron en esas pelucas de esparto que lucen los protagonistas. No sé si habrá en todo Hollywood algún actor más apropiado para encarnar al Rey Lagarto que Val Kilmer, pero no me quiero ni imaginar cómo hubiera quedado Tom Cruise como inicialmente había sido propuesto.
Oliver Stone nos presenta a Jim Morrison como un personaje obsesionado con el chamán de una tribu de indios Navajos al que de niño vio morir en un accidente de tráfico en una carretera de Nuevo México; como un ser de otro mundo que vive permanentemente colgado, que no para de decir sandeces las veinticuatro horas del día y cuyo único objetivo en la vida parece que sea ponerse hasta el culo de todo en busca de la muerte. Prácticamente no conozco la carrera de The Doors y mucho menos la biografía de Jim Morrison, pero resulta bastante poco creíble que alguien con ese ritmo de vida llegara alguna vez a grabar seis discos de estudio y a embarcarse en giras de conciertos por Estados Unidos con toda la responsabilidad que ello conlleva. Que Jim Morrison era un megalómano, un fantasioso y que consumía de todo menos caramelos Sugus todos los sabemos, de hecho por algo murió a los veintisiete años, pero la recreación de esa realidad creo que es demasiado exagerada como para ser creíble.
Hablar de argumento en esta película es tontería porque es justo lo que se espera de una película sobre una estrella de rock: sus inicios en el mundo de la música, el encuentro con sus compañeros de banda, los primeros conciertos, las grabaciones de sus primeros discos, la llegada del éxito y la posterior decadencia. Por lo demás, “The Doors” es básicamente un derroche de escenas de sexo, drogas y rock & roll protagonizadas por Jim Morrison. Lo más curioso de la historia es ver como Ray Manzarek, John Densmore y Robbie Krieger, los otros miembros de The Doors, dan muestras de no tragar a Jim Morrison pero tenerlo que soportar por los beneficios económicos que les reportan sus canciones y su caótica personalidad. La parte final, con un Jimbo gordo y barbudo, también tiene su atractivo por ver a Val Kilmer hecho un ceporro.
Supongo que para los que les guste The Doors esta película será el recopetín, pero a mí que ni me gustan musicalmente, ni conocía su biografía, ni me importan un carajo sus letras y su significado, la verdad es que me parece un tremendo aburrimiento.
2 comentarios:
jajajaja, payaso, no has entendido una mierda, buscando realismo en esta película.
Payaso tu padre. Firma el mensaje si tienes huevos, marica.
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