Fin de fiesta histórico en la edición catalana del Sonisphere
Hacía seis años que Metallica no pisaban la capital catalana. Las últimas veces que habían actuado en España lo habían hecho en ciudades como Zaragoza, Bilbao o Getafe, y próximamente lo iban a hacer en Madrid, así que cuando me enteré del regreso de los de San Francisco a Barcelona no quise perderme la oportunidad de verlos en directo. Daba igual que su actuación estuviese enmarcada dentro del festival itinerante Sonisphere compartiendo cartel con grupos como Gojira, The Eyes, Soziedad Alkoholika, Lamb of God, Mastodon, Down, Machine Head o Slipknot y que la entrada costase ochenta euros del ala, Metallica venían a mi ciudad y yo debía estar ahí.
El recinto del Fòrum abría sus puertas a las 15:00 horas aproximadamente y la actuación de Metallica estaba previsto que comenzase sobre las 00:00 horas. Como poco seguidor que soy del heavy metal, trash metal, death metal y todos esos géneros, subgéneros y subsubgéneros que llevan la palabra “metal” en su nombre, me importaban un carajo todos los grupos que formaban el cartel del Sonisphere, así que llegué sobre las 20:00 horas al Parc del Fòrum coincidiendo con el inicio de la actuación de Machine Head. Ruido, berridos, voces guturales, ganancia a punta de pala en los amplificadores y muy poco más que comentar. Tras pasear por los chiringuitos de merchandising metalero, hacer cola en un puesto de bocadillos durante más de media hora (he visto gente más rápida en algunos hospitales) y tomar alguna cerveza, hice el tiempo suficiente para presenciar el concierto de Slipknot, banda que no conozco pero a la cual tenía curiosidad por ver.
Más que de música, hablar de Slipknot es hablar de espectáculo circense. Además de que todos los componentes del grupo llevan sus características máscaras, siendo con esto la banda totalmente susceptible de cambiar de formación sin que sus fans se den ni cuenta, todo el juego de plataformas elevadizas, proyección de imágenes confusas e inquietantes en las pantallas colocadas en el escenario y las percusiones sobre barriles de cerveza, hacen que en las actuaciones de Slipknot lo de menos sean las canciones. En la recta final del show, siendo guiado por un auténtico profesional en el arte de colarse hasta las primeras filas de los conciertos independientemente de la hora de llegada, fui penetrando entre las masas de seguidores de la banda enmascarada para poder conseguir una buena ubicación y presenciar el concierto de Metallica lo más cerca posible del grupo. A unos cincuenta o sesenta metros del escenario tuve la oportunidad de disfrutar del clásico momento de catarsis de todos los conciertos de Slipknot, el momento del solo de batería en el que la plataforma que la soporta se eleva hasta lo más alto para posteriormente inclinarse por completo, ponerse totalmente en posición vertical y comenzar a girar. Todo un espectáculo, más propio de una atracción de Port Aventura que de un concierto de rock, que hizo las delicias de los miles de fans del grupo congregados esa noche en la explanada del Fòrum.
En el descanso, y aprovechando el movimiento del personal, fui avanzando posiciones hasta colocarme a menos de veinte metros del escenario, un escenario que poco a poco iba configurándose de la forma que últimamente se viene haciendo en los conciertos de Metallica: telón rasgado de color negro al fondo y pasarela plateada con dos rampas en los laterales bajo la cual los técnicos de “backline” guardan los instrumentos y donde el grupo se refugia durante los descansos. Sobre las 00:20 horas se apagaron las luces del escenario y por las pantallas gigantes comenzó la proyección de las imágenes del film de Sergio Leone “El bueno, el feo y el malo” en las que Elli Wallace (encarnando a Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez) recorre el cementerio en busca de la tumba Bill Carson donde se esconde un suculento botín mientras suena el tema “The ecstasi of gold” de Ennio Morricone. Coincidiendo con el final de estas imágenes, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo invadían el escenario dando las buenas noches a Barcelona e invitando a las 70.000 personas allí presentes a sentirse bien. Por mi parte nada más lejos de la realidad. En cuanto sonó la primera nota de “Fight fire with fire”, tema con el que se abrió el concierto, en las primeras filas se desató una auténtica batalla de empujones, codazos y apretujones, normal para el público auténticamente heavy pero demasiado peligroso para el que escribe. He ido a muchos conciertos en mi vida pero he de reconocer que jamás he pasado tanto miedo. La situación de violencia incontrolada y el pánico a caer al suelo entre semejante muchedumbre fuera de sí, hicieron que, mientras sonaba “Creeping death”, segundo tema del “set-list”, decidiera retirarme a una posición más cómoda y segura.
Un poco más lejos, tanto de Metallica como de la muerte, pude disfrutar mucho más de todo el resto del concierto, un concierto que estuvo cerca de la suspensión debido a unos problemas de espalda que James Hetfield arrastraba desde antes del concierto anterior celebrado en Lisboa. Según el propio James, gracias a los médicos, a los curanderos y a la fuerza que le da el público, Metallica pudo estar esa noche allí para darlo todo, y no cabe duda de que así lo hicieron. Dicho esto, el concierto prosiguió con una serie de temas clásicos de la banda como “No remorse”, “Of wolf and man” y la siempre emocionante “Fade to black”, para a continuación dar paso a “Broken, beat and scarred” y “My apocalypse”, dos de los pocos temas que interpretarían esa noche de “Death magnetic”, último disco de la banda que supuestamente están presentando durante esta gira.
Me encantaría saber qué médicos y qué curanderos visitan al bueno de Hetfield porque si estaba lesionado de la espalda y, según él, veinticuatro horas antes estaba sentado en una silla de ruedas, no se le notaba ni lo más mínimo. Con sus paseos de lado a lado y de arriba abajo del escenario recorriendo los ocho micrófonos dispuestos estratégicamente para poderse dirigir al público desde todos los lugares, verdaderamente disimulaba perfectamente su lesión. En cuanto al resto de la banda, todos muy en su línea. Lars Ulrich y Kirk Hammett todo un ejemplo de profesionalidad y precisión, y Robert Trujillo un espectáculo él solo. A pesar de ser el último miembro de Metallica en aterrizar en la formación, Trujillo se ha sabido ganar un lugar en la banda con su talento en las cuatro (o cinco o seis) cuerdas, y verlo en el escenario con su traje de baloncesto, agitando las melenas y martilleando con sus dedazos el bajo prácticamente en posición vertical, es un auténtico placer para la vista y los oídos.
Con el ambiente ya caldeado y con el público completamente en el bolsillo, Metallica se dispusieron a afrontar la parte central del concierto que comenzó con el tema “Sad but true” iniciado “a capella” por un James Hetfield únicamente acompañado por un ritmo de guitarra marcado por él mismo con las cuerdas de la guitarra muteadas. Tras una brillante puesta en escena coreada por el público, el grupo se retiraba y el escenario era víctima de una simulación de bombardeo con explosiones, llamaradas y juegos pirotécnicos que precedían al sobrecogedor “One”. A este par de clásicos le siguieron los dos últimos temas de “Death magnetic” en sonar en toda la noche, “All nightmare long” y “The day that never comes”.
Entre algunas canciones el grupo se retiraba hacia el “backstage”, momento durante el cual sonaba la introducción del siguiente tema extraída del propio LP y que inmediatamente era interrumpida por los propios Metallica tocando el resto del tema en riguroso directo. Un detalle curioso que jamás había visto en un concierto y que no acabó de gustarme demasiado puesto que puede hacer dudar a los menos atentos sobre la existencia o no de “playback”. Fue el caso, entre otros, de “Master of puppets”, tema que supuso otro de los momentos álgidos de la noche y con el que se encarriló la recta final del concierto compuesta por ésta y tres canciones más: “Blackened”, “Nothing else matters” y “Enter sandman”. La ejecución de las tres fue impecable y la entrega del público inmejorable.
Pese a que el grupo se despidió de la audiencia, todos sabemos que no hay concierto sin al menos un bis. Dicho y hecho. Mientras el público entonaba el clásico cántico futbolero de “Oé, oeoeoé... oé, oé”, Hetfield aparecía de nuevo en escena puntenado esa misma melodía en su guitarra ESP Explorer blanca. Después de agradecer el ambiente, la energía, las sensacones positivas transmitidas al grupo por parte del público y de llamarnos a todos en numerosas ocasiones “gran familia”, Metallica rindieron su particular homenaje a los míticos Queen con el tema “Stone cold crazy” publicado en su álbum “Garage Inc.” y que el propio James Hetfield ya cantó con los mismos Queen durante el concierto homenaje a Freddy Mercury celebrado en Wembley en el año 1992.
Casi a las dos y media de la madrugada llegó la hora del final de la actuación de Metallica y del Festival Sonisphere. “Phantom Lord” y “Seek and destroy”, dos temas de su primer álbum “Kill ‘em all”, fueron las canciones elegidas, la última dedicada especialmente por Hetfield a todas las bandas que habían pasado por el festival. Fue un brillante colofón adornado con fuegos artificiales, fogonazos y por las vueltas sobre sí mismo de Robert Trujillo. Metallica y todos los allí presentes quedamos plenamente satisfechos con esta madrugada histórica, tanto que incluso los propios miembros del grupo (a excepción de Robert Trujillo que simplemente se limitó a gritar “Força Barça”) nos prometieron volver más a menudo a Barcelona. Tomaremos nota.
Hacía seis años que Metallica no pisaban la capital catalana. Las últimas veces que habían actuado en España lo habían hecho en ciudades como Zaragoza, Bilbao o Getafe, y próximamente lo iban a hacer en Madrid, así que cuando me enteré del regreso de los de San Francisco a Barcelona no quise perderme la oportunidad de verlos en directo. Daba igual que su actuación estuviese enmarcada dentro del festival itinerante Sonisphere compartiendo cartel con grupos como Gojira, The Eyes, Soziedad Alkoholika, Lamb of God, Mastodon, Down, Machine Head o Slipknot y que la entrada costase ochenta euros del ala, Metallica venían a mi ciudad y yo debía estar ahí.
El recinto del Fòrum abría sus puertas a las 15:00 horas aproximadamente y la actuación de Metallica estaba previsto que comenzase sobre las 00:00 horas. Como poco seguidor que soy del heavy metal, trash metal, death metal y todos esos géneros, subgéneros y subsubgéneros que llevan la palabra “metal” en su nombre, me importaban un carajo todos los grupos que formaban el cartel del Sonisphere, así que llegué sobre las 20:00 horas al Parc del Fòrum coincidiendo con el inicio de la actuación de Machine Head. Ruido, berridos, voces guturales, ganancia a punta de pala en los amplificadores y muy poco más que comentar. Tras pasear por los chiringuitos de merchandising metalero, hacer cola en un puesto de bocadillos durante más de media hora (he visto gente más rápida en algunos hospitales) y tomar alguna cerveza, hice el tiempo suficiente para presenciar el concierto de Slipknot, banda que no conozco pero a la cual tenía curiosidad por ver.
Más que de música, hablar de Slipknot es hablar de espectáculo circense. Además de que todos los componentes del grupo llevan sus características máscaras, siendo con esto la banda totalmente susceptible de cambiar de formación sin que sus fans se den ni cuenta, todo el juego de plataformas elevadizas, proyección de imágenes confusas e inquietantes en las pantallas colocadas en el escenario y las percusiones sobre barriles de cerveza, hacen que en las actuaciones de Slipknot lo de menos sean las canciones. En la recta final del show, siendo guiado por un auténtico profesional en el arte de colarse hasta las primeras filas de los conciertos independientemente de la hora de llegada, fui penetrando entre las masas de seguidores de la banda enmascarada para poder conseguir una buena ubicación y presenciar el concierto de Metallica lo más cerca posible del grupo. A unos cincuenta o sesenta metros del escenario tuve la oportunidad de disfrutar del clásico momento de catarsis de todos los conciertos de Slipknot, el momento del solo de batería en el que la plataforma que la soporta se eleva hasta lo más alto para posteriormente inclinarse por completo, ponerse totalmente en posición vertical y comenzar a girar. Todo un espectáculo, más propio de una atracción de Port Aventura que de un concierto de rock, que hizo las delicias de los miles de fans del grupo congregados esa noche en la explanada del Fòrum.
En el descanso, y aprovechando el movimiento del personal, fui avanzando posiciones hasta colocarme a menos de veinte metros del escenario, un escenario que poco a poco iba configurándose de la forma que últimamente se viene haciendo en los conciertos de Metallica: telón rasgado de color negro al fondo y pasarela plateada con dos rampas en los laterales bajo la cual los técnicos de “backline” guardan los instrumentos y donde el grupo se refugia durante los descansos. Sobre las 00:20 horas se apagaron las luces del escenario y por las pantallas gigantes comenzó la proyección de las imágenes del film de Sergio Leone “El bueno, el feo y el malo” en las que Elli Wallace (encarnando a Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez) recorre el cementerio en busca de la tumba Bill Carson donde se esconde un suculento botín mientras suena el tema “The ecstasi of gold” de Ennio Morricone. Coincidiendo con el final de estas imágenes, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo invadían el escenario dando las buenas noches a Barcelona e invitando a las 70.000 personas allí presentes a sentirse bien. Por mi parte nada más lejos de la realidad. En cuanto sonó la primera nota de “Fight fire with fire”, tema con el que se abrió el concierto, en las primeras filas se desató una auténtica batalla de empujones, codazos y apretujones, normal para el público auténticamente heavy pero demasiado peligroso para el que escribe. He ido a muchos conciertos en mi vida pero he de reconocer que jamás he pasado tanto miedo. La situación de violencia incontrolada y el pánico a caer al suelo entre semejante muchedumbre fuera de sí, hicieron que, mientras sonaba “Creeping death”, segundo tema del “set-list”, decidiera retirarme a una posición más cómoda y segura.
Un poco más lejos, tanto de Metallica como de la muerte, pude disfrutar mucho más de todo el resto del concierto, un concierto que estuvo cerca de la suspensión debido a unos problemas de espalda que James Hetfield arrastraba desde antes del concierto anterior celebrado en Lisboa. Según el propio James, gracias a los médicos, a los curanderos y a la fuerza que le da el público, Metallica pudo estar esa noche allí para darlo todo, y no cabe duda de que así lo hicieron. Dicho esto, el concierto prosiguió con una serie de temas clásicos de la banda como “No remorse”, “Of wolf and man” y la siempre emocionante “Fade to black”, para a continuación dar paso a “Broken, beat and scarred” y “My apocalypse”, dos de los pocos temas que interpretarían esa noche de “Death magnetic”, último disco de la banda que supuestamente están presentando durante esta gira.
Me encantaría saber qué médicos y qué curanderos visitan al bueno de Hetfield porque si estaba lesionado de la espalda y, según él, veinticuatro horas antes estaba sentado en una silla de ruedas, no se le notaba ni lo más mínimo. Con sus paseos de lado a lado y de arriba abajo del escenario recorriendo los ocho micrófonos dispuestos estratégicamente para poderse dirigir al público desde todos los lugares, verdaderamente disimulaba perfectamente su lesión. En cuanto al resto de la banda, todos muy en su línea. Lars Ulrich y Kirk Hammett todo un ejemplo de profesionalidad y precisión, y Robert Trujillo un espectáculo él solo. A pesar de ser el último miembro de Metallica en aterrizar en la formación, Trujillo se ha sabido ganar un lugar en la banda con su talento en las cuatro (o cinco o seis) cuerdas, y verlo en el escenario con su traje de baloncesto, agitando las melenas y martilleando con sus dedazos el bajo prácticamente en posición vertical, es un auténtico placer para la vista y los oídos.
Con el ambiente ya caldeado y con el público completamente en el bolsillo, Metallica se dispusieron a afrontar la parte central del concierto que comenzó con el tema “Sad but true” iniciado “a capella” por un James Hetfield únicamente acompañado por un ritmo de guitarra marcado por él mismo con las cuerdas de la guitarra muteadas. Tras una brillante puesta en escena coreada por el público, el grupo se retiraba y el escenario era víctima de una simulación de bombardeo con explosiones, llamaradas y juegos pirotécnicos que precedían al sobrecogedor “One”. A este par de clásicos le siguieron los dos últimos temas de “Death magnetic” en sonar en toda la noche, “All nightmare long” y “The day that never comes”.
Entre algunas canciones el grupo se retiraba hacia el “backstage”, momento durante el cual sonaba la introducción del siguiente tema extraída del propio LP y que inmediatamente era interrumpida por los propios Metallica tocando el resto del tema en riguroso directo. Un detalle curioso que jamás había visto en un concierto y que no acabó de gustarme demasiado puesto que puede hacer dudar a los menos atentos sobre la existencia o no de “playback”. Fue el caso, entre otros, de “Master of puppets”, tema que supuso otro de los momentos álgidos de la noche y con el que se encarriló la recta final del concierto compuesta por ésta y tres canciones más: “Blackened”, “Nothing else matters” y “Enter sandman”. La ejecución de las tres fue impecable y la entrega del público inmejorable.
Pese a que el grupo se despidió de la audiencia, todos sabemos que no hay concierto sin al menos un bis. Dicho y hecho. Mientras el público entonaba el clásico cántico futbolero de “Oé, oeoeoé... oé, oé”, Hetfield aparecía de nuevo en escena puntenado esa misma melodía en su guitarra ESP Explorer blanca. Después de agradecer el ambiente, la energía, las sensacones positivas transmitidas al grupo por parte del público y de llamarnos a todos en numerosas ocasiones “gran familia”, Metallica rindieron su particular homenaje a los míticos Queen con el tema “Stone cold crazy” publicado en su álbum “Garage Inc.” y que el propio James Hetfield ya cantó con los mismos Queen durante el concierto homenaje a Freddy Mercury celebrado en Wembley en el año 1992.
Casi a las dos y media de la madrugada llegó la hora del final de la actuación de Metallica y del Festival Sonisphere. “Phantom Lord” y “Seek and destroy”, dos temas de su primer álbum “Kill ‘em all”, fueron las canciones elegidas, la última dedicada especialmente por Hetfield a todas las bandas que habían pasado por el festival. Fue un brillante colofón adornado con fuegos artificiales, fogonazos y por las vueltas sobre sí mismo de Robert Trujillo. Metallica y todos los allí presentes quedamos plenamente satisfechos con esta madrugada histórica, tanto que incluso los propios miembros del grupo (a excepción de Robert Trujillo que simplemente se limitó a gritar “Força Barça”) nos prometieron volver más a menudo a Barcelona. Tomaremos nota.
4 comentarios:
¿Y qué creias, mientras te posicionabas en primera fila, que los metaleros de alrededor quedaron allí a tomar el té de las 5? Si aqui hay avalanchas en primera fila hasta para ver a la Pantoja... no ves que somos unos gañanes!! :P Bueno, me alegro que sobrevivieras, debió ser terrorífico... Sobre el concierto, están mayores, pero los tios parece que tienen claro que es lo que se espera escuchar en sus conciertos, no? y Robert Trujillo es un crack, rejuvenece a Metallica
Verdaderamente terrorífico. Sólo te digo que uno de los cinco que íbamos que decidió quedarse en el barullo cuando Jesús y yo nos retiramos, finalmente acabó desmayándose y otro tuvo que echárselo al hombro y llevárselo fuera... Brutal... Eso sí, musicalmente muy buenos, el repertorio cojonudos y Trujillo todo un personaje.
Me pones los dientes largos, de verdad. Cada vez que viene Metallica por H o por B me los pierdo y me tengo que conformar con videos.
En su linea. Son los más grandes del metal sin duda. Grandes temas y gran puesta en escena y un sonido cuidado. Que más se puede pedir. Bueno si que no tarden tanto en volver ya tengo el mono de más y mas y mas Metallica. Metal Up Your Ass.
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