lunes, 18 de julio de 2011

Slash (Slash y Anthony Bozza) 2007

Habitualmente, cuando alguien lee la biografía de un artista al cual admira lo que pretende es profundizar en su vida fuera de los escenarios y conocer un poco más al ser humano que hay detrás del personaje popular. Posiblemente Slash sea el primer músico al cual he admirado de verdad. Su sonido de guitarra hard rockero con esas claras influencias del blues, sumado a su icónica imagen de pelo lanoso, gafas de sol, chistera con remaches calada hasta las cejas y guitarra Gibson Les Paul colgada al hombro, me hipnotizaron por completo desde el primer momento en que lo ví, hasta el punto de, no sólo tener toda su discografía oficial en versión original sino, además, haber llegado a tener durante años pósters con su imagen colgados en mi habitación e incluso una reproducción en miniatura con su figura. Slash ha sido y será por siempre mi principal ídolo musical y el músico que consiguió que yo mismo sintiera atracción e ilusión por aprender a tocar la guitarra, así que cuando me hice con la edición en castellano de este libro, más que leérmelo lo devoré en un tiempo récord. Lejos de mitificar todavía más al personaje, leyéndolo llegué a la conclusión de que, a pesar de ser toda una institución en la historia del rock, como persona Slash no es otra cosa más que un completo imbécil que si no ha conseguido ser diez veces más de lo que actualmente es, sin duda ha sido por su estupidez. Sí, ya, en ningún momento he dado por supuesto que Slash sea un digno merecedor de un Premio Nobel de Física o algo por el estilo, pero creo que el hecho de llevar toda la vida en esto de la música y únicamente haber conseguido grabar diez discos con cara y ojos en casi treinta años (al margen de colaboraciones esporádicas con otros artistas) es un claro indicador de que algo pasa.

Como en la misma portada indica, el libro ha sido escrito por Slash en primera persona con la ayuda de Anthony Bozza, un escritor y periodista neoyorquino que al parecer ha mantenido largas charlas y entrevistas con el propio Slash, tras las cuales ha transcrito de forma fiel las palabras del músico para dejarlas plasmadas en este libro. Sintetizando mucho, podríamos decir que la biografía de Slash se divide en tres grandes bloques: El primero sería el correspondiente a la infancia, adolescencia y vida familiar de Saul Hudson antes de convertirse en Slash. El segundo y principal correspondería a lo que es el inicio, nudo y desenlace de la historia de Guns N’ Roses, la banda con la que alcanzó la fama internacional. Y el bloque final y quizás más aburrido es el dedicado a la etapa de Slash colaborando con todo el mundo y liderando o co-liderando diferentes proyectos musicales de éxito relativo como Slash’s Snakepit y Velvet Revolver, así como a la reciente formación de su propia familia.

El primero de estos bloques es fundamental para ponerse un poco en situación y entender cómo un niño de familia acomodada puede llegar a convertirse en un personaje como Slash, tanto para lo bueno como para lo malo. Hijo de padre pintor y madre diseñadora, ambos de vida bohemia y con amistades de dudosa reputación, su personalidad sufrió un cambio radical en el momento en que ambos se divorcian y por el bien de su estabilidad se vieron obligados a mandarlo a vivir con su abuela materna en Los Ángeles. Allí, muy pronto se convertiría en un pandillero, un ladrón y en un auténtico gamberro que pasaba más tiempo pateándose la ciudad a lomos de su bicicleta con el único fin de perpetrar todo tipo de fechorías, que estudiando. Vamos, una especie de Tom Sawyer urbano y ochenteno cuya vida cambiaría por completo en el momento en que comienzó a tocar la guitarra y a montar sus primeras bandas de rock.

Si esta primera parte es interesante y hasta cierto punto “cómica” por la forma como Slash explica los acontecimientos, la parte más atractiva del libro para cualquier fan de Guns N’ Roses es aquella en la que Slash cuenta, bajo su particular punto de vista, la historia del grupo desde el principio hasta el final de sus días. Se trata de una narración sobre los inicios, el crecimiento, el despegue, la trayectoria y la decadencia de Guns N’ Roses contada por primera vez en casi treinta años en primera persona. Más o menos es la historia que todos los fans ya habíamos leído en diferentes revistas y publicaciones pero explicada con todo lujo de detalles por uno de sus protagonistas, adornada además con decenas de anécdotas y dejando alguna que otra eterna duda sobre ciertos aspectos de la banda totalmente aclarada.

Pero hablar de Slash es imposible sin hablar de ese co-protagonista que ha compartido con él el noventa por ciento de su vida. No me refiero ni a Axl Rose, ni a Duff, ni a su abuela, ni ninguno de sus padres, ni a sus serpientes, ni a sus esposas o novias. Me refiero a la droga. La biografía de Slash no es sólo la biografía de un músico, es también la biografía de un drogadicto. Slash se enganchó a la heroína a la edad de diecinueve años y desde entonces hasta hace relativamente poco su consumo, no sólo de esta substancia sino también de otras como la cocaína, el alcohol, sus famosas “speed balls” y otros tipos de cócteles tóxicos (todo ello en cantidades astronómicas), ha sido continuado, llegando a marcar su vida por completo. Si bien es cierto que mientras estuvo en Guns N’ Roses las drogas nunca le impidieron realizar su trabajo a la perfección, tanto encima del escenario como en los estudios de grabación, la impresión que me queda es que si no fuera por su extrema adicción a ellas durante tantos años quizás Guns N’ Roses nunca hubieran acabado de la forma que acabaron y, por supuesto, jamás se habría dejado engatusar por Axl Rose (cuya paranoia se llega incluso a comprender viendo con qué clase de elementos compartía banda) en el momento en que le fueron arrebatados legalmente los derechos sobre el nombre y la marca Guns N’ Roses. Han sido diversos los procesos de desintoxicación a los que se ha sometido a lo largo de los años y alguno que otro los amigos que por culpa de las drogas se le han quedado por el camino, pero su inmadurez, su inconsciencia y la estupidez de la que hablaba al principio, le han hecho volver a consumir de nuevo todas las veces que lo había conseguido dejar. Según cuenta, esto fue así hasta el momento en que le llegó la paternidad.

Resumiendo, la biografía de Slash es la historia de una estrella de la música pero también es la historia de un superviviente, de una víctima fácil del ambiente de excesos que rodeaba al rock en Los Ángeles a principios de los años ochenta, que si no fuera por los medios económicos de los que ha dispuesto, quizás este libro jamás podría haberse escrito de la forma en la que se ha hecho, como una autobiografía. Salvando mucho las distancias, la vida de Slash me ha recordado un poco a la vida de Keith Richards, con la diferencia de que Keith Richards vivió en una época de total desconocimiento sobre el asunto de las drogas, excusa que en el caso de Slash no sirve. Lo que me sorprende es que alguien que durante tantos años fue un yonki profesional tenga tan buena memoria y recuerde tan bien tantos aspectos de su vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Probablemente Slash haya vivido todo lo que cuenta pero es evidente que todos los rockeros exageran siempre un poco en lo tocante a los excesos que cometieron en su juventud.

Tomás dijo...

Creo que coincidimos bastante. Yo también he hecho una crítica en mi blog, si a alguien le interesa.