Héroes del Silencio encienden la traca final
Cuando el pasado 14 de Febrero se confirmaron los rumores del regreso de Héroes del Silencio, parecía que faltaba una eternidad para que llegara el momento de poder verlos en directo. Sin embargo, pronto se cumplirá un mes de la celebración del último concierto del grupo que tuvo lugar en el Circuit de la Comunitat Valenciana de Cheste. En principio yo no tenía ninguna intención de asistir a dicho concierto por ser en la provincia de Valencia, un lugar con el que no tengo absolutamente ningún vínculo ni ninguna relación. Sinceramente no me apetecía gastarme un dineral en viajes, entrada, alojamiento y estancia para ver un concierto, por mucho que se tratase de Héroes del Silencio. Fue a falta de un mes de la celebración de éste, y habiendo visto imágenes de los montajes y los conciertos de América, cuando finalmente me animé a comprar una entrada y a plantarme en Valencia en tren y sin alojamiento alguno, dispuesto a pasar la noche en vela a cambio de asistir al fin de fiesta de la gira de regreso de la banda que más me ha marcado musicalmente hablando. A pesar de todos los contratiempos sufridos he de decir que no me arrepiento en absoluto de la experiencia, sobre todo cuando, por casualidades del destino, pude conseguir una entrada preferente a ultimísima hora.
La operación “Traca final” no pudo empezar con peor pie. Varios días antes del fin de semana del 27 de Octubre, a causa de un incidente producido en las obras del tren de alta velocidad, RENFE había interrumpido el servicio de los trenes que realizan su entrada y su salida de Barcelona por la vía de Bellvitge. Casualmente el tren que debía llevarme a Valencia circulaba por esa vía, con lo que me vi obligado a viajar en autocar hasta Tarragona y desde allí tomar un tren hasta Valencia. La broma me costó una hora de retraso, llegando a la capital del Turia a las 16:00 h. en lugar de llegar a las 15:00 h. como estaba previsto. El concierto comenzaba a las 21:00 h., pero aún tenía que llegar al Circuito Ricardo Tormo de Cheste. Para ello, a las 17:00 h. aproximadamente, cogí un tren regional con parada en una zona próxima al circuito. Con tanquilidad y totalmente ajeno al caos circulatorio que se estaba formando en la carretera de acceso al circuito a falta de tres horas para el comienzo del concierto, sobre las 18:00 h. llegué al recinto y sólo me quedaba esperar a que comenzara el espectáculo.
La tarde era fría y durante el camino desde la estación de tren hasta la explanada donde se iba a celebrar el concierto empezaron a caer algunas gotas de lluvia que poco a poco se fueron intensificando. Una marea de gente con la mirada puesta en el majestuoso escenario ubicado en la parte alta de un montículo, nos íbamos encaminando hacia el aparcamiento del Circuito Ricardo Tormo, recordando aquellas escenas repetidas anualmente de miles de musulmanes peregrinando a la Meca. En el trayecto podían verse a lado y lado del camino infinidad de puestos de comida, bebida y venta de merchandising pirata, tantos que incluso llegaban a obstaculizar considerablemente el paso de la gente.
Una vez en el recinto, y habiendo superado los controles de acceso, la verdad es que me llevé una grata sorpresa con la organización y el despliegue de medios de la zona de recreo montada en las inmediaciones del escenario. Enormes barras de bar, diversos puntos de venta de merchandising oficial, gran cantidad de cabinas de urinarios públicos, algunas carpas de videojuegos, puestos de comida, gradas supletorias y hasta un toro mecánico, eran algunos de los servicios que se pusieron a disposición de las más de 80.000 personas que se esperaba que asistiesen al concierto, dejando a Zaragoza a la altura del betún. El caso es que sobre las 18:30 h. yo ya ocupaba la posición desde la cual iba a presenciar el show, que no era otra que la tercera fila de la zona preferente derecha. Haciendo uso de los transportes públicos y la zapatilla, y sin un minuto de atasco, dos horas y media antes del inicio del concierto ya tenía una ubicación envidiable.
A las 21:00 h., con la luna llena brillando sobre el cielo valenciano, se apagaban las luces del escenario e iniciaba el mismo ritual que he venido narrando en las dos crónicas anteriores: “Song to the siren” de This mortal coil sonando en la oscuridad. Esta vez la emoción que sentí ya no fue la de alguien que después de muchos años por fin ve realizado un sueño. La emoción era similar a la sentida cuando uno se despide para siempre de alguien o algo que sabe que no va a volver a ver. Pese a ser mi tercer concierto de Héroes del Silencio en menos de un mes, el primer RE menor de “El estanque” volvió a penetrar en mis sentidos y a erizar mi piel como ya me ocurriera el día 10 de Octubre en La Romareda. Después del mal sabor de boca que me quedó el día 12 de Octubre debido a mi pésima ubicación en la pista, en este concierto de Cheste traté de disfrutar al máximo y de prestar atención a todos los detalles posibles con la intención de llevarme para siempre el mejor recuerdo de la gira de regreso de Héroes del Silencio.
Como venía siendo habitual, después de “El estanque” vinieron “Deshacer el mundo” y “Mar adentro”, antes de la cual Enrique Bunbury saludó a Valencia desde el escenario central, e intentando divisar el horizonte exclamó: “¡Casi no veo al último!”. La verdad es que si uno echaba la vista atrás y se ponía de puntillas, el paisaje de un océano de más de 80.000 cabezas era sobrecogedor. Desde el principio se notó que Enrique Bunbury tenía la voz en perfectas condiciones y que ya estaba totalmente recuperado de su gripe. En cuanto al sonido, éste era espectacular con respecto al de La Romareda. No sé si será porque la acústica de un lugar abierto al aire libre es mejor que la de un estadio de fútbol rodeado por gradas y hundido en el suelo del centro de una ciudad, como lo es el de Zaragoza, pero el sonido desde la parte frontal del escenario era brutal. Supongo que los músicos también tendrían algo que ver en ello al estar mucho más rodados.
Después de “Mar adentro” la velada prosiguió de la misma forma que el día del Pilar, con un bloque de canciones formado por “La carta”, “Agosto”, “La sirena varada” y “Opio”, esta última con una equivocación en la entrada de la guitarra que fue motivo de broma entre los propios músicos. A continuación Enrique Bunbury se encaminó por última vez al mini escenario central para agradecer al público, y por extensión a todos los fans, el haber hecho posible que Héroes del Silencio hayan llegado a ser lo que actualmente son: la banda de rock más importante de España y parte de Europa. Tras la presentación habitual de los miembros del grupo por separado mientras estos se acercaban a él improvisando “La mala hora”, llegaba el momento del set más íntimo del concierto compuesto por “La herida”, “Despertar”, “Apuesta por el rock & roll” (con dedicatoria especial a Gabriel Sopeña y Mauricio Aznar del grupo zaragozano Más birras), “Héroe de leyenda”, “Con nombre de guerra” y “No más lágrimas”. Esta sería para mí la primera vez que escuchaba “Despertar”, uno de mis temas preferidos de “Senderos de traición”.
Con el sonido ensordecedor de las hélices proyectadas en las pantallas superiores, el grupo se dirigía hacia el escenario principal a través de la pasarela para poner en escena “Nuestros nombres”, con nuevos problemas en la entrada de la guitarra y un final en el que Enrique Bunbury se emocionó haciendo falsetes cuando la canción ya había terminado. Tras ésta vendrían “El mar no cesa”, “Entre dos tierras”, “Maldito duende”, “Iberia sumergida” y “Avalancha”, al final de la cual la banda se despidió de Valencia aunque no de forma definitiva. Tanto los que repetíamos como los que no, sabíamos que todavía faltaba la última parte del concierto. Efectivamente no sólo no había acabado sino que aún quedaban muchos temas, más que en cualquiera de las anteriores citas. Por ser el último de la gira, además de los temas fijos, Héroes del Silencio habían decidido interpretar la práctica totalidad de los temas que habían variado entre un concierto y otro. Así pues, con un Enrique Bunbury vestido con camisa negra brillante de manga larga en lugar de aquel chaleco que llevara en Zaragoza y que tan mal le había ido para su salud, el grupo volvía al escenario para tocar “Bendecida”, “Tumbas de sal” y “Oración” antes de volverse a retirar.
Después de unos minutos de descanso, el grupo volvía al escenario para dar las gracias a toda la gente que hizo posible la organización de la mastodóntica gira del milenio, y posteriormente interpretar “Tesoro”, “Fuente esperanza” y “La chispa adecuada”. Antes de ésta Enrique Bunbury volvió a solicitar al público su contribución en la iluminación mediante mecheros, móviles o linternas, creando un auténtico mar de puntos de luz en la explanada del aparcamiento del Circuito Ricardo Tormo de Cheste. Durante la lluvia de confetis plateados, Enrique Bunbury, visiblemente emocionado, se volvía a despedir de Valencia dando las gracias una y otra vez, recordando el nombre de la banda e insistiendo en que nunca les olvidásemos.
Mientras el público coreaba “¡Que no se retiren, que no se retiren!”, Héroes del Silencio volvían a escena una vez más, y esta sería la última, para tocar “Malas intenciones”. Tras ella, como en el resto de conciertos, Enrique Bunbury y Juan Valdivia se sentaban juntos en un escalón del escenario para iniciar “En brazos de la fiebre”, el último tema de la noche, de la gira y probablemente de la carrera de Héroes del Silencio. La emoción vivida durante este momento es inexplicable. La sensación de melancolía transmitida por la propia canción, sumada a la estampa de Enrique Bunbury y Juan Valdivia tocando juntos por última vez, al número final de Enrique alumbrando a Juan y al público, y al hecho de que, sin apenas darnos cuenta, la gira de reunión de Héroes del Silencio había llegado a su fin, hicieron de ese momento algo inolvidable. Incluso a los propios músicos, especialmente a Enrique Bunbury al que juraría haberle visto saltar las lágrimas, les costaba contener su emoción en el instante de la despedida. Como broche final, la organización del evento obsequió a la audiencia con un castillo de fuegos artificiales más grande de lo normal, muy apropiado para la región en la que estábamos, la tierra de las Fallas.
Así pues, definitivamente todo había acabado de una forma magnífica, digna de una banda tan grande como Héroes del Silencio. ¿Todo? No, aún quedaba salir del Circuito, llegar a Valencia y volver a casa, pero esa historia prefiero guardármela para mí. Tampoco lo voy a contar todo... ¿no?
Cuando el pasado 14 de Febrero se confirmaron los rumores del regreso de Héroes del Silencio, parecía que faltaba una eternidad para que llegara el momento de poder verlos en directo. Sin embargo, pronto se cumplirá un mes de la celebración del último concierto del grupo que tuvo lugar en el Circuit de la Comunitat Valenciana de Cheste. En principio yo no tenía ninguna intención de asistir a dicho concierto por ser en la provincia de Valencia, un lugar con el que no tengo absolutamente ningún vínculo ni ninguna relación. Sinceramente no me apetecía gastarme un dineral en viajes, entrada, alojamiento y estancia para ver un concierto, por mucho que se tratase de Héroes del Silencio. Fue a falta de un mes de la celebración de éste, y habiendo visto imágenes de los montajes y los conciertos de América, cuando finalmente me animé a comprar una entrada y a plantarme en Valencia en tren y sin alojamiento alguno, dispuesto a pasar la noche en vela a cambio de asistir al fin de fiesta de la gira de regreso de la banda que más me ha marcado musicalmente hablando. A pesar de todos los contratiempos sufridos he de decir que no me arrepiento en absoluto de la experiencia, sobre todo cuando, por casualidades del destino, pude conseguir una entrada preferente a ultimísima hora.
La operación “Traca final” no pudo empezar con peor pie. Varios días antes del fin de semana del 27 de Octubre, a causa de un incidente producido en las obras del tren de alta velocidad, RENFE había interrumpido el servicio de los trenes que realizan su entrada y su salida de Barcelona por la vía de Bellvitge. Casualmente el tren que debía llevarme a Valencia circulaba por esa vía, con lo que me vi obligado a viajar en autocar hasta Tarragona y desde allí tomar un tren hasta Valencia. La broma me costó una hora de retraso, llegando a la capital del Turia a las 16:00 h. en lugar de llegar a las 15:00 h. como estaba previsto. El concierto comenzaba a las 21:00 h., pero aún tenía que llegar al Circuito Ricardo Tormo de Cheste. Para ello, a las 17:00 h. aproximadamente, cogí un tren regional con parada en una zona próxima al circuito. Con tanquilidad y totalmente ajeno al caos circulatorio que se estaba formando en la carretera de acceso al circuito a falta de tres horas para el comienzo del concierto, sobre las 18:00 h. llegué al recinto y sólo me quedaba esperar a que comenzara el espectáculo.
La tarde era fría y durante el camino desde la estación de tren hasta la explanada donde se iba a celebrar el concierto empezaron a caer algunas gotas de lluvia que poco a poco se fueron intensificando. Una marea de gente con la mirada puesta en el majestuoso escenario ubicado en la parte alta de un montículo, nos íbamos encaminando hacia el aparcamiento del Circuito Ricardo Tormo, recordando aquellas escenas repetidas anualmente de miles de musulmanes peregrinando a la Meca. En el trayecto podían verse a lado y lado del camino infinidad de puestos de comida, bebida y venta de merchandising pirata, tantos que incluso llegaban a obstaculizar considerablemente el paso de la gente.
Una vez en el recinto, y habiendo superado los controles de acceso, la verdad es que me llevé una grata sorpresa con la organización y el despliegue de medios de la zona de recreo montada en las inmediaciones del escenario. Enormes barras de bar, diversos puntos de venta de merchandising oficial, gran cantidad de cabinas de urinarios públicos, algunas carpas de videojuegos, puestos de comida, gradas supletorias y hasta un toro mecánico, eran algunos de los servicios que se pusieron a disposición de las más de 80.000 personas que se esperaba que asistiesen al concierto, dejando a Zaragoza a la altura del betún. El caso es que sobre las 18:30 h. yo ya ocupaba la posición desde la cual iba a presenciar el show, que no era otra que la tercera fila de la zona preferente derecha. Haciendo uso de los transportes públicos y la zapatilla, y sin un minuto de atasco, dos horas y media antes del inicio del concierto ya tenía una ubicación envidiable.
A las 21:00 h., con la luna llena brillando sobre el cielo valenciano, se apagaban las luces del escenario e iniciaba el mismo ritual que he venido narrando en las dos crónicas anteriores: “Song to the siren” de This mortal coil sonando en la oscuridad. Esta vez la emoción que sentí ya no fue la de alguien que después de muchos años por fin ve realizado un sueño. La emoción era similar a la sentida cuando uno se despide para siempre de alguien o algo que sabe que no va a volver a ver. Pese a ser mi tercer concierto de Héroes del Silencio en menos de un mes, el primer RE menor de “El estanque” volvió a penetrar en mis sentidos y a erizar mi piel como ya me ocurriera el día 10 de Octubre en La Romareda. Después del mal sabor de boca que me quedó el día 12 de Octubre debido a mi pésima ubicación en la pista, en este concierto de Cheste traté de disfrutar al máximo y de prestar atención a todos los detalles posibles con la intención de llevarme para siempre el mejor recuerdo de la gira de regreso de Héroes del Silencio.
Como venía siendo habitual, después de “El estanque” vinieron “Deshacer el mundo” y “Mar adentro”, antes de la cual Enrique Bunbury saludó a Valencia desde el escenario central, e intentando divisar el horizonte exclamó: “¡Casi no veo al último!”. La verdad es que si uno echaba la vista atrás y se ponía de puntillas, el paisaje de un océano de más de 80.000 cabezas era sobrecogedor. Desde el principio se notó que Enrique Bunbury tenía la voz en perfectas condiciones y que ya estaba totalmente recuperado de su gripe. En cuanto al sonido, éste era espectacular con respecto al de La Romareda. No sé si será porque la acústica de un lugar abierto al aire libre es mejor que la de un estadio de fútbol rodeado por gradas y hundido en el suelo del centro de una ciudad, como lo es el de Zaragoza, pero el sonido desde la parte frontal del escenario era brutal. Supongo que los músicos también tendrían algo que ver en ello al estar mucho más rodados.
Después de “Mar adentro” la velada prosiguió de la misma forma que el día del Pilar, con un bloque de canciones formado por “La carta”, “Agosto”, “La sirena varada” y “Opio”, esta última con una equivocación en la entrada de la guitarra que fue motivo de broma entre los propios músicos. A continuación Enrique Bunbury se encaminó por última vez al mini escenario central para agradecer al público, y por extensión a todos los fans, el haber hecho posible que Héroes del Silencio hayan llegado a ser lo que actualmente son: la banda de rock más importante de España y parte de Europa. Tras la presentación habitual de los miembros del grupo por separado mientras estos se acercaban a él improvisando “La mala hora”, llegaba el momento del set más íntimo del concierto compuesto por “La herida”, “Despertar”, “Apuesta por el rock & roll” (con dedicatoria especial a Gabriel Sopeña y Mauricio Aznar del grupo zaragozano Más birras), “Héroe de leyenda”, “Con nombre de guerra” y “No más lágrimas”. Esta sería para mí la primera vez que escuchaba “Despertar”, uno de mis temas preferidos de “Senderos de traición”.
Con el sonido ensordecedor de las hélices proyectadas en las pantallas superiores, el grupo se dirigía hacia el escenario principal a través de la pasarela para poner en escena “Nuestros nombres”, con nuevos problemas en la entrada de la guitarra y un final en el que Enrique Bunbury se emocionó haciendo falsetes cuando la canción ya había terminado. Tras ésta vendrían “El mar no cesa”, “Entre dos tierras”, “Maldito duende”, “Iberia sumergida” y “Avalancha”, al final de la cual la banda se despidió de Valencia aunque no de forma definitiva. Tanto los que repetíamos como los que no, sabíamos que todavía faltaba la última parte del concierto. Efectivamente no sólo no había acabado sino que aún quedaban muchos temas, más que en cualquiera de las anteriores citas. Por ser el último de la gira, además de los temas fijos, Héroes del Silencio habían decidido interpretar la práctica totalidad de los temas que habían variado entre un concierto y otro. Así pues, con un Enrique Bunbury vestido con camisa negra brillante de manga larga en lugar de aquel chaleco que llevara en Zaragoza y que tan mal le había ido para su salud, el grupo volvía al escenario para tocar “Bendecida”, “Tumbas de sal” y “Oración” antes de volverse a retirar.
Después de unos minutos de descanso, el grupo volvía al escenario para dar las gracias a toda la gente que hizo posible la organización de la mastodóntica gira del milenio, y posteriormente interpretar “Tesoro”, “Fuente esperanza” y “La chispa adecuada”. Antes de ésta Enrique Bunbury volvió a solicitar al público su contribución en la iluminación mediante mecheros, móviles o linternas, creando un auténtico mar de puntos de luz en la explanada del aparcamiento del Circuito Ricardo Tormo de Cheste. Durante la lluvia de confetis plateados, Enrique Bunbury, visiblemente emocionado, se volvía a despedir de Valencia dando las gracias una y otra vez, recordando el nombre de la banda e insistiendo en que nunca les olvidásemos.
Mientras el público coreaba “¡Que no se retiren, que no se retiren!”, Héroes del Silencio volvían a escena una vez más, y esta sería la última, para tocar “Malas intenciones”. Tras ella, como en el resto de conciertos, Enrique Bunbury y Juan Valdivia se sentaban juntos en un escalón del escenario para iniciar “En brazos de la fiebre”, el último tema de la noche, de la gira y probablemente de la carrera de Héroes del Silencio. La emoción vivida durante este momento es inexplicable. La sensación de melancolía transmitida por la propia canción, sumada a la estampa de Enrique Bunbury y Juan Valdivia tocando juntos por última vez, al número final de Enrique alumbrando a Juan y al público, y al hecho de que, sin apenas darnos cuenta, la gira de reunión de Héroes del Silencio había llegado a su fin, hicieron de ese momento algo inolvidable. Incluso a los propios músicos, especialmente a Enrique Bunbury al que juraría haberle visto saltar las lágrimas, les costaba contener su emoción en el instante de la despedida. Como broche final, la organización del evento obsequió a la audiencia con un castillo de fuegos artificiales más grande de lo normal, muy apropiado para la región en la que estábamos, la tierra de las Fallas.
Así pues, definitivamente todo había acabado de una forma magnífica, digna de una banda tan grande como Héroes del Silencio. ¿Todo? No, aún quedaba salir del Circuito, llegar a Valencia y volver a casa, pero esa historia prefiero guardármela para mí. Tampoco lo voy a contar todo... ¿no?
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