Héroes del Silencio se despide de Zaragoza en el día del Pilar
A la misma hora, en el mismo lugar, pero dos días más tarde y con entrada general en lugar de preferente, el que escribe volvía a estar en la calle esperando a que La Romareda abriera sus puertas para poder ver el segundo concierto de Héroes del Silencio en la ciudad de Zaragoza. El ambiente que se respiraba era mucho más multitudinario que el del miércoles anterior y el origen de la mayor parte de los asistentes era mucho más heterogéneo. Galicia, Andalucía, Madrid, Asturias, Cataluña o Murcia, eran algunos de los lugares de procedencia que se podían intuir en los acentos del castellano hablado por todos los allí congregados. Verdaderamente eran pocos los aragoneses que parecían haberse dado cita para ver a Héroes del Silencio en ese día del Pilar, el día grande de las fiestas de Zaragoza, lo cual no hacía más que confirmar el fracaso en la venta de entradas por parte de Ibercaja en tierras aragonesas. En esta ocasión, a diferencia del día 10, sí que había reventas en la calle, y cuando digo reventas no me refiero al típico espectador que le sobra una entrada y que intenta venderla a precio de taquilla por tal de recuperar el dinero, me refiero a señores de entre cuarenta y cincuenta años, con mirada aviesa y aspecto de maleante, que venden localidades a precios desorbitados. La verdad es que resultó muy cómico ver cómo localidades generales que se estaban vendiendo por 80 ó 75 Euros varias horas antes de empezar el concierto, poco después de abrirse las puertas pasaron a venderse por 20 ó 15 Euros.
A mí personalmente la espera se me hizo mucho más larga y pesada que la del día 10. El hecho de tener una entrada general en lugar de una preferente me hacía estar mucho más nervioso por ser una incógnita la distancia desde la cual iba a acabar viendo el concierto. El clima tampoco tenía nada que ver con el de la fecha anterior. En esta ocasión ni llovía ni amenazaba tormenta, lo que caían del cielo eran unos penetrantes rayos de sol que, sumados a los nervios anteriormente comentados y al tostonazo que dieron dos personajes con un par de guitarras y un micrófono interpretando con más pena que gloria un repertorio compuesto por canciones de Héroes del Silencio y Bunbury durante toda la mañana delante de la puerta 20 del estadio, aún lo hacía todo más desesperante.
El caso es que, con mayor puntualidad y con un poco más de orden, a las 17:00 h. se abrían las puertas de La Romareda y la manada de fans corría escaleras abajo en busca de la ubicación perfecta. Como ya me temía, el primer sitio en el que me coloqué estaba a bastante distancia del escenario principal. Las pantallas, que el día anterior me habían parecido enormes, ahora no las veía más grandes que la televisión del comedor de mi casa. Eso en cuanto a la distancia, porque en cuanto a la aglomeración, a falta de 4 horas de dar comienzo el concierto, el agobio era tal que no tuve más remedio que salir del mogollón y buscar algún lugar un poco menos centrado pero algo más amplio. La parte trasera de la torre de luces de la derecha fue el lugar elegido. Un buen sitio si no fuera porque no caí en la cuenta de que la grúa con la cámara móvil ubicada allí mismo se me iba a poner delante durante determinadas partes del concierto, impidiéndome a ratos la total visibilidad del escenario.
Después de esta pequeña introducción sobre las horas previas al segundo concierto de Héroes del Silencio en Zaragoza, voy a centrarme en lo verdaderamente importante y en lo que realmente le interesará a la gran mayoría de los que se hayan puesto a leer esto que no es otra cosa que el show. Pido disculpas a todo aquel que no le importe ni lo más mínimo mi experiencia personal, pero es que me resulta muy difícil hacer una crónica de un evento que me ha mantenido en tensión durante tantas horas sin explicar mi particular punto de vista y mis propias vivencias.
Sobre las 21:00 h. aproximadamente se apagaron las luces empezando a sonar “Song to the siren”, tras la cual comenzaría “El estanque” con el mismo ritual de las sombras de Enrique y de Juan proyectándose sobre el agua. En esta crónica no voy a repasar el repertorio completo otra vez puesto que en su mayoría fue idéntico al del día 10. Únicamente destacar que, en el primer bloque de canciones, el lugar que el miércoles anterior había ocupado “Bendecida”, el día 12 lo ocupó “Agosto”, el tema publicado en su primer LP “El mar no cesa”. Otro de los cambios con respecto al anterior concierto de Zaragoza fue la indumentaria de alguno de los miembros del grupo. Enrique, Pedro y Gonzalo mantuvieron sus vestimentas, pero en esta ocasión, Joaquín Cardiel lució su clásica cinta en el pelo de los tiempos de “Avalancha” y Juan Valdivia un abrigo largo como el que porta en la fotografía del libreto de “El espíritu del vino”, bajo el cual podía verse una camiseta de “Blackdivia”, su club de fans oficial cuya página web tuve el enorme placer de dirigir durante el año 2003. Después de “Mar adentro” Enrique dio la bienvenida a toda la audiencia afirmando estar muy contento de tocar en Zaragoza el día 12 de Octubre, un día que definió como de “celebración” a secas.
Cuando llegó el momento de cruzar la pasarela y agradecer al público su presencia, su apoyo y su entrega, a Enrique Bunbury se le notó poco comunicativo y con la voz bastante estropeada. Durante las canciones del primer set no se apreciaron demasiados problemas de entonación ni de afinación, pero cuando Enrique comenzó a hablar ya se intuía que algo no iba bien. Las presentaciones y la improvisación de “La mala hora” fueron prácticamente idénticas a las del pasado concierto y, una vez en el mini escenario central, el segundo bloque también comenzó con “La herida”. Efectivamente algo pasaba. Enrique pidió disculpas por sus problemas de voz causados por la gripe traída desde América y, prácticamente pidiendo permiso a los espectadores, anunció la retirada de la banda durante cinco minutos para recuperarse un poco y volver con más fuerza. Ante este imprevisto el público no pudo más que responder con un fuerte aplauso aunque muchos vieron planear el espíritu de Zuera por encima del escenario. Esta vez no fue así. A los cinco minutos clavados el grupo volvía a cruzar la pasarela para continuar el segundo bloque de canciones con “Fuente esperanza”, la cual sustituía a “Flor venenosa” en el repertorio de su anterior actuación.
Si algo tiene de especial el ver un concierto desde la lejanía es que uno puede disfrutar más de todo el montaje de luz y color que rodea a lo puramente musical. Muchos han criticado la actitud de Héroes del Silencio sobre el escenario afirmando que éste les viene grande y que es mucho escenario para una banda tan estática. Es posible que, exceptuando a Enrique Bunbury y a Gonzalo Valdivia, tanto Joaquín Cardiel como Juan Valdivia no sean precisamente dos animales escénicos, pero es que nunca lo han sido, el problema es que en un escenario tan enorme aún se nota más. La repercusión de esta gira hubiera hecho imposible la celebración de los conciertos en salas con capacidad para 1.000, 3.000 ó 10.000 personas como ocurría antes de su disolución, y puestos a celebrar macroconciertos para 40.000, 70.000 u 80.000 personas, ¿qué mejor escenario que uno en el que si no puedes ver a los músicos por lo menos puedas disfrutar de las imágenes que aparecen por las pantallas y de un magnífico espectáculo visual? Eso es precisamente lo que se ha hecho para este Tour 2007 de Héroes del Silencio, un espectáculo en el que, además de la música, los espectadores pueden disfrutar de las combinaciones comáticas con las que los técnicos de iluminación van jugando en las columnas y en las cortinas de leds que rodean el escenario principal, y de las imágenes proyectadas sobre las dos enormes lonas ubicadas a ambos flancos del escenario y a a través de las pantallas que quedan en la parte superior de éste, imágenes con ligeras referencias a la temática de las canciones que van sonando durante el concierto.
La verdad es que no hubo muchas más novedades. Después del descanso antriormente comentado, los tres últimos bloques de canciones transcurrieron con total normalidad y los temas fueron encadenándose con el mismo orden y la misma parafernalia escénica que el día anterior, es decir, el tercer bloque abrió con "Nuestros nombres" y cerró con "Avalancha", el cuarto abrió con "Oración" y cerró con "La chispa adecuada", y el quinto lo hizo con "Tesoro" y "En brazos de la fiebre" respectivamente. Quizás en esta ocasión hubo menos fallos de coordinación entre los músicos pero, en líneas generales, todo fue de forma más o menos similar en este segundo y último concierto de la gira y quizás de Héroes del Silencio en su Zaragoza natal.
La moraleja que saco de haber repetido concierto pero en diferente ubicación, es que ver un concierto en zona preferente y verlo en zona general es como ver dos conciertos diferentes. A cualquiera que pueda tener dudas sobre si gastarse 20 Euros más o gastarse 20 Euros menos en un concierto, decirle que si aprecia la comodidad y el disfrute de la música, que no se lo piense dos veces y que pague 20 Euros más porque verdaderamente vale mucho la pena. Eso si encuentra entradas preferentes a la venta y si no se encarga Ibercaja de venderlas, claro.
A la misma hora, en el mismo lugar, pero dos días más tarde y con entrada general en lugar de preferente, el que escribe volvía a estar en la calle esperando a que La Romareda abriera sus puertas para poder ver el segundo concierto de Héroes del Silencio en la ciudad de Zaragoza. El ambiente que se respiraba era mucho más multitudinario que el del miércoles anterior y el origen de la mayor parte de los asistentes era mucho más heterogéneo. Galicia, Andalucía, Madrid, Asturias, Cataluña o Murcia, eran algunos de los lugares de procedencia que se podían intuir en los acentos del castellano hablado por todos los allí congregados. Verdaderamente eran pocos los aragoneses que parecían haberse dado cita para ver a Héroes del Silencio en ese día del Pilar, el día grande de las fiestas de Zaragoza, lo cual no hacía más que confirmar el fracaso en la venta de entradas por parte de Ibercaja en tierras aragonesas. En esta ocasión, a diferencia del día 10, sí que había reventas en la calle, y cuando digo reventas no me refiero al típico espectador que le sobra una entrada y que intenta venderla a precio de taquilla por tal de recuperar el dinero, me refiero a señores de entre cuarenta y cincuenta años, con mirada aviesa y aspecto de maleante, que venden localidades a precios desorbitados. La verdad es que resultó muy cómico ver cómo localidades generales que se estaban vendiendo por 80 ó 75 Euros varias horas antes de empezar el concierto, poco después de abrirse las puertas pasaron a venderse por 20 ó 15 Euros.
A mí personalmente la espera se me hizo mucho más larga y pesada que la del día 10. El hecho de tener una entrada general en lugar de una preferente me hacía estar mucho más nervioso por ser una incógnita la distancia desde la cual iba a acabar viendo el concierto. El clima tampoco tenía nada que ver con el de la fecha anterior. En esta ocasión ni llovía ni amenazaba tormenta, lo que caían del cielo eran unos penetrantes rayos de sol que, sumados a los nervios anteriormente comentados y al tostonazo que dieron dos personajes con un par de guitarras y un micrófono interpretando con más pena que gloria un repertorio compuesto por canciones de Héroes del Silencio y Bunbury durante toda la mañana delante de la puerta 20 del estadio, aún lo hacía todo más desesperante.
El caso es que, con mayor puntualidad y con un poco más de orden, a las 17:00 h. se abrían las puertas de La Romareda y la manada de fans corría escaleras abajo en busca de la ubicación perfecta. Como ya me temía, el primer sitio en el que me coloqué estaba a bastante distancia del escenario principal. Las pantallas, que el día anterior me habían parecido enormes, ahora no las veía más grandes que la televisión del comedor de mi casa. Eso en cuanto a la distancia, porque en cuanto a la aglomeración, a falta de 4 horas de dar comienzo el concierto, el agobio era tal que no tuve más remedio que salir del mogollón y buscar algún lugar un poco menos centrado pero algo más amplio. La parte trasera de la torre de luces de la derecha fue el lugar elegido. Un buen sitio si no fuera porque no caí en la cuenta de que la grúa con la cámara móvil ubicada allí mismo se me iba a poner delante durante determinadas partes del concierto, impidiéndome a ratos la total visibilidad del escenario.
Después de esta pequeña introducción sobre las horas previas al segundo concierto de Héroes del Silencio en Zaragoza, voy a centrarme en lo verdaderamente importante y en lo que realmente le interesará a la gran mayoría de los que se hayan puesto a leer esto que no es otra cosa que el show. Pido disculpas a todo aquel que no le importe ni lo más mínimo mi experiencia personal, pero es que me resulta muy difícil hacer una crónica de un evento que me ha mantenido en tensión durante tantas horas sin explicar mi particular punto de vista y mis propias vivencias.
Sobre las 21:00 h. aproximadamente se apagaron las luces empezando a sonar “Song to the siren”, tras la cual comenzaría “El estanque” con el mismo ritual de las sombras de Enrique y de Juan proyectándose sobre el agua. En esta crónica no voy a repasar el repertorio completo otra vez puesto que en su mayoría fue idéntico al del día 10. Únicamente destacar que, en el primer bloque de canciones, el lugar que el miércoles anterior había ocupado “Bendecida”, el día 12 lo ocupó “Agosto”, el tema publicado en su primer LP “El mar no cesa”. Otro de los cambios con respecto al anterior concierto de Zaragoza fue la indumentaria de alguno de los miembros del grupo. Enrique, Pedro y Gonzalo mantuvieron sus vestimentas, pero en esta ocasión, Joaquín Cardiel lució su clásica cinta en el pelo de los tiempos de “Avalancha” y Juan Valdivia un abrigo largo como el que porta en la fotografía del libreto de “El espíritu del vino”, bajo el cual podía verse una camiseta de “Blackdivia”, su club de fans oficial cuya página web tuve el enorme placer de dirigir durante el año 2003. Después de “Mar adentro” Enrique dio la bienvenida a toda la audiencia afirmando estar muy contento de tocar en Zaragoza el día 12 de Octubre, un día que definió como de “celebración” a secas.
Cuando llegó el momento de cruzar la pasarela y agradecer al público su presencia, su apoyo y su entrega, a Enrique Bunbury se le notó poco comunicativo y con la voz bastante estropeada. Durante las canciones del primer set no se apreciaron demasiados problemas de entonación ni de afinación, pero cuando Enrique comenzó a hablar ya se intuía que algo no iba bien. Las presentaciones y la improvisación de “La mala hora” fueron prácticamente idénticas a las del pasado concierto y, una vez en el mini escenario central, el segundo bloque también comenzó con “La herida”. Efectivamente algo pasaba. Enrique pidió disculpas por sus problemas de voz causados por la gripe traída desde América y, prácticamente pidiendo permiso a los espectadores, anunció la retirada de la banda durante cinco minutos para recuperarse un poco y volver con más fuerza. Ante este imprevisto el público no pudo más que responder con un fuerte aplauso aunque muchos vieron planear el espíritu de Zuera por encima del escenario. Esta vez no fue así. A los cinco minutos clavados el grupo volvía a cruzar la pasarela para continuar el segundo bloque de canciones con “Fuente esperanza”, la cual sustituía a “Flor venenosa” en el repertorio de su anterior actuación.
Si algo tiene de especial el ver un concierto desde la lejanía es que uno puede disfrutar más de todo el montaje de luz y color que rodea a lo puramente musical. Muchos han criticado la actitud de Héroes del Silencio sobre el escenario afirmando que éste les viene grande y que es mucho escenario para una banda tan estática. Es posible que, exceptuando a Enrique Bunbury y a Gonzalo Valdivia, tanto Joaquín Cardiel como Juan Valdivia no sean precisamente dos animales escénicos, pero es que nunca lo han sido, el problema es que en un escenario tan enorme aún se nota más. La repercusión de esta gira hubiera hecho imposible la celebración de los conciertos en salas con capacidad para 1.000, 3.000 ó 10.000 personas como ocurría antes de su disolución, y puestos a celebrar macroconciertos para 40.000, 70.000 u 80.000 personas, ¿qué mejor escenario que uno en el que si no puedes ver a los músicos por lo menos puedas disfrutar de las imágenes que aparecen por las pantallas y de un magnífico espectáculo visual? Eso es precisamente lo que se ha hecho para este Tour 2007 de Héroes del Silencio, un espectáculo en el que, además de la música, los espectadores pueden disfrutar de las combinaciones comáticas con las que los técnicos de iluminación van jugando en las columnas y en las cortinas de leds que rodean el escenario principal, y de las imágenes proyectadas sobre las dos enormes lonas ubicadas a ambos flancos del escenario y a a través de las pantallas que quedan en la parte superior de éste, imágenes con ligeras referencias a la temática de las canciones que van sonando durante el concierto.
La verdad es que no hubo muchas más novedades. Después del descanso antriormente comentado, los tres últimos bloques de canciones transcurrieron con total normalidad y los temas fueron encadenándose con el mismo orden y la misma parafernalia escénica que el día anterior, es decir, el tercer bloque abrió con "Nuestros nombres" y cerró con "Avalancha", el cuarto abrió con "Oración" y cerró con "La chispa adecuada", y el quinto lo hizo con "Tesoro" y "En brazos de la fiebre" respectivamente. Quizás en esta ocasión hubo menos fallos de coordinación entre los músicos pero, en líneas generales, todo fue de forma más o menos similar en este segundo y último concierto de la gira y quizás de Héroes del Silencio en su Zaragoza natal.
La moraleja que saco de haber repetido concierto pero en diferente ubicación, es que ver un concierto en zona preferente y verlo en zona general es como ver dos conciertos diferentes. A cualquiera que pueda tener dudas sobre si gastarse 20 Euros más o gastarse 20 Euros menos en un concierto, decirle que si aprecia la comodidad y el disfrute de la música, que no se lo piense dos veces y que pague 20 Euros más porque verdaderamente vale mucho la pena. Eso si encuentra entradas preferentes a la venta y si no se encarga Ibercaja de venderlas, claro.
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