lunes, 13 de octubre de 2008

Concierto de Andrés Calamaro (Sala Razzmatazz, Barcelona 03/09/2008)

Andrés Calamaro retoma la senda del rock en la Sauna Razzmatazz

Estaba convencido de que no iba a asistir a este concierto. Después de la desagradable experiencia sufrida en el mes de Julio tras los conciertos de Lenny Kravitz y Ben Harper debido a la ausencia de transporte público pasadas las doce de la noche, juré no volver a asistir a un concierto que se celebrase en Barcelona en un día laborable. El de Calamaro iba a ser un miércoles día 3 de Septiembre, así que ni llegué a plantearme la posibilidad de comprar una entrada cuando estas salieron a la venta y traté de no pensar en si el concierto valdría la pena o no. El día 2 de Septiembre recibí la llamada de una amiga que me comunicaba que a la persona con la que ella iba a asistir al concierto del día siguiente le había surgido un imprevisto y me pedía si sería tan amable de acompañarle con la entrada de ésta. Cuando a uno le hacen este tipo de peticiones no tiene más remedio que aceptar, así que, sin comerlo ni beberlo, el día 3 de Septiembre me dispuse a acompañar a mi amiga a ver a Calamaro, eso sí, con la cartera llena de billetes por si tenía que volver a casa en taxi. Sinceramente he de decir que más que hacerle un favor yo a ella me lo hizo ella a mí, porque lo que presenciamos en la Razz ese día será difícil de olvidar y fue un broche de oro para mis extrañas aunque completas vacaciones estivales del 2008.

Durante la tarde del día 3 de Septiembre el calor y la humedad apenas dejaban respirar por las calles de Barcelona. Cualquier ambiente que no fuera el de un local cerrado con el aire acondicionado puesto a no más de 22 grados era prácticamente insufrible. Si a eso le sumamos las lamentables condiciones de refrigeración de la Sala Razzmatazz, famosa por las altas temperaturas que se alcanzan en los conciertos y fiestas que allí se celebran, la escasa ventilación y el calor humano que desprendían las 2.500 personas que colgaron el “No hay billetes” varias semanas antes del evento; cualquiera se puede imaginar que a menos de media hora del comienzo del concierto ya todo el mundo estaba empapado y abanicándose. No es que me haya equivocado en el subtítulo de la crónica, es que realmente más que una sala de conciertos aquello parecía mismamente una sauna con la única diferencia de que, en lugar de oler a eucaliptus, el ambiente olía a una mezcla de tabaco, marihuana cerveza y sudor.

En la entrada del concierto figuraba que a las 21:00 h. daría comienzo la actuación del artista invitado, siendo las 22:00 h. la hora prevista para la de Calamaro. La sorpresa fue cuando sobre las 21:35 h., sin que por allí pasase previamente ningún artista invitado, Andrés y su banda saltaban a escena. Con gafas de sol de policía americano y camiseta con el lema “Rock & Roll Circus” en el pecho, el cantante argentino ocupaba el centro del escenario dejando un par de rosas blancas sobre su atril engalanado con un calamar de peluche y se colgaba del hombro su eterna Fender Telecaster con el toro de Osborne en el golpeador. Tras jugar durante unos segundos en el mástil de la guitarra probando algún riff, Andrés y sus músicos acompañantes entonaban “a cappella” los primeros versos de “El salmón” para posteriormente dejar que las guitarras comenzaran a rugir y que el público de Barcelona comenzara a saltar. Sin apenas espacio entre una y otra canción, la banda continuaba con “Los chicos”, tema de su nuevo álbum muy propio para los primeros minutos de un concierto en el que se pretende levantar el ánimo del público cuanto antes mejor. Entre medio de la canción Andrés saludaba al público catalán con un “Bona nit Barcelona, volvemos como siempre con alegría y respeto”, y es que Andrés Calamaro siempre se ha declarado un amante de la Ciudad Condal y en ella ha tenido ocasión de brindar conciertos memorables. Tras tamaña descarga de energía rockera y con todo el público completamente revolucionado, le llegó el turno a algunos temas mucho más relajados como la versión en clave de cumbia de “Tuyo siempre” o el medio tiempo de “Mi gin tonic”, uno de los pocos temas de “La lengua popular” que interpretaría en toda la velada.

En esta ocasión la banda que acompañó a Andrés Calamaro estuvo compuesta por Julián Kanevsky, Diego García y Geny Galo en las guitarras, Tito Dávila en los teclados y sus antiguos acompañantes desde 1998 José “Niño” Bruno en la batería y Candy “Caramelo” en el bajo, ambos recientemente en las filas de Fito & Fitipaldis. A excepción de Geny Galo (hermano de Candy “Caramelo”), el cual hizo las labores de guitarrista rítmico y corista durante este concierto, todos los demás músicos de la formación ya acompañaron a Calamaro durante la gira conjunta con Fito & Fitipaldis celebrada el pasado verano. Para mi gusto tres guitarras más la de Andrés fue un poco excesivo, y más para los que tuvimos la suerte de situarnos a pocos metros del escenario. En ocasiones el sonido resultaba un tanto ensordecedor y a mí personalmente me tardó en desaparecer el pitido de los oídos algo más de dos días. Por lo que respecta a Candy “Caramelo” y a “Niño” Bruno, para mí lo de esta pareja es algo digno de admiración. Yo no sé si habrá algún músico profesional que trabaje más que ellos en toda España. Lo mismo les da girar con Calamaro, que con hacerlo con Fito, que grabar discos con cualquier músico que requiera de sus servicios, que grabar discos en solitario. Me quito el sobrero ante ellos.

El aspecto y forma física de Andrés en la actualidad es realmente excepcional. Al verle dándolo todo con actitud macarra, a muchos se nos representó la imagen del Calamaro de mediados de los noventa durante su etapa en Los Rodríguez: ágil, fresco y con ganas de comerse el escenario. Precisamente de Los Rodríguez sería el siguiente tema en sonar, concretamente “A los ojos”, cuyo estribillo fue coreado a voz en grito por toda la audiencia. Tras él vendría “Carnaval de Brasil” y a continuación “Todavía una canción de amor”, el tema de Los Rodríguez compuesto por Joaquín Sabina, que prácticamente empalmaría con “Ok, perdón”. Tras este par de “revivals” intercalados con temas más recientes llegaría un bloque de canciones nuevas o revisadas compuesto por “5 minutos más (minibar)”, “La espuma de las orillas”, la versión rockabilly de “Elvis está vivo” registrada recientemente en el nuevo disco en solitario de Candy “Caramelo” y donde éste llevó la voz cantante, y “Lo que no existe más”, último tema de “La lengua popular” en sonar durante el concierto.

La frescura de Calamaro no era únicamente física y musical, también era mental. Además de dar las gracias a Barcelona constantemente, de estar encantado de tocar en un templo del rock como Razzmatazz y de agradecer la asistencia al concierto de algunos artistas catalanes como Loquillo y Manolo García, Andrés también tuvo tiempo para provocar algunas situaciones cómicas como por ejemplo un supuesto chiste sobre el 50 cumpleaños de Michael Jackson y algo relacionado con celebrarlo con el culo pegado en la pared (chiste que nadie entendió), o la interpretación “a cappella” de algunos versos del tema “Fiesta cerveza” de Pappo Napolitano, haciendo voz y contrabajo con la boca y gesticulando una especie de movimiento con las manos que podríamos denominar “air-contrabajo”.

A continuación llegaría la parte más melancólica y emotiva del concierto con temas como “El día de la mujer mundial”, “Los aviones”, los tangos “Jugar con fuego” y “Los mareados” (interpretados con el único acompañamiento del teclado de Tito Dávila) y el tema del Cuino Skornik “Estadio Azteca”. Tras ellos, la actuación recuperaría nuevamente el positivismo y sonarían canciones como “Te quiero igual” (con el “meddley” de “No woman, no cry” de Bob Marley al final) y “Loco” (con el “meddley” del tema “Corte de huracán” publicado en “El palacio de las flores” al final).

En una actuación de un artista como Andrés Calamaro, con tantísimos buenos temas en su repertorio, pasen las horas que pasen parece como si nunca fuese a acabar porque siempre queda algún tema clásico por escuchar. Después de más de medio concierto aún quedaban temas como “Todo lo demás”, “Crucifícame”, “Horarios esclavos”, “Crímenes perfectos”, “Me arde” y por supuesto “Flaca” y “Alta suciedad”, que fueron precisamente los que sonaron antes de que la banda se retirase a los camerinos pronunciando el típico “Hasta siempre, muchas gracias” de rigor. Entre uno y otro tema el argentino tuvo tiempo de darle un par de caladas a un canuto y hasta de ir a por el termo y la bombilla del mate. Este gesto fue aplaudido por los centenares de argentinos que había en la sala. Algún día tengo que encontrar donde se esconde la máquina de fabricar argentinos en Barcelona porque cuando hay algún concierto de Calamaro salen como las setas, todos ellos bien provistos con sus camisetas albicelestes y sus banderas soleadas, dificultando la visibilidad de la gente “normal” que va a un concierto a disfrutar de la música más que a reivindicar de forma absurda su nacionalidad o patriotismo.

Tras un pequeño descanso Calamaro y su banda volvían al escenario para interpretar el primer y único bis de la noche. Cargado con botellines de agua y un ramo de rosas blancas, Andrés fue lanzándolo todo a modo de obsequio hacia el público que, después de prácticamente dos horas y media de concierto, no podía estar más empapado en sudor. El “set” final fue realmente apoteósico y en él sonaron “Sin documentos”, “Canal 69” y “Paloma”, tema que supuso el broche final para un concierto que ninguno de los allí presentes podía haberse imaginado hace unos cuantos años. Hasta la hora de finalización del concierto fue perfecta, las 23:30 h., suficiente para poder coger el último metro.

En toda mi vida he visto a Andrés Calamaro en directo en siete ocasiones. En las seis anteriores, cuando no ha sido por una cosa ha sido por otra, pero ninguna de ellas acabó siendo una actuación redonda del todo. Quizás la de “El regreso” en el Palau Sant Jordi fue la que más se aproximó a la perfección si no llega a ser por la desastrosa acústica del recinto. Después del concierto del día 3 de Septiembre en la sala Razzmatazz y con la perspectiva que da el paso de algo más un mes desde su celebración hasta la redacción de esta crónica, no tengo ninguna duda a la hora de afirmar que éste fue el mejor de todos los que he visto por entrega, pasión, repertorio y banda acompañante. Esperemos que esta sea la tónica habitual en los conciertos de Andrés Calamaro a partir de ahora y que no se vuelva a desviar nunca más de la senda del rock.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como te lo montas galan!!!!
Explicate mas en esos "favores" que te piden las amigas gañan.
Cuidateee.
Torio.

Anónimo dijo...

Jajajajaja... tranquilo, que lamentablemente son todo favores castos los que me piden... :D

Un abrazo!!!

Abril dijo...

Pues yo pienso lo mismo que tú. También estuve aquel día en Razzmatazz y todavía no me lo creo! Ese si que fue el Regreso