El reencuentro de Héroes del Silencio con su ciudad natal
Siete meses después de ponerse a la venta las entradas del concierto que iba a suponer la vuelta de Héroes del Silencio a los escenarios de Zaragoza, la ciudad que les viera nacer, por fin había llegado el día. Atrás quedaban meses de espera, comentarios en foros de Internet, quejas por la organización en la venta de localidades, especulaciones sobre el posible repertorio de los conciertos, opiniones acerca de la forma física y musical de los diferentes miembros del grupo y todo lo demás. De una vez por todas, las más de 37.000 personas que Héroes del Silencio habían congregado para esta cita, por fin íbamos a poder vivir en primera persona el tan esperado regreso de nuestros ídolos musicales.
Durante la tarde del día 9 de Octubre ya podían verse en los noticiarios del canal autonómico de Aragón imágenes de algunos fans acampados en las inmediaciones del estadio de La Romareda con el fin de conseguir una posición que les permitiera ver a el concierto con todo lujo de detalle. La verdad es que, en un recinto tan grande, si no se tiene una buena ubicación es más que probable que no se llegue a ver absolutamente nada. El punto de vista del que escribe es el de uno de los afortunados que pudimos conseguir una entrada preferente, así que quizás alguno no comparta del todo mi opinión sobre lo vivido aquella noche, más que nada porque igual no percibió lo mismo que yo.
Las dudas sobre la hora de apertura de puertas para acceder al estadio se despejaron cuando, a las 17:30 h. y con las primeras gotas de lluvia cayendo del cielo, se abrían los accesos de La Romareda y se desataba la locura entre los miles y miles de fans del grupo aragonés que ya llevaban horas pululando por la zona. Cualquier parecido con lo que se conoce por una cola o fila india fue pura coincidencia. Lo importante era entrar y los vigilantes de las puertas no parecían dispuestos a poner orden entre la estampida de enloquecidos seguidores cuyo único objetivo era llegar lo más cerca posible del majestuoso escenario ubicado en el gol norte del estadio.
Lo que ya se presagiaba a la entrada finalmente se confirmó sobre las 18:00 h. cuando las negras nubes que se aproximaban por la zona de tribuna comenzaron a descargar agua dejando como sopas a los fans más puntuales. Muchos tuvieron la idea de arrancar el plástico que cubría el césped donde juega el Real Zaragoza para refugiarse de la lluvia, quedando éste en un estado lamentable. El agua, sumada a esas ráfagas de aire frío tan característico de las fiestas del Pilar, consiguió que más de uno acabara quedándose helado a falta de tres horas para el inicio del show. Los nervios empezaron a florecer entre el público cuando Nacho Royo (manager de Enrique Bunbury y promotor del Tour 2007 de Héroes del Silencio) asomó la cabeza desde detrás de las pantallas para observar el estado en el que se encontraba el suelo de las pasarelas del escenario, como si de un árbitro de Primera División que analiza el terreno de juego para ver si es posible disputar un partido de fútbol se tratase. Los nervios no tardaron en disiparse cuando, sobre las 19:30 h., poco a poco iba amainando la tormenta que, pese a ser ligera, fue suficiente para dejarnos a todos congelados durante el resto de la noche.
A las 21:20 h. se apagaban las luces de los focos de La Romareda y los cuatro símbolos de Héroes del Silencio desaparecían de las cuatro pantallas gigantes que presidían el escenario. Segundos más tarde, con los corazones de los allí presentes acelerándose de forma progresiva mientras el grito unánime de “¡Héroes, Héroes!” inundaba el estadio, empezaron a sonar las primeras notas de “Song to the siren”, el tema de Tim Buckley interpretado por “This mortal coil” con el que históricamente Héroes del Silencio siempre han abierto sus conciertos. Tras esta introducción, las dos pantallas centrales se encendían mostrando proyectadas sobre un fondo marino las siluetas de Enrique Bunbury empuñando una guitarra acústica y de Juan Valdivia empuñando una Fender Stratocaster mientras sonaban los primeros acordes de “El estanque”. Las pantallas fueron elevándose poco a poco dejando a la vista de todos, por primera vez en España después de once años, a Héroes del Silencio al completo tocando en directo sobre un mismo escenario.
Enrique Bunbury ataviado con un reluciente traje de vinilo, Juan Valdivia con americana de piel y camiseta de “Las Líneas del Kaos”, Joaquín Cardiel cubierto por un sombrero de cowboy, Pedro Andreu en mangas de camisa y Gonzalo Valdivia con americana y gafas de sol, todos ellos de riguroso luto, interpretaron de un tirón “El estanque”, “Deshacer el mundo”, “Mar adentro” y “La carta”, con la única interrupción de Enrique Bunbury interesándose por la temperatura del público antes de presentar “Mar adentro”. Las variaciones en el repertorio están siendo mínimas durante toda la gira. En todos los conciertos se han tocado el mismo número de canciones y sólo alguna de ellas ha oscilando entre uno y otro. Dentro de los temas variables se encuentra “Bendecida”, y fue el que vino a continuación antes de proseguir con “La sirena varada” y “Opio”.
Lo que muchos ya habíamos visto en los diferentes vídeos caseros que circulan por la red grabados durante sus conciertos en América, definitivamente quedaba demostrado. Los Héroes del Silencio del 2007 están más vivos y más en forma de lo que muchos jamás hubiéramos podido imaginar. Durante todo el concierto Enrique no dejó de pasearse de arriba a abajo del escenario, dirigiéndose en actitud provocativa al público de Zaragoza siempre que podía y gesticulando de igual forma que hace una década. Juan Valdivia y Joaquín Cardiel siguieron en su línea de no moverse demasiado sobre las tablas pero tocaron de una forma soberbia y digna de admiración para dos músicos que llevan más de diez años de inactividad. Sorprendieron gratamente las improvisaciones de Juan Valdivia que dieron un toque especial a cada una de las canciones. En cuanto a Gonzalo Valdivia, la nueva incorporación en la guitarra rítmica y una de las sorpresas de la gira, tocó con una frescura, una felicidad y una personalidad impensables para un guitarrista de apoyo recién llegado a la formación. Caminaba de una punta a la otra del escenario, tanto para disfrutar de sus propios momentos de soledad ante el público en la pasarela de la izquierda, como para compartir escena con su hermano Juan en la pasarela de la derecha, subirse a la parte alta del escenario con Pedro Andreu o hacer coros y tocar a la par con Joaquín Cardiel.
A todo el grupo se le notaba tremendamente emocionado de volver a tocar en Zaragoza y ni más ni menos que ante 37.000 personas en el estadio de La Romareda. Este hecho quedó plasmado cuando Enrique se encaminó al mini escenario central para lanzar un discurso de agradecimiento a la ciudad de Zaragoza y a sus gentes, antes de presentar al resto de la banda. “Mr. Pedro Andreu”, “El último indio Cherokee del rock & roll: Joaquín Cardiel”, “El alqumista, hermano, sangre de su sangre: Gonzalo Valdivia” y “El maestro Juan Valdivia”, fueron las etiquetas que les puso a sus compañeros mientras estos, a excepción de Pedro Andreu que apareció con batería incluida de debajo del escenario, se iban acercando a él a través de la pasarela central entonando una versión de “La mala hora” en clave de blues.
Ya en el mini escenario central, el repertorio también volvió a repetirse con respecto al de otros conciertos de la gira. “La herida”, “Flor venenosa”, “Apuesta por el rock & roll”, “Héroe de leyenda”, “Con nombre de guerra” y “No más lágrimas” fueron los temas que compusieron este set, más íntimo y mucho más próximo a las filas delanteras de la zona general. Fue muy especial la interpretación de algunos de los temas como “Apuesta por el rock & roll”, con dos solos de guitarra ejecutados por cada uno de los hermanos Valdivia y una dedicatoria a todas las emisoras de radio y televisión por parte de Enrique Bunbury; la nueva visión mucho más rockera de “Héroe de leyenda”; y la versión de “No más lágrimas”, similar a la registrada en los discos “En directo” y “Rarezas”. No menos sorprendente fue la inclusión de “Flor venenosa”, otro de los temas variables dentro del repertorio de la gira y según Enrique el que menos le gusta a su madre. Durante toda esta parte del concierto Juan Valdivia permaneció sentado en un taburete. Gonzalo Valdivia, que tenía otro en su posición, prácticamente no le dio uso ya que no se pudo resistir a mantenerse de pie interactuando directamente con el público.
Si tengo que ser sincero, estuve tan ensimismado disfrutando de la proximidad de los músicos y de su puesta en escena que prácticamente no pude apreciar el montaje escénico, la luminotecnia y las imágenes que iban proyectándose en las pantallas del escenario. Prácticamente sólo pude ver el anteriormente comentado efecto de “El estanque” y las dos enormes hélices que aparecieron rotando en las pantallas centrales mientras toda la banda regresaba por la pasarela al escenario principal. Después de esto daba comienzo la parte más contundente del espectáculo encabezada por “Nuestros nombres” y seguida por “El mar no cesa”, “Entre dos tierras”, “Maldito duende”, “Iberia sumergida” y “Avalancha”. Personalmente hubiera preferido que estos seis temas hubieran sido los que cerraran el concierto. Tanto las distorsiones aplicadas en la guitarra por parte de Juan Valdivia, como la potencia vocal imprimida por Enrique Bunbury (vestido con camisa plateada de purpurina al más puro estilo de la gira Avalancha ‘95), hicieron enloquecer a toda la Romareda y en mi opinión hubiese sido un brillante colofón del espectáculo. Pero, a pesar de que el grupo se despidiera de Zaragoza y se retirara a los camerinos después de tocar “Avalancha”, aún quedaba la parte final del show, compuesta por buenos temas aunque algo menos enérgicos que los anteriores.
Después de la larga espera en la calle hasta el momento de la apertura de puertas, después de las casi cuatro horas esperando en el interior del estadio a que comenzara el concierto, después de empaparnos durante casi una hora debajo de la lluvia y después de las más de dos horas que llevábamos de actuación, en La Romareda nadie daba muestras de cansancio. Todo el mundo seguía coreando el nombre de su grupo y nadie parecía dispuesto a aceptar que el espectáculo hubiera acabado. Y así fue. Héroes del Silencio volvían al escenario capitaneados por un Enrique Bunbury desafiando al frío cubriendo su torso únicamente con un chaleco, para interpretar “Oración”, “Tumbas de sal” y “La chispa adecuada” antes de volverse a retirar. A estas alturas Enrique ya comenzaba a resentirse de la gripe que había traído consigo desde México y solicitó la ayuda del público para corear “La chispa adecuada”, así como para la iluminación de todo el estadio mediante mecheros y teléfonos móviles. La estampa de las gradas de La Romareda iluminadas por minúsculos puntos de luz mientras Enrique Bunbury cantaba arrodillado "La chispa adecuada" fue uno de los momentos más emocionantes de la noche, junto con la lluvia de confeti plateado que serviría de rúbrica a la canción antes de que la banda volviera al “backstage”.
Por última vez en toda la noche, Héroes del Silencio regresaban al escenario para dar fin al concierto con “Tesoro”, “Malas intenciones” y “En brazos de la fiebre”, esta última iniciada con Enrique y Juan sentados juntos en uno de los escalones del escenario, y finalizada con Enrique iluminando con un foco a Juan y al público de La Romareda durante el solo de guitarra final. Tras el solo, con los últimos gemidos del “feedback” de guitarra aún sonando, todos los miembros del grupo se retiraban de forma bastante discreta y sin demasiada efusividad en la despedida, dando así por concluido el primer concierto en España del Tour 2007 de Héroes del Silencio.
Con los corazones todavía encogidos por la emoción, el cuerpo dolorido por el sacrificio físico de todo el día y con una amplia sonrisa en los labios, los cerca de 40.000 asistentes al concierto comenzaron a desfilar por las escaleras de La Romareda satisfechos y felices por lo que allí se acababa de presenciar. Evidentemente hubo algún que otro fallo en la ejecución de determinados temas, quizás causados por los nervios, la emoción y la gripe, pero estos fueron subsanados mediante la improvisación y la maestría de los músicos, haciéndolos del todo insignificantes dentro de la globalidad del espectáculo, un espectáculo que muchos tardaremos en olvidar.
Siete meses después de ponerse a la venta las entradas del concierto que iba a suponer la vuelta de Héroes del Silencio a los escenarios de Zaragoza, la ciudad que les viera nacer, por fin había llegado el día. Atrás quedaban meses de espera, comentarios en foros de Internet, quejas por la organización en la venta de localidades, especulaciones sobre el posible repertorio de los conciertos, opiniones acerca de la forma física y musical de los diferentes miembros del grupo y todo lo demás. De una vez por todas, las más de 37.000 personas que Héroes del Silencio habían congregado para esta cita, por fin íbamos a poder vivir en primera persona el tan esperado regreso de nuestros ídolos musicales.
Durante la tarde del día 9 de Octubre ya podían verse en los noticiarios del canal autonómico de Aragón imágenes de algunos fans acampados en las inmediaciones del estadio de La Romareda con el fin de conseguir una posición que les permitiera ver a el concierto con todo lujo de detalle. La verdad es que, en un recinto tan grande, si no se tiene una buena ubicación es más que probable que no se llegue a ver absolutamente nada. El punto de vista del que escribe es el de uno de los afortunados que pudimos conseguir una entrada preferente, así que quizás alguno no comparta del todo mi opinión sobre lo vivido aquella noche, más que nada porque igual no percibió lo mismo que yo.
Las dudas sobre la hora de apertura de puertas para acceder al estadio se despejaron cuando, a las 17:30 h. y con las primeras gotas de lluvia cayendo del cielo, se abrían los accesos de La Romareda y se desataba la locura entre los miles y miles de fans del grupo aragonés que ya llevaban horas pululando por la zona. Cualquier parecido con lo que se conoce por una cola o fila india fue pura coincidencia. Lo importante era entrar y los vigilantes de las puertas no parecían dispuestos a poner orden entre la estampida de enloquecidos seguidores cuyo único objetivo era llegar lo más cerca posible del majestuoso escenario ubicado en el gol norte del estadio.
Lo que ya se presagiaba a la entrada finalmente se confirmó sobre las 18:00 h. cuando las negras nubes que se aproximaban por la zona de tribuna comenzaron a descargar agua dejando como sopas a los fans más puntuales. Muchos tuvieron la idea de arrancar el plástico que cubría el césped donde juega el Real Zaragoza para refugiarse de la lluvia, quedando éste en un estado lamentable. El agua, sumada a esas ráfagas de aire frío tan característico de las fiestas del Pilar, consiguió que más de uno acabara quedándose helado a falta de tres horas para el inicio del show. Los nervios empezaron a florecer entre el público cuando Nacho Royo (manager de Enrique Bunbury y promotor del Tour 2007 de Héroes del Silencio) asomó la cabeza desde detrás de las pantallas para observar el estado en el que se encontraba el suelo de las pasarelas del escenario, como si de un árbitro de Primera División que analiza el terreno de juego para ver si es posible disputar un partido de fútbol se tratase. Los nervios no tardaron en disiparse cuando, sobre las 19:30 h., poco a poco iba amainando la tormenta que, pese a ser ligera, fue suficiente para dejarnos a todos congelados durante el resto de la noche.
A las 21:20 h. se apagaban las luces de los focos de La Romareda y los cuatro símbolos de Héroes del Silencio desaparecían de las cuatro pantallas gigantes que presidían el escenario. Segundos más tarde, con los corazones de los allí presentes acelerándose de forma progresiva mientras el grito unánime de “¡Héroes, Héroes!” inundaba el estadio, empezaron a sonar las primeras notas de “Song to the siren”, el tema de Tim Buckley interpretado por “This mortal coil” con el que históricamente Héroes del Silencio siempre han abierto sus conciertos. Tras esta introducción, las dos pantallas centrales se encendían mostrando proyectadas sobre un fondo marino las siluetas de Enrique Bunbury empuñando una guitarra acústica y de Juan Valdivia empuñando una Fender Stratocaster mientras sonaban los primeros acordes de “El estanque”. Las pantallas fueron elevándose poco a poco dejando a la vista de todos, por primera vez en España después de once años, a Héroes del Silencio al completo tocando en directo sobre un mismo escenario.
Enrique Bunbury ataviado con un reluciente traje de vinilo, Juan Valdivia con americana de piel y camiseta de “Las Líneas del Kaos”, Joaquín Cardiel cubierto por un sombrero de cowboy, Pedro Andreu en mangas de camisa y Gonzalo Valdivia con americana y gafas de sol, todos ellos de riguroso luto, interpretaron de un tirón “El estanque”, “Deshacer el mundo”, “Mar adentro” y “La carta”, con la única interrupción de Enrique Bunbury interesándose por la temperatura del público antes de presentar “Mar adentro”. Las variaciones en el repertorio están siendo mínimas durante toda la gira. En todos los conciertos se han tocado el mismo número de canciones y sólo alguna de ellas ha oscilando entre uno y otro. Dentro de los temas variables se encuentra “Bendecida”, y fue el que vino a continuación antes de proseguir con “La sirena varada” y “Opio”.
Lo que muchos ya habíamos visto en los diferentes vídeos caseros que circulan por la red grabados durante sus conciertos en América, definitivamente quedaba demostrado. Los Héroes del Silencio del 2007 están más vivos y más en forma de lo que muchos jamás hubiéramos podido imaginar. Durante todo el concierto Enrique no dejó de pasearse de arriba a abajo del escenario, dirigiéndose en actitud provocativa al público de Zaragoza siempre que podía y gesticulando de igual forma que hace una década. Juan Valdivia y Joaquín Cardiel siguieron en su línea de no moverse demasiado sobre las tablas pero tocaron de una forma soberbia y digna de admiración para dos músicos que llevan más de diez años de inactividad. Sorprendieron gratamente las improvisaciones de Juan Valdivia que dieron un toque especial a cada una de las canciones. En cuanto a Gonzalo Valdivia, la nueva incorporación en la guitarra rítmica y una de las sorpresas de la gira, tocó con una frescura, una felicidad y una personalidad impensables para un guitarrista de apoyo recién llegado a la formación. Caminaba de una punta a la otra del escenario, tanto para disfrutar de sus propios momentos de soledad ante el público en la pasarela de la izquierda, como para compartir escena con su hermano Juan en la pasarela de la derecha, subirse a la parte alta del escenario con Pedro Andreu o hacer coros y tocar a la par con Joaquín Cardiel.
A todo el grupo se le notaba tremendamente emocionado de volver a tocar en Zaragoza y ni más ni menos que ante 37.000 personas en el estadio de La Romareda. Este hecho quedó plasmado cuando Enrique se encaminó al mini escenario central para lanzar un discurso de agradecimiento a la ciudad de Zaragoza y a sus gentes, antes de presentar al resto de la banda. “Mr. Pedro Andreu”, “El último indio Cherokee del rock & roll: Joaquín Cardiel”, “El alqumista, hermano, sangre de su sangre: Gonzalo Valdivia” y “El maestro Juan Valdivia”, fueron las etiquetas que les puso a sus compañeros mientras estos, a excepción de Pedro Andreu que apareció con batería incluida de debajo del escenario, se iban acercando a él a través de la pasarela central entonando una versión de “La mala hora” en clave de blues.
Ya en el mini escenario central, el repertorio también volvió a repetirse con respecto al de otros conciertos de la gira. “La herida”, “Flor venenosa”, “Apuesta por el rock & roll”, “Héroe de leyenda”, “Con nombre de guerra” y “No más lágrimas” fueron los temas que compusieron este set, más íntimo y mucho más próximo a las filas delanteras de la zona general. Fue muy especial la interpretación de algunos de los temas como “Apuesta por el rock & roll”, con dos solos de guitarra ejecutados por cada uno de los hermanos Valdivia y una dedicatoria a todas las emisoras de radio y televisión por parte de Enrique Bunbury; la nueva visión mucho más rockera de “Héroe de leyenda”; y la versión de “No más lágrimas”, similar a la registrada en los discos “En directo” y “Rarezas”. No menos sorprendente fue la inclusión de “Flor venenosa”, otro de los temas variables dentro del repertorio de la gira y según Enrique el que menos le gusta a su madre. Durante toda esta parte del concierto Juan Valdivia permaneció sentado en un taburete. Gonzalo Valdivia, que tenía otro en su posición, prácticamente no le dio uso ya que no se pudo resistir a mantenerse de pie interactuando directamente con el público.
Si tengo que ser sincero, estuve tan ensimismado disfrutando de la proximidad de los músicos y de su puesta en escena que prácticamente no pude apreciar el montaje escénico, la luminotecnia y las imágenes que iban proyectándose en las pantallas del escenario. Prácticamente sólo pude ver el anteriormente comentado efecto de “El estanque” y las dos enormes hélices que aparecieron rotando en las pantallas centrales mientras toda la banda regresaba por la pasarela al escenario principal. Después de esto daba comienzo la parte más contundente del espectáculo encabezada por “Nuestros nombres” y seguida por “El mar no cesa”, “Entre dos tierras”, “Maldito duende”, “Iberia sumergida” y “Avalancha”. Personalmente hubiera preferido que estos seis temas hubieran sido los que cerraran el concierto. Tanto las distorsiones aplicadas en la guitarra por parte de Juan Valdivia, como la potencia vocal imprimida por Enrique Bunbury (vestido con camisa plateada de purpurina al más puro estilo de la gira Avalancha ‘95), hicieron enloquecer a toda la Romareda y en mi opinión hubiese sido un brillante colofón del espectáculo. Pero, a pesar de que el grupo se despidiera de Zaragoza y se retirara a los camerinos después de tocar “Avalancha”, aún quedaba la parte final del show, compuesta por buenos temas aunque algo menos enérgicos que los anteriores.
Después de la larga espera en la calle hasta el momento de la apertura de puertas, después de las casi cuatro horas esperando en el interior del estadio a que comenzara el concierto, después de empaparnos durante casi una hora debajo de la lluvia y después de las más de dos horas que llevábamos de actuación, en La Romareda nadie daba muestras de cansancio. Todo el mundo seguía coreando el nombre de su grupo y nadie parecía dispuesto a aceptar que el espectáculo hubiera acabado. Y así fue. Héroes del Silencio volvían al escenario capitaneados por un Enrique Bunbury desafiando al frío cubriendo su torso únicamente con un chaleco, para interpretar “Oración”, “Tumbas de sal” y “La chispa adecuada” antes de volverse a retirar. A estas alturas Enrique ya comenzaba a resentirse de la gripe que había traído consigo desde México y solicitó la ayuda del público para corear “La chispa adecuada”, así como para la iluminación de todo el estadio mediante mecheros y teléfonos móviles. La estampa de las gradas de La Romareda iluminadas por minúsculos puntos de luz mientras Enrique Bunbury cantaba arrodillado "La chispa adecuada" fue uno de los momentos más emocionantes de la noche, junto con la lluvia de confeti plateado que serviría de rúbrica a la canción antes de que la banda volviera al “backstage”.
Por última vez en toda la noche, Héroes del Silencio regresaban al escenario para dar fin al concierto con “Tesoro”, “Malas intenciones” y “En brazos de la fiebre”, esta última iniciada con Enrique y Juan sentados juntos en uno de los escalones del escenario, y finalizada con Enrique iluminando con un foco a Juan y al público de La Romareda durante el solo de guitarra final. Tras el solo, con los últimos gemidos del “feedback” de guitarra aún sonando, todos los miembros del grupo se retiraban de forma bastante discreta y sin demasiada efusividad en la despedida, dando así por concluido el primer concierto en España del Tour 2007 de Héroes del Silencio.
Con los corazones todavía encogidos por la emoción, el cuerpo dolorido por el sacrificio físico de todo el día y con una amplia sonrisa en los labios, los cerca de 40.000 asistentes al concierto comenzaron a desfilar por las escaleras de La Romareda satisfechos y felices por lo que allí se acababa de presenciar. Evidentemente hubo algún que otro fallo en la ejecución de determinados temas, quizás causados por los nervios, la emoción y la gripe, pero estos fueron subsanados mediante la improvisación y la maestría de los músicos, haciéndolos del todo insignificantes dentro de la globalidad del espectáculo, un espectáculo que muchos tardaremos en olvidar.
3 comentarios:
Cuando tenga tiempo me leeré un poquito esto, pero, ¡joder con la zona preferente! La foto está guapa, guapa. Yo dudo que los vea en Sevilla ni con telescopio.
Hola campeón, llevaba dias esperando esta crónica de la Romareda.
Por cierto, me presento, o mejor, me Re-presento. Soy david, aquel extraño especimen con el que coincidiste en la firma de discos de calamaro en barcelona.
Pues bien, asistí al concierto del dia 12 y fue increible, todo un sueño, aunque no tenia entradas de preferente, tuve gran visibilidad, ya que estaba situado bastante cerca de la pasarela.
A nosotros no nos llovió, es mas, el solazo nos achicharró las cabezas y las pupilas, pero uuuuf, valio la pena....
te explico, un par de amigos y yo, presentamos un programa radiofonico en una radio local de Vilanova i la geltrú. se llama backstage y puedes visitar el blog en el link que he dejado por aqui, alli tengo alguna de la fotos que pude hacer en el concierto, asi como una crítica y tambien puedes escuchar el programa on-line los domingos por la noche... es un poco eclectico pero siempre cae algun tema de heroes o del tio Enrique...
Creo que tambien ibas a Sevilla, pues eso, que lo pases genial y ya seguirás informando...
Un saludazo desde mar Adentro...
Es evidente que estuviste allí , todos los comentarios, todos los detalles que narras hace que me sienta todavía allí, apenas 100metros nos separaban del escenario, sí, yo también fui uno de los afortunados, nosotros, digo nosotros porque fuimos dos parejas, dos parejas que salimos desde Jerez de la Frontera (Cádiz), lo que en un principio parecía una aventura se convirtió en algo imposible de borrar u olvidar de la memoria, para algunos era ver cumplido uno de sus sueños, para otros era cumplir el sueño de otros, aun lo recuerdo y se me ponen los vellos de punta, aun lo recuerdo yo tenía a mi derecha una señora que podría tener entre los 50 y los 60años y la señora se sabía todas las letras de las canciones, yo alucinaba; había gente de lo más variopinto y de todas las edades; habría muchas anécdotas que contar como sus batallitas en las fiestas de los colegios cuando empezaron o los comentarios que para mi gusto fueron muy acertados como “HOY EN DIA A CUALQUIER COSA SE LE LLAMA MUSICA” y tiene toda la razón.
Por cierto se te ha olvidado contar un detalle, los fuegos artificiales tanto dentro como fuera del escenario.
Saludo, atentamente ALVARO LETRAN SANCHEZ
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