Desde que salimos del vientre de nuestra madre hasta el final de nuestros días, son innumerables los lugares por los que pasamos en nuestra vida y las personas que durante toda ella tenemos ocasión de conocer. En el parvulario, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en las comunidades de vecinos donde residimos, en las diferentes empresas en las que trabajamos, en los grupos de amigos con los que salimos, en las academias o escuelas a las que nos apuntamos, en los lugares que visitamos y en un sinfín de contextos que sería incapaz de enumerar; nos toca convivir con personas y permanecer en sitios que, en la mayoría de ocasiones, pasado un tiempo jamás volveremos ni a acordarnos de ellos.
En mi caso particular, este hecho se ha ido repitiendo por allí por donde he pasado, salvo en uno: La Puebla de Híjar. No importan los años que pasen o los acontecimientos que sucedan, porque tengo la sensación de que La Puebla de Híjar es el único lugar del universo que permanece inmutable. Habrá más o menos gente, más o menos viviendas o más o menos ambiente lúdico y festivo, pero para mí el paisaje, las calles, la naturaleza, las costumbres y la gente de La Puebla de Híjar sigue siempre igual. Gran parte de mi forma de ser, de mi forma de hablar, de mi personalidad en general y, resumiendo, de mí, se la debo a La Puebla de Híjar. No en vano allí están mis raíces y, como en ocasiones digo, un árbol sin raíces no es más que un trozo de madera. Es por ello que de vez en cuando siento la necesidad casi biológica de pasar unos días al año por aquel lugar, y este año esos días se están acercando.
En mi caso particular, este hecho se ha ido repitiendo por allí por donde he pasado, salvo en uno: La Puebla de Híjar. No importan los años que pasen o los acontecimientos que sucedan, porque tengo la sensación de que La Puebla de Híjar es el único lugar del universo que permanece inmutable. Habrá más o menos gente, más o menos viviendas o más o menos ambiente lúdico y festivo, pero para mí el paisaje, las calles, la naturaleza, las costumbres y la gente de La Puebla de Híjar sigue siempre igual. Gran parte de mi forma de ser, de mi forma de hablar, de mi personalidad en general y, resumiendo, de mí, se la debo a La Puebla de Híjar. No en vano allí están mis raíces y, como en ocasiones digo, un árbol sin raíces no es más que un trozo de madera. Es por ello que de vez en cuando siento la necesidad casi biológica de pasar unos días al año por aquel lugar, y este año esos días se están acercando.
Autor: Daniel, el hermano del Artista.
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